Justin Timberlake, el nuevo galán
El chico blanco más ‘funky’ rebosa madurez artística y plenitud personal tras su paternidad. Una canción para una película de animación marca su regreso después de tres años de silencio de un cantante experto en conquistar a todos los estilos y públicos
El espacio que ocupaba Justin Timberlake (Memphis, Estados Unidos, 1981) como la gran superestrella musical masculina no ha sido usurpado en sus años de ausencia. Al menos no del todo. Su tocayo Justin Bieber se postulaba para coger el testigo después de completar con éxito su metamorfosis de ídolo de adolescentes a cantante pop para todos los públicos. Por otro lado, el rapero Drake está rompiendo los récords de ventas que estableció el propio Timberlake con su último disco. Pero el estreno de Can’t Stop the Feeling!, su primer single tras casi tres años de silencio, ha confirmado que el mundo esperaba su vuelta con ganas y que no hay reto que se le resista.
Ha pasado por una boy band, ha arrasado con el pop más sexi, ha hecho suyo el R&B como si fuese negro, se ha transformado en un crooner y parecía que llevaba siéndolo toda la vida y ha cosechado críticas notables en el cine. Ahora, a los 35 años, Timberlake ha decidido regresar con algo que a priori podría parecer muy arriesgado: la banda sonora de una película de dibujos animados. El primer adelanto del disco que ha producido y que pondrá la música a Trolls, la última cinta de DreamWorks recientemente presentada en Cannes, ha despejado las dudas. El cantante ha vuelto al pop más pegadizo. Ritmo y coreografías altamente infecciosas que le han llevado a debutar en el número uno de las listas sin hacer demasiado ruido promocional más allá de presentar la canción en Eurovisión. Los críticos y cientos de vídeos en las redes sociales —algunos grabados por famosos que la cantan y la bailan—, apuntan al tema como la próxima canción del verano. Catorce años después de comenzar su carrera en solitario, Justin Timberlake regresa más relajado que nunca, algo a lo que sin duda ha ayudado la estabilidad de su matrimonio con la actriz Jessica Biel y el nacimiento el año pasado de su primer hijo, Silas. Y vuelve con la sensación de que es un artista capaz de todo y con nada que demostrar.
Nunca antes una estrella del nivel de Justin Timberlake había actuado en el festival de Eurovisión sin concursar. Este año ha sido la primera vez que se retransmitía a Estados Unidos, pero el certamen europeo de la canción no es ni de lejos lo suficientemente popular allí como para que una gran figura lo elija como escenario del estreno de su primer trabajo en tres años. Menos aún teniendo en cuenta la coincidencia en el tiempo con la gala de los premios Billboard, con un cartel repleto de estrellas de la misma liga que Timberlake. Muchos de los desconcertados fans del llamado príncipe del pop apuntaban en las redes sociales a que su decisión era una declaración de intenciones. La de regresar con la única motivación de divertirse, hacer bailar a la gente y poner música a un filme animado. Desenfadado, proyectando la imagen de hacer lo que realmente le apetece. Porque después de ganar nueve Grammy y vender 60 millones de discos, puede permitírselo. O quizá su elección se debió simplemente a hacer un guiño al mercado europeo, que de hecho habría funcionado (ha sido número uno en Francia y Alemania y número dos en Reino Unido).
Lo cierto es que su vida personal es la que ha marcado el nuevo rumbo en su carrera. “Lo ha cambiado todo”, reconocía recientemente en referencia a su hijo, de 14 meses. Y confesaba emocionado: “Un día, cuando la vea [Trolls] dirá, ¡eh, sí, ese es mi padre!”, confirmando que la paternidad ha influido en su participación en la próxima película. Más allá de embarcarse en un proyecto de aire infantil, ser padre ha cambiado de raíz su estilo de vida. Defiende más la privacidad de su familia, y su prioridad es la educación de Silas. “Lo mejor que puedo hacer es dar a mi hijo la perspectiva para entender qué es lo que realmente importa y qué no”. Parece que el pequeño, del que su mujer ha dicho que es como si él y el cantante “fuesen la misma persona”, ha enterrado definitivamente al Justin Timberlake galán con fama de fiestero que robó la inocencia de Britney Spears y el corazón de Cameron Diaz. Al mujeriego al que presuntamente Jessica Biel hizo firmar una cláusula de infidelidad que le costaría casi medio millón de euros extra en caso de separación. “Piensas en que solo tiene poco más de un año, pero dentro de cinco, y de otros cinco, seguirá aquí. Está aquí”, concluía el cantante sobre su primogénito.
La estabilidad personal no ha conseguido variar una realidad. Timberlake sigue siendo un artista de apenas 35 años y una de las mayores superestrellas del planeta (Forbes le calcula su fortuna de algo más de 56 millones de euros). Él mismo reconoce que, al entrar a grabar las canciones de Trolls, sintió inmediatamente “la inspiración” y empezó a pensar en el que será su próximo álbum de estudio. Poco le queda por hacer al niño prodigio que cantaba en el programa de televisión Mickey Mouse Club y que despachó 20 millones de copias siendo un adolescente y enloqueciendo a las jovencitas con el grupo N Sync en la década de los noventa. Su imagen, pulcra, elegante, sin estridencias y al mismo tiempo sexy, marcó una época en la que las estrellas del pop demostraron que podían arrasar sin generar polémicas (aunque también las experimentó con el incidente del pezón de Janet Jackson en la Superbowl de 2004). Medios especializados le han calificado como un icono de la moda, y el diseñador Tom Ford ha dicho de él que “sin esfuerzo, vuelve moderna la clásica costura masculina”. Supo elegir a la hora de dar el salto al cine, pero no empezó poco a poco. Su debut fue con un guion complejo, a las órdenes de David Fincher en La red social (2010), ganadora de tres Oscar y en la que él se destapó como una revelación.
Ha triunfado probando todos los estilos musicales, se ha caracterizado por mezclar varios dentro de un mismo disco y ha potenciado sus agudos como el rasgo que hace a su voz inconfundible. Se le ha llegado a comparar con Michael Jackson, aunque también se le ha criticado por abusar demasiado de un territorio, el R&B y el soul, dominado por artistas negros. Siempre ha sabido alternar, y como ahora, volver al origen, al pop. Con 55,5 millones de seguidores en Twitter, 39,5 en Facebook y casi 29 en Instagram, Justin Timberlake ha buscado un tema con capacidad viral, de esos que invitan a repetir pasos de la coreografía o a grabarse en vídeo cantándolo y etiquetar a los amigos. El Happy de Pharrel Williams de 2016. Lo ha conseguido. Los vídeos con versiones de Can’t Stop the Feeling! se cuentan por miles en la Red. Las últimas en sucumbir al tema, cinco modelos de Victoria’s Secret. En su particular videoclip bailan derrochando sensualidad veraniega y repiten que lo que les hace sentir lo nuevo de Justin Timberlake, más adictivo que nunca, es algo imposible de parar.
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