VÍDEO: Dos horas con Gala González (y sin WiFi)
Desconectamos a la bloguera de moda con más seguidores de España para que nos hable de lo que no conviene hacer por Internet (ligar, por ejemplo) El actor Quim Gutiérrez la fotografía para ICON. Mira aquí cómo fue la sesión
Recibe recién escurrida de la cama con los restos de maquillaje de la noche anterior, el pelo revuelto, en calcetines, un jerseicín gris y unos pitillos elásticos. Hay ropa tirada por toda la habitación. Gala González (Gala, a secas) empaqueta el vestido que le han prestado para unos premios de moda. Otro hotel, otro evento, otro lookazo. Su pan de cada día. Las marcas acuden a ella para colocarle sus prendas y que las luzca en fiestas, en Instagram, en campañas online. Lleva 11 años labrándose el negocio. Desde que abrió su Fotolog en 2005 y, dos años después, su blog, Amlul.com.
Miguel Carrizo, responsable de la parte masculina de su web, trastea en el portátil aún metido en la cama. “Le pedí que durmiera conmigo porque necesitaba mimitos”, dice sentada en el borde. Es su partner in crime. En el argot de los instagrammers, compañero de correrías y/o negocios. Él tiene 9.000 seguidores. Ella, 340.000. Es la mayor digital influencer española de moda. Así le gusta presentarse, aunque en su web añade bloguera, dj y diseñadora “con ese no sé qué”.
Mi estilo no está en venta. Es algo que yo ya tenía. No ha tenido que venir ninguna marca a dármelo Gala González
Cita a Michael Kors, Loewe o Louis Vuitton entre sus mejores clientes. La semana anterior a esta charla estaba en Marrakech, en una campaña online para Jimmy Choo. La siguiente, en Miami, fotografiándose para L’Officiel. El concepto “currárselo” sale una y otra vez de su boca: para llegar ahí, para que te llamen, para contar por encima de otras. “Soy una ancient blogger, un dinosaurio. Empecé cuando esto no existía. Las que hemos estado siempre ahí sabemos quiénes somos. Nuestro estilo no está en venta. Al menos, el mío. Si coges fotos mías de hace nueve años, la esencia es la misma: skinny jeans, oversize jumpers, gorros. Yo ya tenía estilo, no me tuvo que dar dinero una marca ni regalar ropa para hacerme más estilosa, como ha pasado con otras, que eran una chonis y han florecido a base de goody bags, de regalitos”, ríe. Salta a cada segundo del castellano al inglés: “Me sueno superesnob, pero me sale solo”.
Voló a Londres hace una década para quedarse. Estudió moda en Saint Martins. Era la sobrina de. De Adolfo Domínguez. Sus primeros trabajos no hicieron mucho por desmentirlo. Su tío le dio una cámara para que montara una campaña sin presupuesto. Después la fichó como directora creativa de su línea juvenil. “Pensaban que estaba ahí por ser familia. Por eso te lo tienes que currar ocho veces más, para probar que te han dado la oportunidad, sí, pero que sabes mantenerte”.
Dice que se ve volviendo a España… ¿Con un puestazo en Adolfo Domínguez? “No señalaría una firma. Pero sí, tengo 28 años y sé que esto no durará mucho. Me veo volviendo... a Galicia o a Barcelona. ¡O igual conozco a un tío de Algeciras y me voy p’allá!”. O sea, que se le ha quitado la idea de casarse con un inglés. “No, no, yo los ingleses forever”, se ríe. No suelta si tiene novio o no. Se remite al estado de Facebook: “It’s complicated". Prefiero que no se me conozca por mi vida privada. No quiero ser ese tipo de mujer que es la novia de. Ya me tocó ser años sobrina de y me ha costado que se piense en mí tan solo como Gala González”.
Concede que con su ritmo loco es difícil tener una vida sentimental estable. Hasta bromea con ligar a través de aplicaciones de móvil: “Tinder, Blendr, Tingle… Pero pienso: ‘No, mira, yo ya hago todo online. Ligar online también, no, ¡algo tengo que hacer en el mundo real!”. Y se pone seria. “A ver, cuesta encontrar una persona que entienda tantas idas y venidas. En ese sentido, es sacrificado. Lo entendí con mi primer novio [Mark Hughes]. Era dj y viajaba todo el rato. Y yo, claro, me tuve que buscar mis distracciones: me compré la PlayStation, me acabé el Super Mario… Por eso cada vez que empiezo una relación, digo: ‘Si eres celoso, esto no va a funcionar’. Mi estilo de vida es mi trabajo, al fin y al cabo. A veces pasas tantos días en hoteles que… es como hoy, que he dicho: ‘No quiero dormir sola, que se venga mi amigo, es mucho más agradable’. No tienes eso de llegar a casa reventada y que alguien te dé la cena, te arrope, te cuide”.
Esa Gala, la que se oculta tras un fa-bu-lo-so perfil de Instagram, no es fácil de captar. La que, cuando le hablas de política, te suelta sin reparos que no le pone cara a Pablo Iglesias; que nunca vota, que cuando lo ha hecho ha sido en blanco pero que ella es de Bloque Galego. La que ataja las acusaciones de estrellita blogger diciendo: “No soy muy diva, la verdad. No exijo siempre volar en business, ni me gustan los baños de leche, ni el champán. Prefiero el vodka y las patatas fritas. Siempre se lo digo a los tíos: ¡Yo soy una cheap date [cita barata]!”.
La tarde anterior protagonizó esta sesión despojada de artificios con ese objetivo: descubrir a la Gala íntima. Su autor, el actor y fotógrafo Quim Gutiérrez, lo resume así: “Gala tiene una determinación poco común para conseguir lo que quiere, algo que me resulta tremendamente atractivo en una mujer. Al mismo tiempo se sabe mucho más vulnerable de lo que aparenta. La combinación de ambos aspectos en conflicto es algo complejo e interesante de intentar retratar”. De todo lo que se dice sobre ella, algo es rigurosamente cierto: Gala gana en las distancias cortas.
Busca naturalidad en la esquizofrenia que impone su profesión. “Cuando voy a un evento, es el personaje digital el que esperan ver. En persona suelo recibir críticas positivas. Me dicen: ‘No esperaba que fueses así’. A lo que respondo: ‘Ya sé cómo esperabas que fuese’. Soy consciente de la idea que tienen de mí”. ¿Y cuál es? “¡Dímelo tú!”. ¿Que es una pija que vive de vender su imagen? “¡Claro! No piensan ‘es una choni de Gandía’. Piensan: ‘Es una pija tonta’. ¿Sí o no?”. Sí. “¿Ves? ¡Ahí quería yo llegar!”. No hay que renegar de los orígenes, le digo, si vienes de una familia bien… “¡Pero yo no vengo de una familia bien! Mis padres son unas personas normales que fueron muy generosas conmigo y mi tío es una persona normal que un día decidió dedicarse a la moda”.
Su padre es responsable de franquicias en Adolfo Domínguez y su madre trabaja en Hacienda. Con seis años la quiso disfrazar de María Antonieta. “Ahora me habría vuelto loca, pero entonces era como: ‘No, mamá, quiero algo normal’. Yo quería ser peluquera. Me compraba esos sets de plástico de sevillana con la peineta, los pendientes y el collar de bolas; me lo enchufaba todo y salía a la calle. Solía zurcirme las medias del cole. Por eso, con ocho años, me regalaron una máquina de coser”. Su primer bolso de marca se lo compró con sus ahorros en un duty free, presume. Hoy luce cada día complementos que superan holgadamente el sueldo de muchas de las redactoras que luego los diseccionan en las revistas. Admite que le ha costado ganarse su respeto. “Al principio te ignoraban, ni te miraban, no te querían dar importancia. Hoy posiblemente sea una de las pocas influencers a las que respetan. Por fin se han dado cuenta de que valgo”. Se pasa el día en eventos con otras blogueras que ansían los mismos contratazos. ¿Cuántas amienemigas ha sorteado? “No es un rollo de amienemigas… Aunque hay mucha social climber [trepa] que se quiere hacer la foto contigo porque sabe que las marcas que no saben que ella existe la van a ver. O que quiere chupar de tus contactos”. Seamos claros, ¿tiene Gala amigas blogueras? “No. Diseñadoras, relaciones públicas, sí. Pero bloggers... Pelayo, pero es chico”. Hace diez años, Gala González, Miranda Makaroff y Pelayo Díaz empezaban juntos en esto. Hoy han tomado sendas diferentes. “Pelayo ahora está en París, más centrado en el diseño; a Miranda yo la considero, mucho más que blogger, artista; y yo me he dedicado al consulting, al estilismo, al hosting y ejercer de brand ambassador”.
Posiblemente, soy una de las pocas 'influencers' a las que respetan. Por fin se han dado cuenta de que valgo Gala González
Poco antes de esta entrevista, su amigo Pelayo (171.000 seguidores en Instagram) generó cierto revuelo al convocar una master class para compartir sus experiencias como bloguero en el hotel Villamagna de Madrid. “¿Por qué ha generado tantas críticas el anuncio de esa master class? A ver, ¿por qué todo el mundo le tiene manía a Victoria Beckham? Porque tiene un marido que está buenísimo y es una tía inteligente. Y eso jode, así de claro. Y si encima es una tía con talento, ¡jode más!”. ¿Está comparando a Pelayo con la exSpice? “Estoy poniendo un ejemplo parecido: a Victoria Beckham le ha costado mucho tiempo que la gente la respetase. Hubo unos años en los que la odiábamos todos. Era como ‘la petarda esta’. Y luego la petarda esta le dio la vuelta a la tortilla y calló bocas. Pero la gente siempre va a criticar, porque esto es España, y no esperábamos otra cosa”.
Sabe de lo que habla, lleva años sorteándolo. Muchos ven en lo suyo un curro fácil: te pones ahí con algo regalado o prestado y te pagan. En ocasiones muy bien. Evita dar cifras, pero tampoco desmiente las que le enumero: 1.200 euros por un tuit mencionando una marca, 1.800 euros por un Instagram, 4.000 euros por pinchar en un evento. “Yo no me quejo”, concede por toda respuesta. Y añade que está ahorrando. “Lo que tengo muy claro es que no pienso arrimarme a nadie ni que mi marido me compre nada”. “Vamos, que no te vas a ligar a ningún futbolista famoso”, interviene Carrizo. “¡Me niego!”. ¿Ni aunque sea Xabi Alonso? “Uy, ¡Xabi Alonso está buenísimo! ¡Pero no! Y si lo hago no lo diré”, se ríe. “Pues ahí es donde más prensa harías en toda tu vida”, le sigue picando su amigo. “Me da igual. Prefiero ser una pringada que ser la novia de un futbolista. Sería como adióooooooos…”.
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