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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enseñen sus cartas

Arranca el proceso decisivo de negociación sin conocer aún el proyecto de Rajoy ni del PP

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, durante la constitución del nuevo Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, durante la constitución del nuevo Congreso de los Diputados.EL PAÍS / Uly Martín

La semana próxima comienza el proceso decisivo para aclarar si se consigue un acuerdo de formación de gobierno o si los procesos negociadores fracasan y no queda otra salida que repetir las elecciones. Esta última opción, la menos deseable desde el punto de vista de los intereses generales, tampoco resolvería los problemas a los que se enfrentan las fuerzas políticas a la hora de conformar mayorías de gobierno, según se desprende del sondeo de Metroscopia publicado hoy en EL PAÍS. Porque el cuatripartidismo, lejos de debilitarse, se mantiene e incluso se refuerza casi un mes después de los comicios del 20 de diciembre.

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Los ciudadanos muestran un alto grado de confianza en las fuerzas a las que ha apoyado y la gran mayoría prefiere soluciones que eviten la repetición de elecciones. A estos efectos, el sondeo revela el daño que le ha hecho al PSOE la gestión poselectoral y la competencia que le supone Podemos, lo cual invita a no crear falsas expectativas en torno al margen con que cuenta el líder de los socialistas, Pedro Sánchez, para el caso de que fracase la investidura de Mariano Rajoy. Tampoco se recupera el partido del presidente en funciones, mientras que Ciudadanos y su dirigente, Albert Rivera, sacan rédito de la actitud dialogante mostrada tras los comicios.

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Estas oscilaciones, aunque significativas, no alteran las líneas generales del sistema multipartidista. Los actores políticos tienen que tener en mente que no se trata solo de prepararse ante la crisis constitucional amagada por las autoridades independentistas de Cataluña. En términos económicos, la opción más costosa sería sin ninguna duda un fracaso negociador que condujera a nuevas elecciones. Porque en ese caso, habría que esperar hasta el segundo semestre del año para negociar con Bruselas sobre el próximo plan de estabilidad.

Los votantes no premian la ambigüedad, sino a los políticos capaces de buscar entendimientos

La Comisión Europea entiende que España no ha cumplido los objetivos de déficit en 2015 y tampoco los cumplirá en 2016. Es imposible soslayar la negociación de un ajuste presupuestario sobre la base de las cuentas públicas aprobadas bajo la anterior mayoría absoluta del Partido Popular. Se explica así la exhortación del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, para conseguir un Gobierno estable en España.

Quien primero tiene la intención de intentarlo —el partido que más votos obtuvo el 20 de diciembre, el PP— es el que menos protagonismo ha tenido desde aquella fecha. Llevamos semanas hablando más del PSOE o de Podemos que del propio PP, como si la responsabilidad de la gobernabilidad del país descansara más en quienes han perdido las elecciones que en el partido que alcanzó la primera posición. Las escaramuzas de los últimos días han servido para observar que es casi imposible un acuerdo en la izquierda, sobre todo por la deriva de Podemos y de los nacionalistas, mientras que aún no está clara cuál es la propuesta del PP, cuál es su proyecto de Gobierno y quién es su candidato a presidirlo. Las referencias genéricas de Mariano Rajoy a que el PSOE y Ciudadanos le den su apoyo por el bien de la estabilidad del país no pueden considerarse una exploración seria sobre las posibilidades que tiene el PP de reunir una mayoría. Necesitamos saber mucho más y con más detalle.

Hay que conseguir un Gobierno que dé confianza a ciudadanos, a los inversores y a la UE

Dejar pasar el tiempo no resuelve nada. Repetir las elecciones alarga en exceso la fragilidad de un Gobierno en funciones frente a las acometidas del independentismo en Cataluña y crea un escenario político-económico en el cual los eventuales ajustes exigidos por Bruselas deberán concentrarse durante los últimos meses del año. Y en el supuesto de que se lograra persuadir a las autoridades europeas de la imposibilidad de aplicar un ajuste drástico en pocos meses, la economía española se encontraría con un año perdido. La política monetaria del Banco Central Europeo nos protege contra una crisis de deuda, pero un clima de inestabilidad política puede incrementar la prima de riesgo española, un efecto nada deseable cuando este país tiene que refinanciar este año unos 400.000 millones de euros.

Es el momento de mostrar una actitud abierta y olvidarse de las líneas rojas para sentarse a dialogar. Hay que conseguir un Gobierno que, a la vez, genere confianza en los ciudadanos, en las instituciones europeas y entre los inversores. Es un error pensar que la ambigüedad evita castigos electorales. Al contrario, los electores premian a los políticos capaces de buscar cauces de entendimiento y agotar las alternativas. No sería serio devolver la pelota a los votantes sin haber apurado antes todas las opciones de construir un Gobierno estable.

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