A golpe de réplicas, Nepal lucha contra el olvido tras el terremoto
Las tierras del Himalaya temblaron de nuevo y miles de familias que ya estaban en una situación de vulnerabilidad reciben otro mazazo de la naturaleza que avisa, pero no espera
Las familias que aun procesaban el drama vivido, el luto de la perdida y la tristeza de la devastación, buscaban un lugar seguro donde refugiarse en cada réplica del temblor. Así, los asentamientos organizados por la ciudad de Katmandú recibían cada vez a más personas que deseaban instalarse en un lugar sin amenazas. Por su parte, los equipos de rescate continuaban sin tregua la tarea de remover escombros contrarreloj para salvar vidas. Esta era la fotografía que dejé cuando me marché del país. Y el rumor de que el mayor terremoto aún no había llegado ganaba el ánimo de mucha gente que decidía escapar de la zona.
El 29 de abril llegue a Katmandú para formar parte del equipo de Oxfam Intermón, que junto a organizaciones civiles nepalíes comenzaba a asistir a las personas damnificadas por el terremoto. Abastecer de agua potable, kits de higiene personal y letrinas; ese era nuestro principal objetivo.
En la ciudad, miles de personas viven en una situación precaria —en parques, veredas, rotondas o patios de escuela— mientras que en las montañas, donde cada replica modifica el paisaje, las comunidades luchan por encontrar un sitio seguro y sobrevivir sin refugio, comida o agua.
Las réplicas continuaban hace una semana cuando abandoné el país. Recuerdo la del día dos de mayo. Eran las tres de la mañana. Katmandú estaba en un silencioso y absoluto luto que se rompió con el aullido de los perros y el alboroto de los pájaros. Comenzó sin ninguna señal previa y, a los pocos segundos, un afónico sonido sacudía la tierra. Todo crujía, pero nada se caía. Krisna, el recepcionista del hostal en el que yo me alojaba gritaba desde la planta baja y varias personas nos asomamos buscando alguien que nos diera información sobre la dimensión real de lo que pasaba; teníamos la necesidad de comprobar si era cierto lo que sucedía, si había que correr o ya había pasado lo peor.
Recordé los grandes carteles que, por toda la ciudad, instruyen sobre cómo protegerse en el caso de que suceda un sismo. Son tres viñetas y la última recomienda esconderse bajo una mesa. Y en los siguientes días vi muchas mesas escondidas bajo los escombros.
Con el miedo de no saber si era lo correcto, bajé las escaleras junto a varias personas que estaban alojadas en los cuatro pisos del hostal. Llegué a la calle con mi cara de pánico; allí, un grupo de vecinos del barrio ya estaban sentados, apoyándose en las verjas de las angostas calles de Thamel. Sentí cómo todo se sacudía y cómo la vida ganaba fragilidad. Pero, al ver los rostros de aquellas personas, me di cuenta de lo minúsculo de mi experiencia. La vida de todos ellos, allí sentados, había sido atravesada de una forma u otra por el terremoto. Familias, amigos o vecinos habían desaparecido y con ellos, y no menos importante, sus hogares. Ya nadie volvió a dormir. Yo tampoco.
Durante esos días, conocí a Kumar, Tika y Ramesh de Katmandú, a Ramila y Barath de Sangaum, personas que sobrevivieron al terremoto; algunas de ellas, sepultadas bajo las ruinas de sus propias viviendas.
Creo que, en un momento así, es imposible pensar que tu casa se caerá. Ramila cruzó su pueblo de punta a punta, pensando, sintiendo que su hogar estaría aún en pie y con ella el trabajo de toda una vida. Tika quedó enterrada junto a sus hijos en su vivienda y no supo que habían sobrevivido hasta llegar al hospital, cada magulladura de su cuerpo es un doloroso antídoto contra la amnesia.
Es difícil pensar en que todo se convertirá en ruinas cuando hay una vida entera puesta en cada ventana, pared o decorado. ¿Huir y abandonar eso? ¿Cómo reconstruir un hogar desde el polvo? En las manos y en las miradas de cada una de las personas que he conocido, pude encontrar el deseo y la voluntad de sanar, aliviar, cicatrizar y de levantar con cada ladrillo una pared y para cada familia un techo digno.
Miles de familias que ya estaban en una situación de vulnerabilidad y precariedad reciben un mazazo de la naturaleza que avisa, pero no espera. El pasado 12 de mayo, otra vez la tierra se quebró.
Pablo Tosco es periodista de Oxfam Intermón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.