El caso Errejón
Yo no me fío. Desconfío de los que intentan minimizar sus amaños comparándose con lo que hacen los demás. Ya no me vale lo del país de los ciegos y nunca me creí aquello de la conspiración judeomasónica.
Me refiero, claro está, al asunto de Errejón, el dirigente de Podemos. Hoy no basta con presentarse con la escoba en la mano; primero hay que tener la casa bien barrida. La alternativa al sistema que quieren presentarnos puede irse a pique por “un papel”, por lo que califican de simple “trámite administrativo”, porque la corrupción empieza con las pequeñas corruptelas. Así no es posible. Por eso no podemos mirar para otro lado ni en este ni en ningún otro caso aunque pueda parecer menor. Para conservar la confianza de la gente hay que decir la verdad, sin tapujos, dar auténticas explicaciones y asumir las responsabilidades que el asunto exija.
Los que aspiren a gobernarnos no pueden permitirse ningún desliz en este terreno, han de ser honestos y parecerlo como la mujer del césar, para dar ejemplo. Ahora que está puesto el listón a una altura por fin exigente, no se puede empezar con rebajas o descuentos para los nuestros. Apliquemos y apliquémonos todos el mismo rasero.— Luis de Luxán Meléndez. Porrúa, Llanes, Asturias.
Como cabía esperar, un ejército de periodistas se ha lanzado a buscar hasta debajo de las piedras indicios de corrupción en los líderes de Podemos. Y al parecer han encontrado algunas infracciones administrativas. Muy mal, desde luego, si en efecto se confirman. Pero es difícil no preguntarse si es proporcional, tanto la denuncia como la cobertura que le están dando los medios, a la paja en el ojo de Podemos cuando las vigas en las de los otros no dejan de crecer.
Me pregunto cómo hasta ahora apenas nadie subraya el escándalo que supone la evidencia de que, al menos el PP, ha venido compitiendo en condiciones de ilegal ventajismo en las últimas elecciones, de acuerdo con las evidencias que se están acumulando en el caso Gürtel.
¿No debería ser esto más que suficiente para deslegitimar a unos gobernantes que, con la mayor desfachatez, no tienen empacho en querernos convencer de que la corrupción es cosa de otros?— Miguel Vázquez Freire. Santiago de Compostela, A Coruña.
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