Kyle MacLachlan: "El nuevo 'Twin Peaks' va a ser algo maravilloso"
El mítico protagonista de la mítica serie de David Lynch se pone ante la lente de ICON para dar pistas sobre su regreso al pueblo
Aunque sea tirar piedras contra el propio tejado periodístico, debo confesar que algo hace del actor Kyle MacLachlan (Yakima, Washington, 56 años) un entrevistado inusual. Quizá me equivoque, pero aunque su carácter es totalmente distinto a cómo se muestra en pantalla y es cierto que a veces no responde exactamente a lo que se le pregunta, juraría que en sus respuestas dice la verdad.
La nueva temporada será puro David Lynch. Le han dado toda la libertad que necesita
Y eso que no dice cosas fáciles de creer. Asegura que antes de hacer Dune y convertirse en el actor fetiche del maestro de lo rocambolesco, David Lynch, había sido un niño ingenuo del interior de Estados Unidos al que sus padres no dejaban ver prácticamente más que películas de Disney. Resume su noviazgo con Linda Evangelista simplemente como “divertido” y afirma que no piensa demasiado en eaquella historia. También asegura que pasó un poco de vergüenza en algunas escenas de Sexo en Nueva York a pesar de haber rodado clásicos de lo explícito como Terciopelo azul o Showgirls y, lo más inverosímil, asegura que Lynch es un tipo dulce y encantador al que presentó a sus padres en 1984. ¿Serán los dos tan normales porque vierten toda su perversión barroca en su arte?
La feliz pareja artística vuelve por sus fueros. No podía rematarse esta nueva era dorada de la televisión sin el regreso de la serie que expandió la idea de lo que cabe en una pequeña pantalla. Vuelve Twin Peaks, la misma que dejó a medio mundo en estado de shock hace 25 años con la pregunta “¿Quién mató a Laura Palmer?”. MacLachlan ha sido desde entonces testigo tangencial de la historia de la televisión estadounidense (ha colaborado en Mujeres desesperadas, Cómo conocí a vuestra madre o The Good Wife), pero vuelve con el que es su personaje más memorable: el agente especial Dale Cooper. Ahora, suma al de su inseparable café el poso de cinco lustros sobre un físico todavía gallardo e inquietante. Y aunque la serie se emitirá en 2017 y seguramente sea tan críptica como la original, el misterio ha empezado desde ya con una cláusula de secretismo absoluto alrededor del rodaje.
¿Es consciente de que vamos a hacerle muchas preguntas sobre algo sobre lo que no puede decir nada?
No voy a revelar nada. Sólo diré que el rodaje va genial y que será puro David Lynch. Está haciendo el Twin Peaks que quiere hacer. Tiene la libertad que necesita y estoy muy contento porque va a ser algo maravilloso e imprevisible. Yo mismo tenía mucha curiosidad por conocer la nueva historia y, aunque firmé antes de leer nada, en cuanto vi el guion entendí que todo iba a ser tan especial como esperaba.
Recuerdo que, tras el rodaje de ‘Dune’, vi en Times Square un enorme cartel promocional de la película con mi cara. no sentí que ese fuera yo”
¿Qué ha cambiado en estos 25 años? ¿Ha llegado el smartphone a Twin Peaks?
Han pasado 25 años para mí y para Cooper y lo adquirido durante este tiempo, sea eso lo que sea, estará integrado en la nueva temporada. Y sí, los teléfonos móviles han llegado a Twin Peaks, pero no tendrán una parte central en la trama [ríe]. No ha cambiado nada en el rodaje. Trabajar con David me resulta muy familiar. Entiendo más o menos su imaginario, o eso creo. Claro que hay cosas que no puedo explicar, pero como actor entiendo lo que le está pasando al personaje y hacia dónde va. Es todo lo que necesito saber, lo demás es ya la bella magia de David Lynch.
Lynch demostró con Twin Peaks que puede convertir algo tan minoritario como su universo personal en un fenómeno de masas. ¿Cómo lo hace?
No quiero ponerme muy esotérico, pero David crea un mundo que tiene una verdad esencial, que es intrínseca en todos sus elementos. Es una realidad incluso dentro de su irrealidad. Tiene un mecanismo interno, una coherencia que sólo existe en un rincón de su mundo, ese lugar potente, terrorífico a veces, pero siempre estimulante. Tiene algo de pesadilla, pero también una gran cantidad de sentido del humor. Creo que es esa yuxtaposición lo que lo hace inesperado, lo que consigue siempre pillarte por sorpresa.
¿Se ha reconciliado con Lynch después de renegar de la versión cinematográfica de la serie?
Entonces estaba tan concentrado en lo que se había visto en televisión que ampliar la historia en cine me confundió. No entendí que eran cosas distintas. Ahora me doy cuenta de que estaba equivocado. Y además, trabajar con David Bowie fue cumplir un sueño.
Mi madre me inculcó la empatía y la sensibilidad. Mi padre era un hombre callado, clásicamente masculino. Ahora quiero que mi hijo sepa lo importante que es para un hombre ser como mi madre”
El tiempo cambia mucho la perspectiva de las cosas, como ha sucedido con dos de sus películas, Dune y Showgirls, que fueron sonoros fracasos luego reivindicados ¿Qué es para usted un éxito?
La expectación juega un papel importante en el estreno de una película o serie. A veces no se satisface y por eso se las considera fracasos, porque generan una decepción. Pero a veces esa misma película vuelve a ti, por su historia, por su estética o por su atmósfera. Le pasó a Blade Runner: no tuvo éxito en su momento y hoy todo el mundo la valora. Salvando las distancias, a Showgirls o Dune les ha pasado eso: ha habido gente que se las ha encontrado sin presiones y las ha entendido mejor.
¿Cómo recuerda usted sus años de fama?
Recuerdo que, tras el rodaje de Dune, pasé por Times Square, en Nueva York, y vi un cartel promocional gigante con mi cara. No sentí que fuera yo. Había estado siete meses rodando en México y cuando vi ese anuncio, me di cuenta de que no sabía muy bien qué esperar. Luego se estrenó la película y en realidad no cambió nada. Prácticamente volví a la casilla de salida. Si hubiese sido un taquillazo, quizá hubiese cantado otro gallo, pero aquello fue una especie de no suceso.
¿Y la época con Linda Evangelista, en plena fiebre de las supermodelos?
Fue un momento muy particular y lo pasamos muy bien. Fue divertido. No pienso mucho en esa época. Fue una experiencia. Cuando terminó, simplemente seguí adelante, hacia lo que es mi vida ahora.
¿Qué aprendió de las mujeres en Sexo en Nueva York?
Disfruté mucho mi relación con Charlotte [Kristin Davis] porque era algo muy poco habitual, por no decir vergonzoso [interpretaba a un marido que no se excitaba con su mujer y sí con el porno]. Mi personaje tenía dos caras: la relación con su madre y la relación con su mujer. Nos reíamos mucho de las propias situaciones que generaba el guion, la manera en la que forzaban hasta el límite. Básicamente, el reto era: ¿a ver cuánta vergüenza me toca pasar esta vez? Fue una serie muy divertida y, sobre todo, para su época, muy franca.
¿Cambió su modelo de feminidad o masculinidad a raíz de la serie?
Nací en 1959 y crecí en los sesenta, cuando las mujeres estaban en pleno proceso de liberación. Mi madre era una muy especial: fue la que me inculcó valores como la empatía y la sensibilidad. Quien alimentó mi vena artística fue ella. Venía de un mundo diferente. Había nacido en los treinta, crecido en los cuarenta… Cuando llegaron los sesenta y los setenta, llevó los cambios de una manera hermosa. Se encontró a sí misma y se reubicó en el mundo. Me hizo sentir muy orgulloso. Aún hoy es mi modelo de feminidad. Mi modelo de masculinidad, mi padre, era más de la vieja escuela. Era silencioso y no mostraba su sensibilidad. Ahora tengo un hijo de siete años y quiero reforzar su creatividad, su sensibilidad y su empatía, que ya van aflorando. Quiero que sepa que esos atributos son importantes para un hombre. No me gustaría que los descuidara.
¿Su familia siempre entendió su carrera?
Eso ha sido siempre un reto. Terciopelo azul fue muy controvertida [especialmente por las escenas de sexo sadomasoquista con Isabella Rossellini] y era sólo mi segunda película. Tenía 25 años y me habían criado de manera muy protectora. Pero sabía que me conmovía la historia, lo auténtica que resultaba, y me di cuenta de que, aunque al principio había dicho que no por mis padres y por toda la comunidad de la pequeña ciudad en la que había crecido, tenía que hacerlo.
Y de ahí a Showgirls.
No creo que el sexo sea un hilo conductor en mi carrera, aunque hubo una época en la que estuvo más presente. Ni Terciopelo azul, ni Showgirls, ni Sexo en Nueva York tenían el sexo como idea principal. Showgirls era un relato sobre el mundo de Las Vegas, un universo muy difícil y sórdido. Era dura, pero se entendió como algo más erótico, que tampoco está mal [ríe].
Confieso que yo tampoco esperaba encontrar en usted a alguien tan tranquilo. No le he visto protestar ni una sola vez en las dos horas de sesión de fotos.
Siempre he sido una persona paciente y, conforme me hago mayor, mi paciencia también va en aumento. Con la edad aceptas la complejidad de la vida. Te das cuenta de que hay una simple consigna: no puedes juzgar a nadie a quien acabas de conocer. Todo el mundo ha tenido una historia antes de estar delante de ti y no sabes cuál es. Mi reto es estar centrado, no prejuzgar e intentar entender a quien tengo delante. Eso te da mucha paz.
Maquillaje y peluquería: Losi Martial Vivot Salon (Honey Artists). Asistentes de fotografía: Dean Podmore, Evgeny Popov, Amanda Yanez. Asistente de estilismo: Josefina Muñoz. Técnico digital: Chris Rice (Industrial Color). Agradecimientos: Dune Studios y Evelyn Karamanos (Relevant PR).
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