Las batallas de Meryl Streep
La actriz más respetada de Hollywood continúa con su lucha por la igualdad de género en una industria dirigida por hombres. Ahora estrena ‘Sufragistas’
Si hay algo que a Meryl Streep se le da de maravilla es quitarle hierro a cualquier asunto. A sus logros, a su carrera, a su vida. No hay actriz que no confiese su adoración por “la Streep”, la intérprete cuya carrera querrían emular. No hay premio que no se lleve, nominada al Oscar en 19 ocasiones —lo que la convierte en la intérprete, sin diferencia de género, con un mayor número de candidaturas—, lo ha recibido por Kramer vs. Kramer (1979), La decisión de Sophie (1982) y La dama de hierro (2011). Ama lo que hace y hace lo que ama, esa ha sido su filosofía desde que comenzó en el cine en los años setenta. Pero nunca será ella quien se suba a un pedestal ni permite que otros la coloquen ahí. “Para eso tengo a mis hijos, para recordarme todas las mañanas quién soy”, afirma puntuando sus palabras con una carcajada fácil.
Si alguien le habla de sus grandes papeles, ella menciona las peores experiencias de su carrera y cita Bajo sospecha (1982) o La muerte os sienta tan bien (1992). Si su interlocutor alaba su compromiso solidario, la actriz replica lo mucho que queda por trabajar. “Es lo malo de intentar hacer algo bueno. Que nunca acabas. Que nunca consigues solucionar los problemas. Ayudas, pero no resuelves, una labor sin fin”, explica sobre su obra social de la que prefiere no dar detalles.
'Sufragistas’ es un filme de época, pero si nos fijamos en las diferencias de sueldo y trato entre los géneros, nadie negará que la historia es moderna”
Pero si de algo se muestra orgullosa es de ser una de las voces más claras en favor de la igualdad de género, dentro y fuera de Hollywood. Una igualdad de la que ella disfruta, pero que quiere para todas. Y es este deseo el que la ha llevado a interpretar un pequeño papel en Sufragistas, la cinta de Sarah Gavron que se estrenó ayer en España y que deja claro que dos minutos con la Streep son mucho más intensos que toda una cinta protagonizada por otras estrellas.
“Hemos visto muchas películas sobre la defensa de los derechos humanos, de la igualdad social y racial, pero nada como esto”, afirma la actriz para defender una cinta centrada, como dice su título, en el movimiento sufragista de principios del siglo XX en Inglaterra. “Es un filme de época, pero si nos fijamos en las diferencias de sueldo y trato que se dan en la actualidad entre los géneros, nadie me negará que la historia es moderna”, afirma quien fue la primera en ponerse en pie para aplaudir el discurso en favor de la igualdad que pronunció la actriz Patricia Arquette en la última ceremonia de los Oscar al recibir una estatuilla.
“Para mí esta no es una nueva causa. Siempre he pensado igual, probablemente desde que tenía 7 años. Lo que he tenido es buena suerte y he disfrutado de una buena racha en una industria donde, cuando comencé, apenas había mujeres en puestos ejecutivos o en los equipos de rodaje. Las cosas han mejorado y supongo que mi experiencia habrá ayudado, pero queda mucho por andar”, precisa la actriz que lucha por la igualdad de género tanto en el Congreso estadounidense como a través de otras iniciativas independientes.
“He tenido suerte porque he podido participar en películas clave en momentos oportunos de mi carrera. Títulos como Kramer vs. Kramer, que fue un reflejo de lo que pasaba en la sociedad. O ahora, Sufragistas, un filme que no podría ser más apropiado para el momento que vivimos. Pero no me engaño. Incluso en mi carrera, estos trabajos son burbujas de aire en una industria dirigida por hombres y donde domina la narrativa masculina. Las cosas están mejor en televisión”, afirma contundente.
La actriz estrenará el año próximo ‘Florence Foster Jenkins’, una cinta sobre la peor cantante de ópera
Para Streep (1949, Nueva Jersey), el cine está enfrascado en sus grandes franquicias basadas en juguetes o videojuegos. “En la televisión encuentras otra variedad, series como Orange is the new black y muchas otras con mujeres en los papeles protagonistas. Mientras que en la gran pantalla, recuerdo que hace exactamente un año de las 10 mejores películas que seleccionó el Instituto del Cine Americano tan solo una contaba con una mujer como protagonista. Le corresponde a otro más listo que yo explicar esta disparidad, pero lo que queda claro es que la voz que se escucha en esta industria es principalmente masculina”.
La voz de Meryl Streep es potente, con largos tentáculos y respetada. A la vez que la intérprete enviaba este año una carta a todos y cada uno de los miembros del Congreso estadounidense recordándoles la enmienda constitucional que defiende la igualdad y otra a la canciller alemana, Angela Merkel, para potenciar el desarrollo de la mujer entre las nuevas generaciones, Streep está detrás de un programa de becas que fomenta nuevas generaciones de mujeres guionistas por encima de los 40 años.
Todo sin parar de trabajar, con dos estrenos en 2015, primero Ricki y ahora Sufragistas, y otro listo para el próximo año, Florence Foster Jenkins, sobre la peor cantante de ópera jamás conocida. Una historia amable y divertida que describe la vida de otra de esas mujeres relevantes en su trayectoria. Y mantiene que cada una de sus interpretaciones ha sido “importante” para ella, a pesar de las cintas de las que reniega. “En la película de Robert Benton interpretaba el cliché de mujer misteriosa, bella y enigmática, de quien nadie sabe nada. Nunca me ha interesado ese tipo de papel, una imagen aburrida de lo que realmente es una mujer. Y fracasé a la hora de mostrarla en la pantalla”, recuerda sobre Bajo sospecha.
En La muerte os sienta tan bien, de Robert Zemeckis, la actriz considera que lo que falló fue el director. “Es alguien que disfruta más rodeado de cámaras que de actores”, precisa entre carcajadas.
“Estos trabajos son burbujas de aire en una industria donde domina la narrativa masculina”
Una nueva generación de actrices sigue los pasos de la gran Meryl Streep. Algunas incluso llevan su apellido o, mejor dicho, el de su marido, como es el caso de sus dos hijas, Mamie y Grace Gummer. Otras, simplemente han hecho de hijas suyas en la pantalla. “Claire Danes o Renée Zellwegger sin ir más lejos. Claire es incluso amiga de mi hija”, se regodea la matriarca, quien añade que no le gusta dar consejos.
“Si me preguntan, bueno, digo algo. Pero dar consejos es delicado, incluso con mis propias hijas. No quiero ser una entrometida”. Aunque si se lo pide alguien cuyo único sueño es seguir sus pasos profesionales, le diría: “No desesperes”. “Realmente, lo único que necesita una actriz es un buen material. Yo tuve suerte y he vivido en la cresta de la ola del cambio. Solo espero que mi experiencia sirva de algo y ayude a las que vienen detrás”.
Su secreto mejor guardado
Detrás de toda gran mujer, también hay un gran hombre. En el caso de Meryl Streep, que nació en New Jersey hace 66 años, ese hombre se llama Don Gummer, el escultor con el que está casada desde hace 37 años. Autor, por ejemplo, de la obra que decora la nueva Embajada estadounidense en Moscú. “La vieja la tiraron porque tenía muchas escuchas... no es que la nueva vaya a mejorar”, bromea la intérprete. Con su sólido matrimonio, Streep le lleva la contraria a un Hollywood plagado de divorcios; aunque la estrella asegura que conoce muchas parejas tan longevas como la suya. Fuera de la industria, claro está, y ahí es donde vive, en Connecticut (EE UU), lo más lejos posible de Los Ángeles sin salirse del país. ¿Ese es el secreto de su matrimonio? “No sé. Yo diría que el único secreto, si es que lo hay, es que dejo las cosas por escrito. Hablo de los contratos. Nunca he pasado más de dos semanas lejos de mi familia. Especialmente cuando los niños eran pequeños. Pero lo dejo escrito y firmado. Porque en Hollywood, las promesas son lo primero que sale por la ventana”.
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