El diamante del baile flamenco idolatra a Michael Jackson
Con 11 años ya hizo su primera gira, por China. Ahora, con 18, es una gran figura. Se llama El Yiyo. De San Roque, Barcelona
El barrio en el que aparcamos, San Roque, es uno de los más deprimidos de Cataluña. Pero ahora mismo, salvo por alguna pintada y alguna canasta de baloncesto, parece más un pueblo a la hora de la siesta que el Baltimore de la serie The Wire. Todo en paz, menos en un edificio industrial. “Hay muchos músicos y grupos buenos tocando, hay mucho arte por aquí”, describe con orgullo uno de los ocupantes del bloque, un chaval rabiosamente joven, racial y anguloso llamado El Yiyo; el mismo que tiene allí un tablao rodeado de espejos donde ensaya a diario. “¿Quieres que baile un poco antes de empezar la entrevista?”, pregunta.
Sin esperar la respuesta, se calza unas botas rojas y le pide a su hermano que le marque un ritmo con el cajón. Dice que va a bailar “por alegrías”, y cuando arranca se transforma en un torbellino de giros, saltos y movimientos que parecen de precisión, completamente sincronizados desde la melena hasta el tacón, pasando por una mirada fija capaz de dejar a cualquiera más fundido que un meteorito de queso. Termina y sonríe. El público, formado por una única persona pero igualmente entregado, arranca a aplaudir.
Era la primera vez que salía del continente y flipé. Para un niño conlleva mucha responsabilidad liderar un equipo de adultos en el tablao”, dice sobre su primera gira, con 11 años
Miguel Fernández –ese es el nombre que aparece en su DNI, aunque hace años que la familia se lo cambió por “Miguelillo”, y después por El Yiyo– no recuerda el momento en que empezó a interesarse por el baile. Su sentimiento flamenco lleva con él desde la cuna. “Mi entorno siempre ha estado relacionado con este mundo”, cuenta. “En casa, mucho; fuera, en el barrio, también: yo bajaba a la calle y siempre había alguien haciendo un ritmo, bailando, celebrando algo con o sin motivo”, recuerda sonriente. “Y yo, que era muy pequeño, me impresionaba mucho con eso y tenía claro que quería formar parte de esa alegría”.
Una vez descubierto el duende, Miguelillo se convirtió en una máquina de taconeos, patadas y desplantes. Ya fue imposible pararlo. A pesar de su corta edad, empezó a bailar en tablaos de manera profesional, pero sus recuerdos idílicos de aquellos inicios no hacen pensar precisamente en una versión ibérica y con castañuelas del traumado niño prodigio Macaulay Culkin. “No cambiaría mi infancia por nada del mundo, me hubiera quedado así para siempre”, aclara. “Todo el mundo me cuidaba como si fuera de la familia, el ambiente con el grupo de baile era cálido, me llevaban como en una nube”.
Con 11 años se fue de gira por primera vez. A China, nada menos. “Nunca había salido del continente, y flipé. No sólo con la cultura, que sigue dejándome con la boca abierta, sino con la responsabilidad que conllevaba, para un niño, liderar un equipo de adultos en el tablao”. Llenó todos y cada uno de los espectáculos. La prensa local se puso a sus pies: se le llamó de todo lo que hay entre “estrella ascendente” y “auténtico diamante flamenco”.
En los siete años que han pasado desde entonces, El Yiyo ha ensayado –“y entrenado, que esto no va solo de bailar, también hay que hacer mucho ejercicio”–, aprendido danza clásica y contemporánea y ganado en madurez y experiencia. “Ahora me concentro más, estoy aprendiendo cosas de veteranía, me dosifico mejor. Al no ir tan a tope con la energía todo el rato, hago menos cosas, pero más eficaces. Trucos de bailaor que no te debería estar contando, vamos”, ríe. Y durante unos segundos queda patente cuánto hay en él del niño que todavía es.
He aprendido mucho de Michael Jackson. No solo de baile sino de cómo dirigir un equipo. Era un genio de los genios"
Sus referentes en el mundo del baile son Farruquito, Farruco, Joaquín Cortés o Antonio Canales. “Desde pequeño tenía puestos siempre vídeos de ellos bailando, y aún sigo aprendiendo algo cada vez que les veo”, explica. Sorprende que alguien tan joven tenga algunos referentes tan poco contemporáneos, pero El Yiyo se declara incondicional de la vieja escuela, en la que no había tanta técnica ni tanto virtuosismo, pero sí carisma y personalidad a raudales. “Ahora me parece todo mucho más frío. El flamenco, al fin y al cabo, es un sentimiento que se transmite del bailaor o el cantante al público, o entre los músicos mismos”, reflexiona. “Es una energía que se contagia de persona a persona: lo importante de verdad es transmitir eso, bailar de corazón, no hacerlo todo perfecto”. La curiosidad por conocer a sus compañeros de escenario soñados viene con premio.
“Aparte de Camarón o Paco de Lucía, que son dos grandes genios del flamenco, me encanta el mito de los mitos: el gran maestro Michael Jackson”, suelta sin perder un ápice de gravedad. “Me flipa: tengo miles de conciertos y documentales en DVD. Hay algunos en los que no sale bailando, sino dirigiendo a su equipo de artistas, y de ahí he aprendido mucho. El tío lo sabía todo de la música, era un genio de genios”.
Nunca había planeado dedicarse a actuar o al mundo de la moda, pero su gran físico le está haciendo recibir muchas peticiones al respecto.La cámara le adora, y él –que lo sabe– sonríe al oírlo.“No me disgusta, y estoy aprendiendo muchas cosas. Por ejemplo, hace poco rodé un anuncio en el que me pedían mucho acting, expresión facial y cosas así, que después he podido aplicar al baile. Cada día aprendo algo que puedo llevar al flamenco”.
Sus próximos proyectos pasan por actuar por todo el mundo, y montar un espectáculo en el que pueda participar su hermano pequeño “que va a ser una fiera". "Sólo tiene 15 años y ya baila muy, muy bien”, alaba. Y añade: "También quiero viajar, bailar y ver algo de mundo. Ahora me apetece mucho. Creo que es el momento”. Está claro que es tiempo de El Yiyo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.