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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Demasiadas campanadas

En vez de las 12 de rigor, los que las siguieron por Canal Sur solo pudieron contar cinco. Otro recorte excesivo. 2015 será para ellos un año de cinco meses

Boris Izaguirre
Anne Igartiburu y Ramón García, durante las campanada en TVE.
Anne Igartiburu y Ramón García, durante las campanada en TVE.

Demostrando su don para lo impredecible, el 2014 se despidió sin grandes novedades pero aprovechando el último minuto para generar un pequeño escándalo más, como nos había acostumbrado durante todas sus semanas. Quizás fue una estrategia para prepararnos para lo que viene en el 2015, el año de los grandes juicios. A la familia Pujol. A los del caso Bankia y los de Gurtel, aparte de la Infanta y su esposo, el 2015 les tiene reservados asientos de primera fila en los juzgados.

Con dudoso juicio, en Nochevieja mi marido y yo decidimos invitar a un grupo de amigos que se atrevieran a correr el riesgo de compartir nuestra comida y de toparse con alguien con quien no te encuentres cómodo para recibir el año. Afortunadamente, tanto la cena como los invitados funcionaron a la perfección. Parecía que el único temor de la noche era atreverse a preguntar en qué cadena veríamos las campanadas de fin de año. “En la Primera, como siempre”, repliqué. “En la Sexta” dijo alguien más joven, “que la Pedroche es más sexy”. Pero pertenecemos a una generación que, sabiendo disfrutar de la transparencia más descarada, ha crecido bajo el lema silente de que todas las tradiciones importantes se ven a través de la televisión publica, por la Primera. Y volvimos a ver y a oír las campanadas asumiendo que es preferible recibir el año nuevo con Igartiburu que con otra animadora. Unos señalaron que el vestido rojo de Anne era un Lorenzo Caprile inspirado en el que vistió la reina Letizia en su primera aparición publica como futura princesa, hace ya diez años y 120 campanadas. El pelo de Igartiburu recordó un poco a la Daryl Hannah de Blade Runner y resultó evidente que el comentario demostraba que los presentes rondábamos la cincuentena. A todos los invitados les puso los pelos de punta la capa que acampanaba a Ramón García, menos a mí, que siempre me han gustado los superhéroes y he querido llevar una. Además, encuentro francamente acertado como buen showman que mantenga esta costumbre. Oye, en la tele todos tenemos un truco al que nos aferramos siempre. El truco de García es su capa y listo. Eso sí, yo añadiría unas ráfagas de ventilador. Por primera vez, me tomé las uvas con orden y con prisa, aceptando que toda esa complicación de los cuartos y las campanadas ha pasado a formar parte de nuestro contradictorio ADN. Nadie más en el planeta se las ingenia tanto para cargar de símbolos y dilaciones el fin del año. Es como si deseáramos que algo apocalíptico interrumpa la celebración. Y al final, ese algo acaba sucediendo. Y este año el desastre lo vivieron los andaluces: en Almería, la tierra donde nació Bisbal y se celebra el primer milenio del reino de Taifas, las campanadas emitidas en directo para la televisión de Andalucía fueron interrumpidas dos veces por anuncios publicitarios. En vez de 12 campanadas, los que las siguieron por Canal Sur solo pudieron contar cinco. Otro recorte excesivo.

Para los telespectadores andaluces el 2015 será pues un año de cinco meses, es decir de ahora hasta las elecciones municipales. Como era de esperar, el director de emisiones de Canal Sur dimitió el primer día de enero dejando como herencia el eco de unas confusas explicaciones. El ya exdirectivo explicó que la continuidad puede hacerse de forma manual o programada, en este caso no funciono ninguna de las dos y los espectadores de Canal Sur se quedaron con las uvas atragantadas. Es más, sobraron uvas. Y sobran tantas campanadas en tantas cadenas. En cada pueblo, en cada tele, las 12 campanadas al final solo generan ruido y confusión. Incluso sordera oyendo campanadas, sin saber de dónde vienen, ni para qué sirven, sumidos en una percepción excesiva de campanas. Como en un concierto de Mike Oldfield.

La verdadera campanada de la semana ha sido conocer que el señor Blesa y los suyos se quedaron con 14 millones de Bankia, esta vez en sobresueldos. En el sumario los llaman “percepciones excesivas” y en el PP lo consideran una desvergüenza. Mientras tanto, nos preocupa que el gobierno de Dilma Rouseff esté dolido con España por la escasísima representación oficial en su toma de posesión. Rouseff asumió por segunda vez la presidencia del gigante latinoamericano y privilegiado destino de las inversiones españolas, el primer día del año, con el vicepresidente de Estados Unidos y los presidentes de las repúblicas latinoamericanas presentes. Por España, nuestro embajador en Brasilia.

Fuentes diplomáticas atribuyen que la tardanza en la organización de la toma de posesión de Roussef motivó esa mínima representación española. Al parecer, cuando al fin se pusieron de acuerdo en Brasilia de cómo serían los actos, en Madrid ya se habían programado las vacaciones navideñas. A ver como se lo explican a Dilma. Podrían argumentar que están preparando el viaje de Rajoy a Andorra, que ahora juega un papel clave pues su relajado régimen fiscal permitió a la familia Pujol y a otros ocultar millones. Sostienen que ese tema no estará sobre la mesa pero seguramente si que estará en su tejado. Como una campana.

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