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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vasos comunicantes

Lo que ganan PP y PSOE lo pierden sus respectivos aliados potenciales

En política nada es definitivo. Podemos y Ciudadanos tendrán seguramente un importante papel en la política española, pero las expectativas de un cuadruple empate que incluyera a ambos junto a PP y PSOE, con en torno al 20% de los votos cada uno, se han desinflado según las encuestas, incluida la del CIS conocida esta semana. Lo que subió, baja, y viceversa.

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Esa relación de vasos comunicantes no se da tanto entre los dos partidos clásicos como entre cada uno de ellos y el de los emergentes ideológiamente más próximo: el PP parece recuperar lo que pierde Ciudadanos (C’s); y el PSOE, lo que perdería Podemos. Se trata por tanto de canales de doble dirección. Los dos clásicos se afianzan en las primeras posiciones, y no habrá fórmula de gobierno que pueda prescindir de ellos, como llegaron a imaginar los de Podemos. Pero excepto en la hipótesis improbable de una gran coalición, tampoco los clásicos podrán ignorar a los nuevos como aliados necesarios.

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El mapa resultante recuerda al de la última década del siglo pasado: dos grandes partidos con similar respaldo electoral pero sin mayoría absoluta, y otros dos capaces de completar esa mayoría, IU y CiU, con similar peso (18 y 17 escaños en 1993). Ya entonces se planteó el dilema de qué aliado escoger. Felipe González optó por CiU por un criterio pragmático: que lo que quedase fuera del pacto (PP e IU) fuera difícilmente articulable como alternativa. Pero hay una diferencia: entonces PP y PSOE, con entre el 35% y el 40% cada uno, tenían peso suficiente para convertirse en ejes de una mayoría de centro-derecha o de centro-izquierda. Esa era la garantía de alternancia que ofrecía el bipartidismo. Ahora no es seguro que el pacto entre PP o PSOE y un emergente baste para alcanzar la mayoría absoluta. Pero son varias las combinaciones posibles, salvo la del PP con Podemos, y cualquiera de ellas —PP-C’s, PSOE-Podemos o PSOE-C’s— alcanzaría como mucho una porción del electorado situada en torno al 40%.

La subida del PP, que gana 2,6 puntos en un trimestre, es seguramente un efecto de la visible recuperación de la economía y el empleo, aunque los 16 puntos perdidos desde las elecciones de 2011 reflejan que aún hay un 77% que considera que la situación económica es hoy igual o peor que hace un año. El leve pero sostenido ascenso del PSOE puede guardar relación con el afianzamiento de su nuevo liderazgo pero quizás también con el deshinchamiento de Podemos, que desde el 23,9% que le daba el CIS de enero al 15,7% actual perdería más de 8 puntos. Y este desinfle sería consecuencia a su vez de la fuerte exposición de sus dirigentes a la luz de la política real tras las elecciones de mayo: sobre todo, a los resbalones de las coaliciones por ellos encabezadas en los ayuntamientos de las grandes ciudades.

Pero la prueba de fuego de Podemos tendrá lugar en torno a las autonómicas catalanas. Sus aspiraciones de encabezar el cambio en el conjunto de España son incompatibles con ambigüedades como su adhesión genérica al “derecho a decidir” con que el soberanismo catalán encubre su desafío rupturista. El sondeo del CIS deja claro que la mayoría de los españoles rechaza esa aventura.

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