Pasen y vean a la última tribu: los ‘yuccies’
Son jóvenes, urbanos y emprendedores. Valoran más la libertad creativa que un trabajo seguro
Giacomo Prestinari nunca ha tenido jefe. Este montador de publicidad para marcas como Armani, Coca-Cola o Gucci no sabe cuánto cobrará a fin de mes pero si un proyecto no le gusta, lo rechaza. La incertidumbre le vale la pena. Ronda los 30, ha conseguido vivir de su talento y valora su libertad por encima de todo. En su tiempo libre colabora con Polpettas, una revista creada por su mujer, hace fotos con su Hasselblad o prepara una escapada a alguna ciudad europea aprovechando un rodaje fuera de España. Italiano aficando en Madrid desde hace años, Prestinari forma parte de una nueva tribu: es un yuccie. Son jóvenes urbanos, cosmopolitas, profesionales de la creatividad y emprendedores que han rechazado una vida laboral segura a cambio de una mayor capacidad expresiva. Quieren crear, reconocimiento y, claro, también quieren ganar dinero con ello. Pero, sobre todo, quieren tener libertad absoluta.
Así son
Motivación al máximo
Perciben la oficina como una pequeña esclavitud. Pedir vacaciones les parece tan absurdo como ver la publicidad.
No viven irónicamente
Siguen la moda de forma casi instintiva. Tuercen el gesto ante la idea de fashion victim.
Tuvieron un blog
Usan más Instagram que Twitter, dominan todas las redes sociales, excepto Snapchat (les pilla mayores).
Hacen deporte
Pero no son runners, aunque corran.
La música, en Spotify
Esperan la llegada de Netflix a España; libros y revistas en papel, y sólo tocan el periódico en casa de sus padres.
No pisan un banco
Gestionan sus cuentas online y tiemblan ante la idea de pedir un préstamo. Sin lujos, gastan todo lo que pueden en un ocio elegido.
Los hipsters han muerto de éxito. La moda de ser diferente no ha podido sobrevivir a ponerse de moda. En un artículo del medio digital Mashable David Infante ha encontrado un sustituto a su imagen: la nueva raza cultural en auge son los yuccies, una tropa a medio camino entre el yuppie y el hipster. La palabra, formada a partir del acrónimo de Young Urban Creatives (Creativos Jóvenes Urbanos), se pronuncia como "yucky" y parece que ha dado en la diana. Buzzfed, un digital célebre por su viralidad, se hizo eco enseguida. La nueva tribu no es un fenómeno exclusivamente norteamericano. Ha llegado a Europa, y también a España. Leticia Cimarra no había oído hablar del fenómeno, pero tampoco se identificaba con la cultura hipster. Antes de que naciera su hijo decidió que no volvería a dedicar las 24 horas del día a la agencia de marketing digital que había fundado unos años antes. Después de ver cómo su primo, Juan Cardenal, llevaba una existencia feliz haciendo pan en Londres crearon juntos Hasalea, donde esperan enseñar a más gente a cambiar su vida a través del pan. Ahora prueba nuevas harinas mientras su bebé duerme en la habitación de al lado, cuando termina hace bikram yoga, sale a correr o busca un restaurante que probar con su marido y sube después las fotografías a Instagram. Ella, ahora ya lo sabe, es yuccie.
Para Jorge Galindo, investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Ginebra y editor de la web de análisis y actualidad Politikon, los yuccies recuerdan al profesional liberal cuando se consolidó en contraste con la gran burguesía y los obreros a finales del siglo XVIII. Para poder acceder a este grupo, opina Galindo, es necesario un alto nivel educativo (suelen ser licenciados) y una cierta posición, privilegios que ellos afrontan con cierta resignación.
La crisis también ha tenido su papel en el nacimiento de este grupo, ya que ha supuesto un reajuste de las expectativas de la gente respecto al salario y al crecimiento profesional. Con la crisis bien avanzada, Antonio Sañudo abandonó la agencia en la que trabajaba tiempo después de que naciera su primera hija para fundar Kideoo, una web que reúne planes originales de ocio urbano para niños y familias y el festival Malakids, en el madrileño barrio de Malasaña. Para él, familia, trabajo y ocio no son compartimentos estancos sino que se retroalimentan para mejorar su vida, entre viajes a Londres y conciertos en el centro de la ciudad.
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