Demasiada utilidad, poca humanidad
Decía Antonio Gramsci en su obra Cuadernos de la cárcel que los humanistas no aprendían latín y griego para hablarlos, para ser camareros o agentes comerciales, sino que se aprendían para conocer la civilización de ambos pueblos y, en definitiva, para conocerse a uno mismo conscientemente.
Recientemente leíamos en este periódico que los titulados que menos han sufrido la crisis son los médicos e ingenieros, puesto que siempre hay enfermos a los que tratar e industrias que desarrollar. Por el contrario, las carreras de Humanidades se sitúan en el polo opuesto, apenas tienen salidas laborales. Bien es cierto que hoy en día impera la utilidad, pero ahora, pensemos por un momento: ¿de qué serviría tener una sociedad plenamente empleada, si no tenemos bibliotecas a las que acudir, museos que visitar y teatros a los que asistir? ¿Preferimos una sociedad útil o una sociedad humanizada? Permitamos el desinteresado interés por nuestra cultura para entender el presente y soñar con el futuro.— Rubén Conde Rubio.
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