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Animales, más que animales

El Parlamento portugués tramita el fin de la limitación de perros y gatos en los pisos

La llegada del verano trae una de las costumbres más arraigadas del portugués: la cervecita con una ración de caracoles, templados, recién hervidos y con su salsita ligeramente picante. De mayo a agosto rara es la tasca que no coloca en su escaparate un reclamo infalible: Há caracóis. Se importan de Marruecos o de España, porque los helicicultores nacionales no llegan a satisfacer la demanda.

Este año la campaña gastronómica tiene su novedad. No hay fiesta del caracol sin su protesta. En la de Loures, una de las más típicas, varias personas se apostaron con grandes imágenes de caracoles y las leyendas “Salvemos los caracoles”, “¿Le gustaría que le hirvieran vivo? A él, no”.

De momento, ni el caracol ni el calamar pueden acogerse a la ley sobre maltrato animal, aprobada por el Parlamento portugués hace un año. En este tiempo ha habido 2.240 denuncias, y apenas 50 procesos. Una de las últimas denuncias fue en la fiesta de San Juan en Mourao, donde es típica la quema de un gato vivo. A la denuncia del Grupo Gatos Urbanos, respondieron los vecinos diciendo que el animal goza de buena salud, que se le cura y que, de hecho, hace cuatro años que se emplea el mismo animal.

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A diferencia de los caracolillos —los más consumidos—, gatos y perros gozan de respaldo legal desde hace una decena de años, pero una iniciativa popular quiere ampliárselos. La Asamblea de la República ha aprobado la tramitación de una petición pública (5.458 firmas) para que no se limite la posesión de animales en un piso. La actual ley detalla que en un piso se puede tener un máximo de cuatro animales, aunque no cualesquiera; exactamente tres perros y un gato, o cuatro gatos. De periquitos, tortugas o lirones nada dice esta ley, que tampoco contempla el tamaño del piso o si vale lo mismo un caniche que un gran danés.

La nueva petición popular pretende eliminar el límite ya que penaliza a las personas que recogen animales de la calle y prohibir que los veterinarios practiquen la eutanasia de animales. Cocineros, pongan sus barbas a remojar.

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