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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cómo recrear Marte en Jordania (y Budapest)

La única crítica técnica que merece la película 'Marte' es la exagerada potencia de las tormentas marcianas. Su ilusión de realismo hará inevitable que Internet se llene de teorías

Matt Damon, en una escena de 'The Martian'.
Matt Damon, en una escena de 'The Martian'.FOX

Después de Gravity e Interestellar llega ahora a los cines Marte, con el objetivo de darnos una visión realista de lo que podría ser el primer viaje al planeta rojo. Y lo consigue, vaya si lo consigue. Fiel a su obsesión por el detalle al recrear mundos futuros (Alien, Blade runner) Ridley Scott ha construido un Marte absolutamente creíble. Casi.

Quizá la única crítica -desde el punto de vista técnico- que admite la película es la exagerada potencia de las tormentas marcianas. Es cierto que allí se registran vientos de más de cien kilómetros por hora, pero la atmósfera es tan tenue que difícilmente podrían producir efectos catastróficos. Eso sí, la cantidad de polvo que levantan es colosal. Cuando llegó allí el Mariner 9, hace de eso casi 45 años, se encontró todo el planeta cubierto de polo a polo con una nube de polvo que no permitía distinguir nada, salvo las cimas de los grandes volcanes de la región de Tharsis. Tardó más de dos meses en abatir y volver a permitir el empleo de las cámaras del satélite.

El vehículo de exploración es una fumigadora de cosechas carrozada y el diseño de sus llantas está inspirado en las de los robots  Spirit y Opportunity que llegaron a Marte en 2004

Algunos exteriores se han rodado en Wadi Rum, un valle desértico al sur de Jordania (que, por cierto, también se aprovechó para muchas otra películas, desde Lawrence de Arabia hasta al menos otras tres también ambientadas en Marte). El color rojizo del terreno y lo agreste de sus picos dan una imagen muy aceptable del paisaje marciano. El color rosado del cielo es trabajo del departamento de efectos especiales. Y el vehículo de exploración es una fumigadora de cosechas carrozada. El diseño de sus llantas está directamente inspirado en las de los dos robots gemelos Spirit y Opportunity que llegaron a Marte en 2004.

La ilusión de realismo es tal que será inevitable que a partir de ahora Internet se llene de teorías que revivan el mito de Stanley Kubrick filmando el aterrizaje del Apollo 11 en un desierto de Nevada. De eso hace ya casi medio siglo y sigue habiendo convencidos de que el hombre nunca llegó a la Luna.

La mayoría de escenas se filmaron en estudio, en Budapest. Incluso cuando parece que todo tiene lugar en exteriores. El croma (la clásica pantalla verde) hace maravillas. El centro de control de la NASA está inspirado en la sala auténtica desde la que se controla la Estación Espacial Internacional. Salvo en que ha sido cuidadosamente modernizada, para envidia de los verdaderos controladores de vuelo, quienes ya suspiran por disponer de algo semejante en su día a día.

El autor de una novela ambientada en el espacio sufre de fobia a volar. Como el propio Isaac Asimov, cuyas novelas habían sido uno de sus referentes

Como es sabido, la película se basa en un libro escrito por Andy Weir, un técnico de ordenadores que a los 15 años ya había escrito programas para los Laboratorios Nacionales Sandia pero que -como tantas otras leyendas en Silicon Valley- nunca llegó a graduarse en la universidad. Pasó luego por varias compañías incluida una de desarrollo de videojuegos hasta que decidió tomarse un año sabático (que luego serían tres) para escribir el libro. Fue tiempo bien aprovechado. Weir lo utilizó para estudiar desde astrofísica y cálculo de trayectorias orbitales hasta botánica. Su objetivo era hacer científicamente plausible la aventura del astronauta perdido en Marte.

Con la novela terminada, Weir no consiguió editor ni siquiera agente literario. Así que decidió ofrecerla gratis, capítulo a capítulo, en su propia web. Generó 3.000 descargas -lo que él llama lectores beta- cuyos comentarios le ayudaron a ir puliendo detalles y asegurando aún más le verosimilitud de la aventura. El siguiente paso fue autopublicarlo en formato electrónico y ofrecerlo en Amazon al precio mínimo: 99 centavos. Y a partir de ahí, el resto fue rápido: Primeros puestos en listas de ventas, edición en papel, venta de derechos para la película y, al final, el propio Ridley Scott haciéndose cargo de la dirección con Matt Damon como protagonista.

El centro de control de la NASA está inspirado en la sala auténtica desde la que se controla la Estación Espacial Internacional

Tanto los actores como el equipo de rodaje y el propio Weir tuvieron acceso a especialistas de la NASA con los que discutir detalles técnicos. Weir aceptó la invitación para ir a Houston, pero rechazó desplazarse hasta el lugar de filmación en Budapest: El autor de una novela ambientada en el espacio sufre de fobia a volar. Como el propio Isaac Asimov, cuyas novelas habían sido uno de sus referentes.

La NASA apoyó tanto el proyecto como parte de su campaña, más o menos subliminal, para conseguir financiación para sus proyectos que incluyen el viaje a Marte en una fecha indeterminada. La película lo fija en el 2035, aunque muchos piensan que es en exceso optimista. Su coste podría ir de 200.000 a 400.000 millones de dólares, entre 10 y 20 veces el presupuesto anual de la Agencia.

Pero la NASA confía en que el renovado interés por el espacio le ayude a ir formulando planes para el futuro viaje. Y no pierde oportunidad para promocionarlo. Por ejemplo, la primera página del guión de Marte voló en la primera (y, por ahora, única) cápsula Orión el pasado diciembre. Y el preestreno de la película fue nada menos que a bordo de la estación espacial internacional, con una audiencia de seis espectadores: La tripulación al completo.

Rafael Clemente es ingeniero industrial y fue el fundador y primer director del Museu de la Ciència de Barcelona (actual CosmoCaixa).

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