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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

En el centro está la clave

El empate PP-PSOE abre expectativas a Albert Rivera como árbitro ineludible

Mariano Rajoy, se dirige a los bancos de la oposición, durante una sesión del Congreso
Mariano Rajoy, se dirige a los bancos de la oposición, durante una sesión del CongresoPaco Campos (EFE)

El Partido Popular ya se ha desgastado todo lo que podía hacerlo y el PSOE no progresa lo suficiente como para imponerse claramente a aquel en la carrera preelectoral. De ahí la situación de empate técnico entre ambos reflejada en el sondeo de Metroscopia publicado hoy en EL PAÍS, a poco más de dos meses de las elecciones generales.

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Ese empate virtual beneficia las expectativas de una tercera fuerza, que está llamada a ejercer de árbitro ineludible en el futuro Congreso de los Diputados, a menos que los dos partidos clásicos opten por un muy improbable apoyo mutuo. Y en esa situación se coloca Ciudadanos, en este caso aprovechando el excelente resultado conseguido en las elecciones catalanas del 27 de septiembre y el tirón de su líder, Albert Rivera, el mejor valorado de entre los principales dirigentes.

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Está por ver si ese tirón se consolida, pero parece más consistente que el de Podemos, que se ve lastrado por sus dificultades para hacerse con el electorado de Izquierda Unida. Dentro de los emergentes, Ciudadanos es una opción más moderada y España hace tiempo que rechaza los radicalismos. Con frecuencia se olvida la persistencia con que los sondeos muestran que la media ideológica del país es centrista y ligeramente escorada a la izquierda, alejada de extremismos.

La consolidación de Ciudadanos restaría apoyos al PP, mientras que la recuperación del PSOE depende esencialmente de ellos mismos —de que ofrezcan algo más de lo que se ha visto hasta ahora— y también de que Podemos reaccione o no a los síntomas de caída que le afectan respecto a la llamarada de expectativas generadas el año pasado por la fuerza política dirigida por Pablo Iglesias. En el sondeo de Metroscopia se aprecia incluso una pequeña pasarela abierta por votantes socialistas que están pensando irse a Ciudadanos, lo que también debería de ser motivo de reflexión en la sede de Ferraz.

Las precauciones son de rigor también por la alta voluntad de participación que refleja la encuesta. Si las catalanas del 27 de septiembre marcaron un hito en este aspecto, todo parece indicar que la gente desea votar en masa en las generales de diciembre. Nada es tan importante como confiar a las urnas la resolución de los problemas políticos, y en ese sentido hay que felicitarse del ímpetu con que los ciudadanos esperan los comicios. Llama la atención igualmente que, a diferencia de las élites económicas y políticas, los votantes apuntan con confianza a que los resultados alumbren una solución en la que no baste la voluntad de un único partido. Lo cual nos remite a los argumentos constantemente defendidos por este periódico sobre la voluntad de negociación y pacto que debe presidir la próxima legislatura.

Es probable que las dos fuerzas mejor situadas recuperen votos en una campaña que se anuncia decisiva para decantar los resultados, y en la que Pedro Sánchez aparece como un dirigente mejor considerado que Mariano Rajoy, lastrado también por una valoración ampliamente negativa de la gestión de su Gobierno. En todo caso, el multipartidismo ha llegado para quedarse, lo cual supone un cambio radical respecto a la competencia inequívocamente bipartidista de anteriores elecciones. Desde el restablecimiento de la democracia no hemos conocido un Congreso en el que las fracciones mejor representadas puedan quedar tan lejos de la mayoría absoluta, y el hecho de que ahora sea posible implica un cambio de cultura política de calibre desconocido.

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