El cine político o la emoción que desataron las primaveras árabes
Febrero es casi un nombre propio, hoy, en el Magreb, y quizá el único mes que se designa por su nombre y no por su número de orden en el calendario (aquí, en francés, se dice, generalmente,"el mes 2" o "el mes 5"). Febrero evoca el 20 de febrero de 2011 y el Movimiento (Mouvement du 20 Février) surgido del seno de aquellas manifestaciones contestatarias, en la estela de las Primaveras árabes, que en Marruecos no buscaban derrocar a nadie sino mejorar las condiciones de vida de la democracia y de los ciudadanos.
Con los llamados Años de Plomo (parte de los 60, 70 y de los 80) anotados con tintasangre ya en los libros de Historia y bajo el paraguas de los compromisos del soberano de revisar la responsabilidad estatal en la represión de aquellos años, un grupo de jóvenes estudiantes, trabajadores y sindicalistas empiezan a salir a la calle a principios de 2011. Consiguen el reconocimiento de algunos importantes derechos sociales y de género, pero esencialmente instauran un espíritu crítico con ciertos contornos colectivos reconocibles.
Entonces llega el cine político. Al cabo de los libros, tamizados los recuerdos más dolorosos de padres y abuelos, con los testimonios recogidos en registros oficiales para resarcir a las víctimas, los escritores y realizadores actuales quieren poner sus propias preguntas a consideración, y sacan la cámara a la calle. Quizá no haya respuestas para todas las preguntas, o de todas las cuestiones habrá aristas sin luz suficiente, pero allí quedarán justamente sus hesitaciones, grabadas para la Historia. El cine es material disparador, punto de partida de discusiones largas y apasionadas entre sus contemporáneos y registros de época para los ciudadanos que vendrán. Hay ficción, sí, pero crece el hambre documental.
Fotograma del filme 'Starve your dog' ("Hambrea a tu perro") del marroquí Hicham Lasri, en estos días en la Berlinale.
"Ahora, en los países árabes, el cine de ficción –salvo algunas películas– es un cine más bien televisivo: son más telefilmes que películas. El documental, que antes estaba abandonado, ha empezado a evolucionar. Había buenas películas documentales, pero no se tenían en cuenta. Hoy se muestran en los circuitos de los festivales, de los cineclubs o, al final, en la televisión. Las primaveras árabes impulsaron la evolución de los documentales", afirmaba Ahmed Boughaba, crítico de cine y especialista marroquí, en una entrevista concedida a la publicación Estudios de Política Exterior.
Tiempos angustiantes en el mundo entero: hacen falta preguntas o boscetos explicativos, alguna brújula, una sonrisa de salvación.
Trailer de 'Starve your dog'. Los perros figurados de las calles marroquíes, según Hicham Lasri.
Un par de semanas atrás, el prestigioso Festival Internacional de Cine de Autor de Rabat se inauguró con la proyección de Starve your dog, de Hicham Lasri (Casablanca, 1977). Starve your dog ("Hambrea a tu perro") es la última película de Lasri ('C'est eux les chiens'/ "Son ellos los perros"), un docudrama marroquí que llega en estos días nada menos que a la sección 'Panorama' de la 66º Berlinale. Represión y psicodelia son la argamasa ético-estética del cine -no siempre convincente- de Lasri. Esta vez, a partir de imágenes reales y materia teatral, ha imaginado las confesiones que podría haber hecho el hombre fuerte de Hassan II si estuviera vivo. El verdadero Driss Basri, ultraministro de los 'Años de Plomo', fue cesado en 1999 por el rey Mohammed VI, y murió en el "exilio" parisino, en 2007. Un ejercicio interesante, cuanto menos.
En el marco de esta semana de buen cine en la capital, otros dos ejemplos de cine político marroquí: Le poids de l'ombre ("El peso de la sombra") de Hakim Belabbes, sobre las desapariciones de personas durante los primeros 70, y Rif 58-59, de Tarik El Idrissi, sobre las revueltas en las montañas del Rif, en el Norte de Marruecos, en tiempos de la independencia del pais. En ambos casos, el foco está puesto en poblaciones de origen bereber (rifeño y amazigh), con lengua y culturas bien propias, lo que también ha dado lugar a disputas y reconciliaciones históricas.
'Contre-pouvoirs', un documental de Malek Bensmaïl sobre las últimas elecciones en Argelia, en las que el veterano Bouteflika ganó por el 80 por ciento de los votos.
Del país vecino, de Argelia, y gracias al ciclo de culto entre los cinéfilos rabatíes como es Jeudi Cinema et Droits de l'homme ('Jueves de cine y DDHH"), llega una película novísima llamada Contre-pouvoirs ("Contrapoder"). Es, también, un documental con todas las letras, que nos invita a la redacción del periódico 'Al Watan' durante los días previos a las últimas elecciones presidenciales, en Argelia, en 2014. El desenlace es un "resultado soviético", según uno de los periodistas: el veterano Abdelaziz Bouteflika (nacido en Oujda, Marruecos, en 1937) ganó, por enésima vez, con el 80 por ciento de los votos. Y resulta verdaderamente interesante presenciar de cerca las discusiones entre los columnistas, sus interpretaciones de las revueltas y sus dudas sobre las fuentes y los cierres, con los títulos de portada editorializando un país complejo y encerrado.
Por último, una pequeña perla de ficción (con imágenes de actualidad informativa) nos alienta por el talento que ya está aquí y también por todo lo que vendrá de la mano de realizadores jóvenes que se atreven a narrar personalísimamente este convulso tiempo social, político, afectivo. El cortometraje Habiba (en árabe, "mi amor"), del marroquí Hatim Jarir, se filmó en una terraza de la popular Salé -la ciudad vecina a Rabat- y da cuenta de aquel febrero que mencionábamos en el primer párrafo, el de 2011. Hay, aquí, un logrado juego-metáfora sobre la escasa tinta con que se escriben algunos acontecimientos... o sobre la necesidad de remarcar, reforzar lo que empezó a escribirse.
Contra el plomo, emoción. Y otros febreros.
'Habiba', cortometraje de Hatim Jarir.
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