Contra los paparazis; extravagancia
De las prendas reflectantes al disfraz, los famosos saben que la mejor forma de ocultarse es llamando la atención
Sabe de lo que habla. No porque lo haya vivido en sus propias carnes, sino porque ha trabajado junto a Paul McCartney y otras estrellas de la música que sufren diariamente el acoso de los reporteros gráficos. El dj Chris Holmes acaba de lanzar una línea de ropa bajo el título Anti Paparazzi Collection. Inspirada en la ropa que usaba en los conciertos “y que arruinaba las fotos del público”, decidió utilizar estas prendas “para un mejor propósito”, tal y como él mismo escribe en su tienda on line. Por ahora su propuesta consta de tres piezas (una sudadera, una chaqueta y una bufanda) confeccionadas con un material reflectante que absorbe los flashes de las cámaras y arruina cualquier imagen sacada a hurtadillas. La indumentaria del sujeto en cuestión brilla hasta ocultar su rostro.
Holmes no es el primero (ni será el último) en crear trajes especialmente indicados para quienes quieren esquivar a la prensa. El diseñador Ying Gao creó hace un año y medio la colección tecnológica Playtime. “Si alguien intenta fotografiar o grabar el vestido, este se difumina, haciendo que el resultado sea borroso”, explicaba entonces en la revista Wired. Los bolsos de la marca Camoflash poseen un diseño menos innovador pero su función resulta igualmente efectiva. Estos integran luces LED, capaces de emitir (siempre que el usuario lo desee) un foco de luz que ciega a los fotógrafos a la vez que frustra cualquiera de sus intentos.
Ningún famoso ha sido visto luciendo estas prendas antipaparazi. O puede que, precisamente por llevarlas, no se hayan publicado esos documentos gráficos. Por ahora las estrategias que despliegan las celebridades son mucho más rudimentarias y, sobre todo, paradójicas, porque la mayoría de ellas consiste en llamar aún más la atención sobre sí mismos.
Desde tiempos inmemoriales, los famosos se han enfundado en un disfraz común para pasar desapercibidos que siempre ha generado el efecto contrario. Cualquiera sabe que si se topa con un individuo en gorra, chándal y gafas de sol en la cola de un aeropuerto o de un supermercado, posiblemente ese alguien sea famoso. Sobre todo, como suele ocurrir, si combina dichas prendas deportivas con un bolso de lujo.
A sabiendas de que no se puede combatir al paparazi ubicuo, por lo general eligen entre dos opciones: o combatirlo a base de insultos e incluso agresiones, o abrazar la sobreexposición burlándose de ella. El ejemplo más constructivo lo protagonizaron la actriz Emma Stone y su pareja, el también actor Andrew Garfield, el pasado verano. Pillados a la salida de un restaurante, cubrieron sus rostros con pancartas en las que pedían que toda esa atención centrada en ellos se desviara hacia ciertas ONG. Anne Hathaway y su pareja les copiaron la estrategia.
En el extremo está Shia LaBeouf, quien en el estreno de Nymphomaniac apareció con la cabeza cubierta por una bolsa de cartón en la que podía leerse “Ya no soy famoso”. Una frase que, por cierto, el intérprete había tuiteado incesantemente días antes, y que tiempo después le sirvió para protagonizar una especie de performance artística en una galería de Los Ángeles.
Shia LaBeouf fue a un estreno con la cabeza cubierta por una bolsa de cartón
Si antes solían ocultar su rostro con capuchas, abrigos o cualquier objeto que tuvieran a mano, ahora han decidido sofisticar sus máscaras. No hace falta tapar el objetivo de la cámara si puedes, como Harry Styles (cantante de One Direction), salir de la discoteca con un enorme elefante de peluche por cabeza. También es posible cambiar el sombrero por un tocado gigante con la forma de un donut (así lo hizo Katy Perry). Pero la palma se la lleva Jaden, el hijo de Will Smith, que se ocultó de arriba a abajo tras un aparatoso disfraz de Iron Man en su cita con Kylie Jenner, hermana de la estrella del reality en EE UU Kim Kardashian.
Mención especial merecen las bodas con exclusiva de por medio. Los famosos protegían el lugar de la celebración, blindan los coches de los invitados y despliegan toda una serie de artimañas para evitar que las legiones de paparazi (y ahora también de drones) les roben su lucrativo contrato. Que se lo digan a Cameron Díaz, que contrajo matrimonio en su mansión de Los Ángeles hace pocos días. En el único documento visual que a día de hoy existe del enlace, la actriz aparece sepultada bajo una sábana blanca. En algunos medios ya comparan su boda con una ceremonia secreta del Ku Klux Clan.
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