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El vértigo de tener algo que decir en política

En las primarias de EE UU, California no suele ser decisiva, pero esta vez puede ser diferente

Pablo Ximénez de Sandoval

El Estado de California es el más rico y el más poblado de Estados Unidos y no pinta absolutamente nada en la elección del presidente. Es un alivio. Con 38 millones de habitantes y un tamaño parecido al de España, California es muy útil como fuente de financiación, pero hacer aquí una campaña es la peor pesadilla de cualquier candidato. En Iowa, con tres millones de habitantes, los candidatos han gastado más de setenta millones de dólares solo en anuncios, sin contar gastos de campaña. En New Hampshire, con un millón de habitantes, el gasto en anuncios ha superado los 100 millones de dólares. Eso viene a ser lo que se gastan los lobbies a favor y en contra de una iniciativa popular en California.

El Estado elige 546 delegados de la Convención Demócrata y 172 delegados de la Convención Republicana, más que Iowa, Nuevo Hampshire, Nevada y Carolina del Sur juntos. Pero no tiene ninguna influencia porque los elige en último lugar, el próximo 7 de junio, cuando ya debería haber un ganador claro con una mayoría de delegados a su favor para ser el nominado. Para esa fecha estarán asignados el 82% de los delegados demócratas y el 87% de los republicanos. No es un error. Saltarse California es deliberado. Sin embargo, la igualdad en la campaña de este año, y especialmente la división en el bando republicano, aumentan las posibilidades de que la mayor economía de EE UU acabe decidiendo un desempate en el último momento.

La remota posibilidad ya tiene haciendo cábalas al comentariat californiano. Apenas hay encuestas en un Estado que vota demócrata sí o sí. Tres sondeos anticuados daban ventaja entre los republicanos a Ted Cruz (Orange County es el corazón de la derecha cristiana) y Donald Trump (al fin y al cabo, este es el Estado que votó a Schwarzenegger y a Reagan, dos veces), y a Hillary Clinton entre los demócratas. A nadie le importa. Porque la mera posibilidad de que importe da vértigo.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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