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Suertudos: 8 genes que solucionan la vida a sus portadores

Quienes los heredan son inmunes a enfermedades, viven muchos años y controlan sus impulsos. Lo que viene a ser gozar del favor del ADN

¿Por qué hay personas de la misma edad que otros que aparentan ser más jóvenes? ¿Y hermanos educados en el mismo ambiente totalmente opuestos en el carácter? ¿A qué se debe que haya personas que casi nunca enferman? La respuesta puede encontrarse en los genes. La ciencia conoce ya muchas variantes de esta unidad de información del ADN con consecuencias negativas. Pero, ¿qué hay de los "genes buenos"? También existen, aunque son menos populares. "Conocemos más variantes génicas cuya actividad tiene consecuencias negativas porque, para descubrirlas, hay que correlacionarlas primero con algún aspecto de nuestra fisiología, anatomía y comportamiento. Y los aspectos que más llaman la atención son aquellos que pueden perjudicar al individuo o a la sociedad, como las variantes génicas de predisposición a enfermedades, malformaciones o comportamientos socialmente desadaptativos", explica el doctor David Bueno i Torrens, biólogo e investigador de genética en la Universidad de Barcelona. Aunque también matiza que, una vez conocidas, rápidamente se identifican las variantes que no llevan asociados elementos novicos. ¿Cómo saber si somos portadores de uno de estos "genes buenos"? José Antonio Caruz Arcos, biólogo en la Unidad de Inmunogenética de la Universidad de Jaén, confirma que es un trabajo sencillo: "Basta un análisis de ADN de una simple muestra de saliva y en hora y media se tienen los resultados".

Longevos y de cara joven

Vivir más de cien años es una cuestión genética. Existe el gen de la longevidad, se llama APOE2 y sus portadores son tremendamente afortunados: "Quienes lo poseen presentan una esperanza de vida que supera en 20 años a quienes carecen de él, además de estar más protegidos frente a la demencia", afirma el doctor José Ignacio Lao, genetista y director del centro de medicina genómica Genomic Genetics Internacional, en Barcelona. La mejor prueba de ello es un estudio realizado en España, concretamente en la población vallisoletana de Villabrágima, donde estudiaron a los ancianos con más de cien años: los análisis de ADN desvelaron que todos ellos poseían el APOE2. El doctor Lao confirma que esta variedad se ha encontrado en todas las poblaciones de centenarios, "por eso se le conoce como 'el gen de la longevidad".

Aparentar más o menos edad de la que figura en el documento nacional de identidad también alberga una clave genética. Lo acaba de revelar un estudio realizado en Holanda por investigadores de Unilever y publicado en la revista Current Biology. El trabajo analizó la apariencia de 2.693 ancianos holandeses a través de fotografías faciales digitales para determinar la edad que aparentaban y posteriormente les realizó análisis de ADN. Los resultados mostraron que los ancianos con un tipo de gen llamado MC1R parecían dos años más mayores que los que no lo tenían. "Se tuvo en cuenta la exposición al sol de los participantes y se vio que el MC1R también estaba presente en los que lo evitaron, esto sugiere que la expresión del gen no viene determinada solo por la exposición al sol", precisa el doctor David Gunn, coautor del estudio, en declaraciones a través del correo electrónico. Este es el primer gen, según el doctor Lao, que demuestra un gran peso de la genética en el envejecimiento facial, "las próximas metas de los investigadores están encaminadas a encontrar la forma de modificar la expresión negativa de este gen", anticipa.

Inmunes a la enfermedad

Hay enfermedades en las que determinados genes poseen un papel crucial, tanto, que de ellos depende el padecerlas o no. Por ejemplo, una mutación en el gen CCR5, descubierta en 1996, genera resistencia casi total a la infección por VIH, es decir, los individuos que la tienen, aunque mantengan relaciones de riesgo con personas infectadas por VIH, no se contagian. "Sin embargo, la mayoría de los sujetos expuestos no infectados de nuestro entorno no tienen esta mutación, lo que nos hace pensar que otros genes pueden afectar a la susceptibilidad a la infección por VIH", resalta el investigador José Antonio Caruz, responsable de un equipo de científicos andaluces e italianos, liderados por la Universidad de Jaén, que ha detectado dos variantes de genes que protegen contra esta infección. En su estudio analizaron el genoma de 450 individuos expuestos a prácticas de riesgo durante años, en concreto heroinómanos que no se habían infectado, y descubrieron que eran portadores de las variantes C4BPA y CR2.

La hepatitis C, una enfermedad del hígado que afecta a entre 130 y 150 millones de personas en todo el mundo, también cuenta con un gen "bueno": el IFNL4. "Quienes lo portan presentan curación espontánea más alta sin tratamiento que las personas que no lo tienen", aclara Caruz.

Incluso la gravedad de la gripe depende, entre otros factores, de mutaciones genéticas, en este caso del gen IFITM3. Según José Antonio Caruz, "aunque es un gen protector, posee dos mutaciones: la C y la T. La primera se asocia a peor pronóstico de la enfermedad, con alta tasa de neumonía; mientras que la T produce el efecto contrario, es decir, ayuda a recuperarse de la enfermedad".

Y, en cáncer, el gran campo de batalla de la genética, existen genes supresores de tumores, genes "amigos" que trabajan en beneficio de nuestra salud. "El gen supresor tumoral más estudiado y conocido se llama p53. Participa en ayudar a reparar el material genético e induce la muerte de aquellas células con mutaciones asociadas con cáncer. Está implicado en muchos tumores humanos, destacando el cáncer de colon, pulmón y linfomas", explica el doctor Manel Esteller, director del programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), en Barcelona. Esteller, uno de los mayores expertos en el estudio de cómo el ambiente influye en la expresión de los genes, avisa de que varios factores externos pueden inactivar nuestros genes supresores tumorales y contribuir a la aparición de un cáncer, "entre los mismos, cabe citar el tabaco, la radiación ultravioleta y la contaminación".

Capaces de domar los impulsos

¿Y el carácter? Los genes también modulan la intensidad de determinados rasgos de la conducta. En concreto, el MAO-A actúa sobre la impulsividad. Interviene en la gestión de algunos neurotransmisores, las moléculas que comunican las neuronas entre sí. "Degrada el neurotransmisor serotonina, que está implicado en la inhibición de la ira y la agresión, y también participa en el estado anímico general", explica el doctor David Bueno i Torrens. Pero todos tenemos este gen, así que la diferencia estriba en las variantes: una larga o de alta actividad y una corta o de baja actividad. Según este investigador, "las personas con la variante larga tienen menos tendencia a responder impulsivamente con comportamientos agresivos. En cambio, las personas con la variante corta, si el ambiente conlleva estrés, responden mucho más fácilmente con agresión impulsiva". Esto no quiere decir que la variante larga consiga suprimir la impulsividad por completo, ya que estamos hablando de una reacción que forma parte de los comportamientos básicos de supervivencia. ¿Para qué la necesitamos? "Ante una situación amenazante las respuestas rápidas (impulsivas) pueden ser más adecuadas que las reflexivas (requieren más tiempo de procesamiento). Sin un nivel mínimo de impulsividad, la supervivencia puede verse comprometida", aclara Bueno i Torrens. Aunque rebajada, desde luego, es una ventaja en muchos ámbitos de la vida.

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