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Nadie se acuerda de la reina Beatriz

Dos años después de la llegada al trono de Guillermo y Máxima, Holanda se rinde a su estilo menos encorsetado, más cercano aunque se les critica por lo mismo: el dinero que cuesta mantenerles

Isabel Ferrer
Guillermo y Máxima, reyes de Holanda.
Guillermo y Máxima, reyes de Holanda.CORDON

Guillermo y Máxima de Holanda fueron los primeros reyes del relevo generacional que ha empezado a producirse en Europa. Entronizado él, soberano titular, el 30 de abril de 2013, y apoyado por su consorte superó el primer año ganándose la confianza de un 80% de la población. A ella, nacida en Argentina, la consideró “fascinante” un 83% de sus nuevos compatriotas. El segundo curso se cumple ahora y la asignatura pendiente, imprimir un estilo propio al reinado, empieza a cristalizar. “Puede decirse que lo hace tan bien, o mejor incluso, que su madre, la antigua reina Beatriz, y a su manera. Porque ese era el reto: averiguar si podría conseguirlo”, sostiene la historiadora Reinildis van Ditzhuyzen.

El rey Guillermo Alejandro, con nombre compuesto y sin la tradicional cifra que marca las sucesiones, ha cuajado. Nadie echa de menos a la respetada Beatriz. Sin embargo, las críticas son las mismas de su época de príncipes: el dinero. Cobran demasiado. La pareja real y la ahora princesa Beatriz reciben 1,6 millones de euros, el mantenimiento de la Casa Real cuesta unos 40 millones y gastan demasiado (en villas de veraneo como la que han comprado en Grecia por 4,5 millones). La experta subraya que las monarquías son caras de mantener, “pero también reportan beneficios al país con sus viajes cargados de emisarios comerciales”.

Nada más debutar como soberano hace dos años, el primer discurso de la Corona de Guillermo estuvo marcado por el anuncio del colapso del Estado de bienestar. Como procede en una monarquía parlamentaria, el rey lee la nota elaborada por el Gobierno. Así que anunció el final de una era de apoyo a dependientes y pensionistas vestido de gala. ¿Cómo ha transcurrido el año 2015? Era el momento de perfilar el papel de “monarca ceremonial” que tiene adjudicado desde que ya no media en la formación de las coaliciones gubernamentales. Guillermo lo sabía antes de acceder al trono, y por eso dijo que “cortar cintas e inaugurar centros también supone servir a mi país”.

Su buena disposición, su lenguaje, mucho más cercano que el de su madre, incluso en la pronunciación del holandés, y un uso prudente del protocolo (Beatriz lo consideraba la forma de darle empaque a su labor), se pusieron a prueba el pasado 17 de julio. El punto de inflexión de su segundo año en el trono lo marcó la tragedia del vuelo MH17 de las líneas aéreas malasias, que costó la vida a 298 personas de 10 nacionalidades (196 holandesas). El rey dejó a un lado el papel de líder simbólico y actuó como un jefe de Estado. A la puerta de la nave donde se habían reunido los familiares de las víctimas en el aeropuerto de Ámsterdam, dijo visiblemente conmovido que “su dolor, impotencia y desesperación nos traspasa el alma”.

Los reyes de Holanda, con sus hijas y la princesa Beatriz.
Los reyes de Holanda, con sus hijas y la princesa Beatriz.CORDON

Esta vez, el plural mayestático alcanzaba de veras al resto de los holandeses, abrumados por uno de los peores golpes de su historia contemporánea. A la pérdida de vidas se sumaba la posibilidad de que el aparato hubiera sido objeto de un atentado al sobrevolar el espacio aéreo de Ucrania. Y Guillermo, sin apenas guion por falta de tiempo, puso en práctica lo que más dice desear: contribuir a la estabilidad nacional.

Como ocurre con Felipe y Matilde de Bélgica, y luego con Felipe VI y Letizia de España, que los tres titulares ronden la cincuentena (aunque el rey belga ya tiene 55 años) facilita el acercamiento a la sociedad. La edad, de todos modos, no excluye por definición. El presidente italiano, Giorgio Napolitano, acaba de dejar el cargo a los 89 años con buena prensa. Y el actual presidente germano, Joachim Gauck, tiene 75 años y es igualmente respetado. Sin embargo, en una realidad sujeta a enormes ajustes por culpa de la crisis, Dorine Hermans, historiadora y experta en los Orange, ha escrito que se produce una paradoja. “La política impone reformas muy duras y la gente no se fía de los políticos. Entonces, una monarquía más humana y social tiene mayor fuerza. Parece, por así decirlo, menos despótica que los políticos”.

Máxima de Holanda, saludando desde el balcón del palacio de Noordeinde, durante el Día de la Princesa.
Máxima de Holanda, saludando desde el balcón del palacio de Noordeinde, durante el Día de la Princesa.Getty

El papel de Máxima como reina consorte resulta esencial en Holanda. Su esposo es el primero en reconocer que a su lado se ha convertido en el hombre que le gustaría ser. Economista de formación, ella ha conseguido dos cosas: asesorar a Naciones Unidas, primero en el terreno de los microcréditos y ahora en las finanzas inclusivas para el desarrollo, y mantener su frescura y estilo. Realiza una labor solvente dentro y fuera de Holanda, donde su campaña para concienciar a los menores de la importancia del buen manejo del dinero es continua. Y desde que es reina consorte, su vestuario es más llamativo y colorista, si cabe, que antes. Es una forma de demostrar que no teme eclipsar por ello su trabajo. O como dice Reinildis van Ditzhuyzen: “Una reina no puede ir de cualquier manera; hemos decidido que son especiales y queremos que sean también normales, y eso no es nada sencillo”.

Koningsdag, el Día de Rey, es la próxima cita de la pareja reinante. Es el 27 de abril y el primero a su estilo de un rey después de más de 120 años de reinas. Guillermo y Máxima ya han dicho que quieren otros aires “y una gran tradición renovada”.

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