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Tribuna
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Una oportunidad de dignidad para Europa

El regateo en el reparto de la acogida de los refugiados ha sido un espectáculo bochornoso

La presión por la supervivencia que sufren millones de personas en nuestro mundo ha llegado a las puertas de Europa. Y lo ha hecho en magnitudes muy pequeñas, si tenemos perspectiva. Las más de 800.000 personas desesperadas llegadas en 2015 suponen poco más del 0,1% de la población de la Unión Europea, una de las regiones más ricas del mundo.

Hace pocos días hemos sufrido atentados terroristas, esta vez en París y en Bamako, como antes ocurrieron en Madrid, Londres, Beirut o Nairobi, entre otros lugares. Algunas voces, entre ignorantes e interesadas han querido establecer o insinuar una relación entre esos hechos y la llegada de refugiados. Afortunadamente en España la inmensa mayoría de nuestros líderes políticos han optado por la verdad: quienes llegan como refugiados huyen de ese terror, que es parte de la vida cotidiana en Irak, Siria, Somalia, eritrea, Mali o Nigeria.

Durante mucho tiempo, hemos vivido cómodamente anestesiados ante una cruda realidad que no queríamos conocer. No hemos conseguido que las guerras o la pobreza que provocan la huida de estas personas sean agenda central de nuestros líderes políticos, centrados enteramente en cuestiones domésticas, como si fuéramos una isla. Y no lo somos.

La mal llamada “crisis de los refugiados” en Europa ha cambiado esta falta de sensibilidad, por lo menos en lo que se refiere a la ciudadanía. Ahora sabemos que no hacer nada tiene serias consecuencias. La consecuencia no es que vengan, la verdadera consecuencia es que no pueden vivir y se ven obligados a huir.

Durante mucho tiempo, hemos vivido cómodamente anestesiados ante una cruda realidad que no queríamos conocer

Desde CEAR y Oxfam Intermón reclamamos una actuación europea que no anteponga la (presunta) seguridad y el control fronterizo y garantice una vida digna a todas las personas. Esto implica una mirada global ante el fenómeno; un compromiso firme con los derechos humanos, con el derecho de asilo y con la ayuda al desarrollo, pero también un tratamiento comercial preferencial, una lucha conjunta contra la evasión fiscal de nuestras multinacionales en sus países y un control adecuado del comercio de armas.

Por el momento, esta Europa inerte y pasiva está suspendiendo en su respuesta. El regateo en el reparto de la acogida ha sido un espectáculo bochornoso, y la militarización y el cierre de fronteras interiores en algunos países europeos nos hielan la sangre. Además, se han dado algunos episodios xenófobos o incluso criminales que se consienten con total impunidad. Europa debe empezar a aplicar sanciones a aquellos estados que no cumplan con sus compromisos internacionales y con los derechos humanos.

España ha sido particularmente efectiva en la construcción de vallas, la implantación de eficientes sistemas de geolocalización en el mar, y la invención de conceptos jurídicos rocambolescos e inaceptables desde una perspectiva de derechos humanos, como las mal llamadas “devoluciones en caliente”, que no son sino expulsiones ilegales. España tampoco puede presumir de sus políticas de asilo. Más bien ha procurado enviar señales de que prefería no acoger refugiados aunque era su obligación legal, rechazando una gran mayoría de solicitudes y recortando garantías a las personas refugiadas que ya habían llegado. La lentitud en el desarrollo reglamentario de la ley de asilo –van casi 6 años de espera-, y la insuficiente financiación destinada a esta materia, pese al incremento de las llegadas, han colapsado el sistema.

Ahora toca a los políticos mover ficha. No solo es una obligación legal sino un deber moral

A lo anterior se une la Ayuda al Desarrollo más castigada de toda la UE –con un recorte del 70% en cuatro años, más que ningún otro país -y especialmente el de la Ayuda Humanitaria, la que se destina a las personas refugiadas en los países fronterizos al de origen, que cayó en más de un 82%.

Ante este escenario desolador, exigimos un plan global de acción, radical e inmediato que incluya: 1) Cambio de enfoque en la política migratoria y de asilo, hoy centrada en el control y vigilancia de fronteras, con un sistema común de asilo; 2) Hoja de ruta para conseguir el 0,7%, asegurando la recuperación de la ayuda humanitaria; 3) Vías legales y seguras para la llegada de personas refugiadas de forma que puedan solicitar asilo en países terceros sin tener que arriesgar su vida ni enriquecer a las mafias; 4) Establecimiento de un plan de reasentamiento permanente; 5) Recuperación a nivel europeo de una dotación económica suficiente para el rescate en el Mediterráneo; 5) establecimiento de un plan efectivo para que las personas refugiadas que España se ha comprometido a acoger (9.023 personas en dos años) puedan vivir dignamente y que prepare las estructuras de acogida para el caso de una mayor demanda; 6) No condicionar la AOD a inversiones en materia de seguridad o control migratorio en los países africanos; 7) Eliminar la evasión y elusión fiscal de las multinacionales que operan en los países africanos; 8) Mantener un papel activo en la resolución de conflictos y evitar cualquier comercio de armas con países que violan derechos humanos.

Hoy Europa tiene una oportunidad de recuperar la dignidad. La ciudadanía lo ha entendido muy bien dando la bienvenida a los refugiados. Ahora toca a los políticos mover ficha. No solo es una obligación legal sino un deber moral. Durante la Segunda Guerra Mundial, los europeos huíamos de las guerras y solicitábamos la protección que hoy debemos ofrecer. Es nuestra deuda con la historia y con nuestra propia dignidad.

Estrella Galán es secretaria general de CEAR y José María Vera es director general de Oxfam Intermón.

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