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La cooperación al desarrollo, solo a hurtadillas

A partir de ahora, subrayaremos de nuevo la importancia de fortalecer en origen las soluciones a los problemas que estallan en destino como las enfermedades globales o el cambio climático

LUSMORE DAUDA

A escasos días de las elecciones generales, son muchos los debates a los que hemos asistido, en su mayoría relacionados con la crisis económica que nos sigue afectando, el desempleo, la tensión territorial, la vulneración sin precedentes de los derechos civiles (concretada en infamias como la ley mordaza) y, lo más duro de todo, la política de seguridad, una vez que el fanatismo terrorista nos ha vuelto a golpear. En todos estos debates se echa de menos un espacio para discutir nuestra política exterior, y concretamente la política de cooperación. Apenas hemos visto algunos debates sectoriales sobre el tema. Lejos queda ya la cumbre de Naciones Unidas donde, a finales de septiembre, todos los jefes de estado y de gobierno se comprometieron a bombo y platillo con una apuesta por el desarrollo sostenible que supuestamente debe superar en ambición, y por ende en compromiso político y presupuestario, a la agenda del milenio.

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Lo cierto es que, más allá de algunos seminarios con buenas intenciones, como los celebrados por el Instituto Elcano y por ISGlobal hace unas semanas, o el de la red de desarrollo sostenible, y las campañas de incidencia política de diferentes ONGD, en estas fechas preelectorales la cooperación al desarrollo no ha sido objeto de debate más que a hurtadillas y no parece que "nadie" vaya a preguntar por ella.

En los últimos meses mucho hemos oído hablar sobre los refugiados que huyen desesperados del horror, pero poco se ha ahondado en las causas, en la realidad cotidiana y miserable en la que viven millones de personas muy cerca de nosotros. Poco hemos hablado de la necesidad de activar una política exterior y de seguridad necesariamente conectada con la lucha contra la pobreza y la construcción de un mundo más justo; con una política exterior y de cooperación que supere fracturas, transfiera conocimientos y sea capaz de dar oportunidades a los seres humanos vivan donde vivan.

Poco hemos hablado de la necesidad de activar una política exterior y de seguridad necesariamente conectada con la lucha contra la pobreza y la construcción de un mundo más justo

Bien es cierto que en este tiempo hemos visto lo mejor y lo peor de la sociedad europea. Por un lado, hemos asistido a la falta de una respuesta común, inteligente, eficaz y acogedora de la UE, al brote xenófobo en “la nueva Europa”. Pero también hemos conocido la otra cara de la moneda, la explosión de la solidaridad de la ciudadanía y de una buena parte de las instituciones. La necesidad de luchar contra la pobreza y la desesperación es evidente, pero ¿cuántos minutos le habrán dedicado las convenciones programáticas de los partidos políticos nacionales a esto? ¿Cuántas preguntas de periodistas se habrán alzado interesándose por los compromisos de AOD? Y ¿cómo se van a cumplir los compromisos que nuestro país ha adoptado con la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)? La respuesta es bastante sencilla: la cooperación no ha entrado en campaña ni para los partidos tradicionales, ni tampoco para los emergentes, cuya opinión se desconoce.

Recuerdo como si fuera hoy el día que se firmó en la sede de Naciones Unidas ante el secretario general Kofi Annan y el administrador del PNUD el Fondo del Milenio, con más de 500 millones de euros a 10 años y un propósito firme: asumir la responsabilidad de España y lanzar un mensaje de apoyo al sistema de Naciones Unidas, herido gravemente tras la guerra de Irak. Fue un instrumento novedoso para que las agencias de Naciones Unidas trabajaran conjuntamente para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pese a los errores que sin duda se habrán cometido, el Fondo es en la actualidad un recuerdo del compromiso que España puede llegar a adquirir. Pero lo cierto es que hoy la bandera del compromiso solidario de España ondea a media asta. Hoy, en la era de los ODS, la responsabilidad de España es aún mayor, no sólo porque debe recorrer el camino perdido estos años tras el ajuste, sino porque ya no es suficiente con asumir nuestro papel como donante. Más bien hay que convertirse en un actor global que sea capaz de liderar la universalidad de una nueva agenda que nos concierne también nacionalmente, que requiere de una reforma profunda de las instituciones que gestionan la cooperación al desarrollo, y que necesita un aumento contundente de la AOD rompiendo esta especie de día de la marmota en que ésta se vuelve a situar en rangos de hace 15 años y vuelta a empezar. Hoy es necesario un verdadero empoderamiento de la política de desarrollo al más alto nivel institucional, que no descanse sólo en la política exterior y en su ministerio, sino que se extienda de manera transversal a todo el gobierno para cumplir esos compromisos que salen en los titulares y que, de otra manera, se olvidan fácilmente.

Cuando vayamos a exigir a los demás un sistema universal de salud, preguntaremos cómo revertir los recortes en el nuestro

El día 21 de diciembre empieza el día de la verdad, el momento de exigir. A partir de entonces habrá que preguntar a quienes resulten elegidos dónde se va poner el acento en la agenda de desarrollo sostenible, con qué recursos y quién la va a liderar. Cuando vayamos a exigir a los demás un sistema universal de salud, preguntaremos cómo revertir los recortes en el nuestro, interpelaremos para que aumenten la AOD (al menos hasta situarse en la media de la OCDE hasta llegar al 0.7% y con una dotación suficiente para la ayuda humanitaria y de emergencia) y la financiación de la investigación para el desarrollo y la innovación, garantizando intercambio de conocimientos. Subrayaremos de nuevo la importancia de fortalecer en origen las soluciones a los problemas que estallan en destino (enfermedades globales, inseguridad, consecuencias del cambio climático). Alzaremos la voz para que no recordemos estos asuntos sólo cuando hay que entrar en el consejo de seguridad, sino también para hacer buena política exterior y de cooperación. Pondremos el acento a la necesidad de establecer mecanismos eficaces, de transparencia y rendición de cuentas del gobierno. Preguntaremos por una estructura institucional propia, capaz de gestionar la nueva agenda con una mirada transversal y nacional. Una tarea que puede parecer ilusa, y que seguramente nos hará predicar en el desierto, pero que es absolutamente necesaria si queremos asumir de verdad los retos que golpean nuestros días. Asumir nuestros compromisos y cumplir con el mundo que nos ha tocado vivir. Ese es, en definitiva, el mejor regalo que podemos hacerle al 25 cumpleaños de la cooperación española.

Leire Pajín

Directora de Desarrollo Global en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), senior consultant en el PNUD y exsecretaria de Estado de Cooperación.

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