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Pepe Rodríguez (jurado de 'MasterChef'): “No sé ni encender el ordenador”

En plena cuarta temporada del formato estrella de TVE, el chef es contundente sobre su entrada en el programa: "Lo hice por dinero"

Almudena Ávalos
Pepe Rodríguez posa para ICON en el madrileño Mercado de la Cebada con una mirada que corta la cadena del frío. Y sí, le hemos querido sacar psicodélico.
Pepe Rodríguez posa para ICON en el madrileño Mercado de la Cebada con una mirada que corta la cadena del frío. Y sí, le hemos querido sacar psicodélico.Ximena Garrigues y Sergio Moya

A Pepe Rodríguez le hubiera gustado ser futbolista, jugador de baloncesto o estrella del rock. Pero no le daba muy bien a la pelota y no tenía altura ni voz. Así que a los 22 años entró en la cocina del restaurante familiar, El Bohío, en Illescas (Toledo). En 1999 logró una estrella Michelin que ha sabido conservar durante 17 años. En 2010 ganó el Premio Nacional de Gastronomía. Pero, sobre todo, desde hace tres años es jurado del mega éxito de Televisión Española MasterChef y tiene seguidores de todas las edades. “Cómo cambia la vida. De la figura del cocinero orondo a vedetes que incluso salimos en revistas de gastronomía”, bromea mientras camina por el madrileño Mercado de la Cebada. Con Pepe (Illescas, Toledo, 49 años, casado y con tres hijos: 13, 10 y 6) hay que tener cuidado en no tomarse todo lo que suelta al pie de la letra.

En realidad, salió espantado de la grabación del piloto de MasterChef. “Estuvimos 14 horas grabando algo que me parecía surrealista. Cuando regresaba a Illescas, en coche, solo quería que me dejaran tranquilo en mi cocina”. Entonces, le llamaron. Y él aceptó. “Lo hice por dinero. Pero cómo mola entrar en la tele. ¿Por qué no lo hice hace 25 años? Le habría dado dos patadas a la cocina corriendo. Se trabaja mucho menos, te pagan mucho más, te tratan mejor, tienes más tiempo libre… ¡Es infinitamente mejor!”.

Lo hice por dinero [entrar en 'MasterChef']. ¿Por qué no lo hice hace 25 años? Le habría dado dos patadas a la cocina. Se trabaja mucho menos, te pagan más, te tratan mejor, tienes más tiempo libre…

Posiblemente ahora esté hablando en serio. “Antes del fenómeno MasterChef me he ganado la vida con la gastronomía extraordinariamente bien: he asesorado restaurantes y trabajado para grandes empresas. Pero llegó la crisis y pensé que si tuviese que cerrar El Bohío recogería basura o cargaría camiones, porque no sabía dónde podría encajar. ¿Sabes qué tristeza da pensar que solo sabes hacer una cosa en la vida? No sé ni encender un ordenador”.

Luce una quemadura reciente en la mano derecha, evidencia de que ha estado cocinando esta mañana. Es su pasión. Incluso desde su irrupción en televisión mantiene la misma filosofía. “Cuando alguien me dice que ha comido de nueve y otro de seis, yo saco la media. Muchas veces el error es mío. Pero si no es así, falla el cliente, que se ha equivocado de sitio, ha venido porque ha oído hablar de mí sin saber el tipo de cocina que hago o se esperaba encontrar otra cosa en la carta”.

Pepe junto a sus compañeros el cocinero Jordi Cruz y la restauradora Samantha Valléjo-Nágera en un momento del programa 'MasterChef'.
Pepe junto a sus compañeros el cocinero Jordi Cruz y la restauradora Samantha Valléjo-Nágera en un momento del programa 'MasterChef'.

Hay cosas en las que sí se ha modernizado. “Illescas era un pueblo lleno de huertas. De crío recuerdo cómo traían la verdura al restaurante. Después llegó el ladrillo y se lo comió todo. En mi tierra ya no hay agricultores, pero en menos de 24 horas tengo los mejores productos de donde quiera”, explica.

Por donde no pasa es por la moda de montar un huerto contiguo a su local. “Hay mucha pose y muchos lo tienen para hacerse la foto”. Pepe es un desmitificador constante. Por eso le llama la atención la imagen que se tiene de su profesión. “Con la euforia del fenómeno de la alta cocina española, y después MasterChef, las escuelas de hostelería están llenas. Pero cuando vienen a los restaurantes a hacer prácticas y comprueban cómo se trabaja, lo que se sufre y las horas que se echan, hay un rechazo y muchos llantos. Esto es la hostelería”.

Para no perder el contacto con la realidad, él se vuelca en la responsabilidad social. “Con 22 presidía Amidemar, una asociación de ayuda al toxicómano en Illescas. Salía de la cocina y me iba a echar un cable a chavales que lo estaban pasando mal. Fue una época dura, sin información”. Ahora, su lucha se dirige “a mantener un negocio, crear puestos de trabajo, vivir mejor y ayudar a todo el que pueda.

Es raro el día que no aparece gente por El Bohío pidiendo para comer, para pagar la luz o lo que sea que necesiten. Siempre son bien atendidos porque no quiero que se vayan de vacío. No sé si llego a todos, pero hay que tender la mano al que tiene menos. Igual eres tú el que lo necesitas mañana”. Esto no va con lo de ser estrella de rock pero sí con lo de ser cocinero. Tener las manos en los fogones y los pies en la tierra.

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