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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La huella del 15-M

El eco vive, aunque su espíritu se resiste a entrar en la política de partidos

Manifestación del 15-M en Madrid.
Manifestación del 15-M en Madrid. Álvaro García

La ausencia de una estructura que represente al movimiento de los indignados —más conocido como 15-M, en recuerdo de la fecha en que se produjo la primera concentración en la madrileña Puerta del Sol— no ha impedido que, cinco años después de su aparición en la escena, mantenga cierta presencia pública. El revulsivo que supusieron las manifestaciones y acampadas de mayo de 2011 ha impregnado las propuestas políticas desde entonces, y sus ecos han traspasado fronteras.

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Sin otorgarle, desde luego, el monopolio de las reivindicaciones expresadas en su día, la verdad es que el movimiento del 15-M generó un debate público sobre la representatividad de las instituciones políticas, las normas electorales, la dación en pago, la transparencia de las retribuciones de altos cargos o la corrupción. Surgido en el contexto del empobrecimiento creado por la crisis económica de los años precedentes y la precariedad de las expectativas de la juventud, el malestar expresado por sus simpatizantes ha encontrado en Internet y en las redes sociales sus principales herramientas de expresión.

El problema ha sido canalizar políticamente lo que nació como un movimiento antipolítico, cuya consigna más famosa fue no nos representan, que atacó sin matices el bipartidismo PP-PSOE como si fueran dos caras de una misma moneda. La situación ha madurado lo suficiente como para que hayan surgido nuevos actores políticos, de los cuales Podemos es el ejemplo más acabado. Ahí se vive la contradicción entre el oportunismo de dirigentes que provenían de otros campos y la necesidad de encauzar políticamente las reivindicaciones del 15-M para que no derivaran en peligrosos radicalismos. Algunos sectores habían cruzado el Rubicón democrático en actos celebrados ante el Parlamento de Cataluña o el Congreso de los Diputados. Tras los conflictos de orden público, lo cierto es que los éxitos electorales de Podemos han coincidido con la atenuación de esas tensiones callejeras. Subsiste, no obstante, cierta desconfianza por parte de los que el domingo pasado acudieron a conmemorar el quinto aniversario del 15-M, contra los intentos de recuperación política del mismo a cargo de Podemos.

En la medida en que se trata de un movimiento en buena parte juvenil, la política habrá de encontrar alternativas para que la generación mejor preparada no se vea conducida sine die al aparcamiento de la historia y sus reivindicaciones formen parte de la agenda. Los cargos electos deben asumir que no regenerar la función de representantes públicos ni cumplir cabalmente con su responsabilidad trae consecuencias de desafección que ningún demócrata consciente puede desear.

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