_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni España una, ni España plural

Podemos decir que existe una España, pero no que exista una España una. De mismo modo, podemos decir que existen varias Españas, pero no que exista una España plural.

Un paracaidista con la bandera de la Comunidad de Murcia y los colores de España, durante los actos oficiales del día de la Región de Murcia.
Un paracaidista con la bandera de la Comunidad de Murcia y los colores de España, durante los actos oficiales del día de la Región de Murcia. Marcial Guillén (EFE)

Existe un método para describir la evolución de nuestra situación política: analizar los términos que se ponen de moda. Ahora le toca el turno a plural. Aparece en boca de casi todos, a propósito y despropósito, a cuento y sin cuento, con ton y sin son. Hace tiempo que ha entrado en la jerga política de mano de los nacionalistas, pero es ahora cuando ha irrumpido con fuerza gracias a Podemos, todas las mareas y esos neoindependentistas que dicen no serlo pero a quienes no les importa parecerlo. Todos se agarran al cuello de la España plural, unos con la clara intención de estrangularla, otros con el sincero propósito de salvarla. ¿Pero qué quieren decir unos y otros con este forzado y retorcido sintagma de “la España plural?”.

Plural se opone a singular. Sabemos que el lenguaje define sus términos por oposición (semántica) y contraste (sintáctico). El lenguaje establece sus reglas de relación semántica y de combinación morfo-sintáctica. Si estas normas se alteran arbitrariamente provocan una disfunción del lenguaje y obligan a los hablantes a recomponer como pueden los nexos lingüísticos, el campo semántico y el sentido de las nuevas combinaciones paradigmáticas y sintagmáticas. La introducción forzada de determinados usos terminológicos no es algo, por tanto, inocuo o insignificante. Si se trata de usos incorrectos, como es el caso, el primer efecto es provocar una especie de “vacío mental”, o sea, la imposibilidad de dotar de un significado claro a los nuevos sintagmas. Es lo que nos pasa con la España plural, que no sabemos, en principio, qué significa exactamente.

Sí sabemos, y aquí radica su eficacia, la intención con que se usa, que no es otra que oponerse a otro sintagma igualmente confuso e incorrecto: la España una. De aquella consigna franquista de la “España una, grande y libre” ha nacido este hijastro terminológico de la España plural.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Me explico. Podemos decir que existe una España, pero no que exista una España una. No es lo mismo. De mismo modo, podemos decir que existen dos, tres, varias Españas, pero no que exista una España plural. Lo contrario del singular (una España) es el plural (varias Españas). Pero la mayoría de quienes usan el sintagma España plural tan profusa y confusamente no quieren afirmar que existan varias Españas, como pareciera, sino que en realidad no existe ninguna. Es como si hicieran una cabriola mental para afirmar que sí, España existe, pero sólo de momento, sólo por imposición o por la fuerza. Si quisieran referirse a la existencia de varias Españas tendrían que especificar cuántas y cuáles son esas Españas. Sería legítimo y gramaticalmente correcto. Ya lo hizo Cervantes en el Quijote, usando ese plural, las Españas, porque en su tiempo, además de la España peninsular, existía realmente otra España, la España de Ultramar.

Como no va por ahí la cosa, sino que se trata de encubrir lo que se piensa (o sea, que España no es más que un invento, un Estado fallido, una nación impuesta, hecho del que se deriva un derecho, el de la autodeterminación o secesión), conviene desenmascarar la trampa política amparada en esta perversión lingüística. El lenguaje, incluso el de la política, tiene que comprometerse con la verdad y la claridad, pues de lo contrario se transforma en manipulación y desprecio a los ciudadanos y a los hablantes.

Sería mucho más honesto que los políticos dejaran de usar tanta terminología tramposa, encubridora e intoxicadora, y dijeran con valentía lo que piensan, sin tratar de imponernos con engaños su particular visión de lo que es o no es España. Unos con el propósito no disimulado de avanzar hacia su único objetivo, la independencia; otros para tratar de aplacar a los separatistas con cesiones y concesiones (verbales y no verbales, confesables y no confesables) supuestamente astutas o dilatadoras del verdadero problema, que no es otro que la disolución del actual Estado democrático, con todas las consecuencias que esto supondría para la mayoría de ciudadanos. Que ni unos ni otros se engañen ni nos engañen, y menos violentando el sentido de los términos y la estructura del lenguaje, nuestro último bien común. Porque no, no existe ninguna España plural, del mismo modo que no existe un ciudadano plural, una lengua plural o un Estado plural. Podemos hablar de la diversidad de España (cultural, lingüística, étnica, geográfica, etcétera), pero eso no es lo mismo que negar la realidad nacional de España, un Estado plenamente democrático, que es lo que expresa ese sintagma espurio de la España plural o plurinacional, su lógico derivado.

Santiago Trancón Pérez es profesor y escritor

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_