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MEDIO AMBIENTE

El parque nacional de los humanos que nacieron como fauna

Un santuario natural gestionado por aborígenes australianos lidera la élite de la conservación de la naturaleza

Manuel Ansede
Un aborigen danza en el Parque Nacional Arakwal.
Un aborigen danza en el Parque Nacional Arakwal.M. A.

Es una mañana soleada de la primavera australiana y una persona que al nacer fue considerada un animal recibe un aplauso de otras personas que nacieron como ciudadanos. La ovacionada, la Tía Dulcie Nicholls, tiene los ojos fijos en el océano Pacífico. Por su mirada perdida se puede recorrer la historia de Australia. Cuando nació hace unos 85 años en el punto más oriental de la isla, el Cabo Byron, Nicholls tenía prácticamente los mismos derechos que un koala o una tortuga boba.

Los arakwal, su clan, habían sobrevivido a la invasión británica en 1770. Durante dos siglos, los colonos, escoltados por 160.000 presidiarios, aplicaron el concepto terra nullius (tierra de nadie) para reclamar territorios que supuestamente no eran propiedad de nadie, aunque en realidad los arakwal llevaban viviendo en ellos 22.000 años. La viruela, el sarampión y la tuberculosis arribados con los europeos, cuando no los propios europeos pistola en mano, exterminaron a muchas poblaciones indígenas. De los entre 300.000 y un millón de aborígenes que existían en Australia antes de la llegada de los ingleses, en 1901 solo quedaban 93.000.

Y aquel puñado de supervivientes no lo tuvo fácil en pleno siglo XX. Linda Burney, nacida en 1957 y primera diputada aborigen en el parlamento del estado más poblado de Australia, lo resumió así hace una década: “Durante los primeros 10 años de mi vida, como todas las personas indígenas en aquella época, yo no era una ciudadana de este país. Nosotros existíamos bajo la Ley de Flora y Fauna de Nueva Gales del Sur”.

Es un denuncia que repiten todos los arakwal, un pueblo que vivió durante milenios en la región del Cabo Byron hasta que fue expulsado por los europeos. Hasta 1967, cuando se modificó la Constitución australiana, los aborígenes no contaban en el censo de población. Los indígenas mayores de 47 años nacieron, básicamente, como fauna.

Vista del Parque Nacional Arakwal.
Vista del Parque Nacional Arakwal.NPNSW

Pero hoy todo es diferente en el Cabo Byron, un promontorio asomado sobre tres kilómetros de playas flanqueadas por brezales costeros, dunas, bosques y humedales. La Tía Dulcie Nicholls escucha cómo otro arakwal, Nigel Stewart, vestido únicamente con un taparrabos y con el cuerpo cubierto por pinturas tradicionales, toca el didgeridoo, el largo instrumento de viento ancestral de los aborígenes australianos. “Nuestra cultura está viva”, proclama, mientras otro arakwal semidesnudo baila espasmódicamente imitando el movimiento de aves y reptiles.

Concluida la ceremonia, Stewart entra en un pequeño edificio junto al faro del Cabo Byron y sale vestido de uniforme. Es un guardabosques del Parque Nacional Arakwal, el primer parque nacional australiano establecido por el Gobierno en tándem con los dueños tradicionales de la tierra. Allí, los aborígenes han pasado de ser considerados fauna indeseable a ser custodios de sus antiguos bosques, poblados por especies como el ratón marsupial pigmeo, el águila pescadora, el pavo de matorral y varias especies de murciélagos amenazados.

El 75% de las más de 200.000 áreas protegidas del planeta se considera mal gestionado

El santuario natural de los arakwal es una rareza en el mundo. El 75% de las más de 200.000 áreas protegidas del planeta se considera mal gestionado. Y tan solo 23 de estos miles de espacios han entrado en la Lista Verde, un sello de excelencia recién creado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para distinguir a la élite de la protección del medio ambiente. El Parque Nacional Arakwal ha sido el primero.

“La Lista Verde definirá el éxito de las áreas protegidas. Se trata de reconocer a aquellos lugares que respondan con éxito a los desafíos del siglo XXI y contribuyan al bienestar de las personas y de la naturaleza”, explicó la directora general de la UICN, Julia Marton-Lefèvre, en Sidney el 14 de noviembre en la presentación de esta aristocracia del medio ambiente.

Además del bosque ancestral de los arakwal, en la Lista Verde figuran, entre otros, el Parque Nacional de Sierra Nevada, en Andalucía; cinco territorios franceses, como el Parque Nacional de los Pirineos; y seis chinos, incluyendo la Reserva Natural de Tangjiahe, hogar del oso panda gigante.

La 'Tía' Dulcie Nicholls, una anciana aborigen arakwal.
La 'Tía' Dulcie Nicholls, una anciana aborigen arakwal.M. A.

El padre de la Lista Verde es James Hardcastle, un historiador británico de 42 años que de joven fue profesor de inglés en el pueblo andaluz de Andújar e incluso agente de seguridad en el aeropuerto de Barajas, en Madrid. Hoy, tras pasar por organizaciones como WWF, Fauna & Flora International y The Nature Conservancy, es una referencia en la conservación de áreas naturales desde el punto de vista antropológico.

En el Parque Nacional Arakwal, Hardcastle danza con los aborígenes, durante un viaje para periodistas organizado y pagado por la UICN. Al final del baile, el antropólogo se dirige, con lágrimas en los ojos, a la Tía Dulcie Nicholls y al resto de indígenas que hasta hace no tanto fueron considerados animales: “Se ha creado una Lista Verde internacional y los primeros habéis sido vosotros, chicos”.

La Lista Verde nace como contrapunto de la Lista Roja, elaborada desde hace ahora medio siglo por la propia UICN para alertar sobre las especies en peligro de extinción. La presentación de la nueva lista en el pasado Congreso Mundial de Parques, organizado en Sidney en noviembre, fue una fiesta para una comunidad, la de la conservación de la naturaleza, poco acostumbrada a las buenas noticias.

El Parque Nacional Arakwal recibe 1,2 millones de turistas cada año

Para Hardcastle, han sido dos años de duro trabajo. Las 23 áreas protegidas han demostrado que fueron bien planificadas, que cumplen sus objetivos de conservación, que su gestión es eficaz, por ejemplo al evitar incendios y especies invasoras, y que su gobernanza es equitativa. Este último es el punto fuerte del Parque Nacional Arakwal. Aquí, las decisiones se toman por consenso entre los aborígenes y el Servicio de Parques Nacionales de Nueva Gales del Sur. Los habitantes tradicionales de la tierra han recuperado la conexión con sus lugares sagrados y han accedido a puestos de trabajo, mientras que las autoridades han ganado conocimiento sobre los ecosistemas locales y la forma ancestral de gestionarlos.

"Esta área protegida gestionada conjuntamente recibe 1,2 millones de visitantes al año y es económicamente autosuficiente a través de los ingresos del turismo, lo cual es un logro increíble”, ha celebrado el ministro de Medio Ambiente australiano, Rob Stokes.

Ahora, el objetivo de Hardcastle es que la Lista Verde sirva de inspiración y otros países intenten entrar en ella y se sometan voluntariamente a sus estrictos exámenes de calidad. Las autoridades de Rusia, México, Perú, Ecuador, Croacia y Nepal ya se han comprometido. “En 2016 podríamos tener 50 áreas protegidas en la Lista Verde, pero necesitamos más recursos, más inversiones y más personal”, opina Hardcastle.

Mientras, en el Parque Nacional Arakwal, una de sus responsables, Sue Walker, espera un aumento de los visitantes. “Tenemos muchos turistas y queremos más. Cuantos más vengan, más gente entenderá lo que significa un parque nacional”.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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