_
_
_
_
_

“La educación integral es nuestra herramienta para el cambio”

En una de las regiones más pobres de Guatemala, el sacerdote, fundador de la Ciudad de la Esperanza, lucha a diario para sustraer a los niños de la miseria y de la violencia del narco

El sacerdote Sergio Godoy, fundador de la Ciudad de la Esperanza.
El sacerdote Sergio Godoy, fundador de la Ciudad de la Esperanza.Ángel López Soto

Sergio Godoy descubrió cuál era su misión en medio de la basura. Literalmente. Fue cuando una mañana de otoño de hace más de una década, respondiendo a la invitación de un amigo, se encontró con la humanidad que vivía entre “una montaña de desperdicios y de fango maloliente”. Decenas de personas –“como si fueran hormigas”, dice– subían y bajaban por las dunas de desechos en busca de algo que se pudiera recuperar, reutilizar, vender o… comer. Era el basurero de Cobán, en el departamento de Alta Verapaz, en Guatemala, una de las zonas donde las tasas más altas de pobreza de todo el país se mezclan con las cifras de los muertos que deja el narco.

Godoy había llegado a la región con desgana, cuando le habían asignado a una parroquia de aquellas barriadas marginales frustrando sus sueños de seguir con sus estudios en Roma. Cobán era lo más lejos que podía imaginar de la seguridad y la comodidad del enclave vaticano en la capital italiana. Y fue, sin embargo, allí donde este cura vio cómo salir de la depresión en la que había caído. De aquel encuentro con los vecinos del basurero surgió la Comunidad de la Esperanza y, dos años más tarde, la Ciudad de la Esperanza, un lugar donde acoger y educar a centenares de niños, la mayoría nacidos y criados entre cúmulos de desperdicios, con buitres como compañeros y perros hambrientos como mascotas.

Solo desde las aulas
se logrará despertar
en los chicos un sueño esperanzador

Cuenta Godoy cómo tuvo que enfrentarse a la desconfianza de los habitantes del vertedero en sus primeras visitas y cómo fue gracias a un balón de fútbol y a unos panes que rompió el muro de difidencia y consiguió que los niños primero, y luego sus familiares, se acercaran para compartir una tarde de juego, y más adelante el proyecto de un futuro mejor. Lo cuenta en una reciente visita a Madrid donde participó en octubre en unas jornadas de formación invitado por la ong Manos Unidas, una de las organizaciones que más ha contribuido a la realización del proyecto: un centro educativo que cubre los cursos hasta el bachillerato, un comedor y una casa hogar que acoge a los niños que sufren pobreza extrema o han sido víctimas de abandono y violencia.

Pobreza y violencia

Cinco de cada diez niños (el 49,8%) de menos de cinco años sufren desnutrición crónica. Entre las comunidades indígenas son el 80%.
Guatemala es el segundo país del mundo con el mayor número de asesinatos de niños y adolescentes, 20 cada 100.000 habitantes. El primero es El Salvador (27 homicidios cada 100.000 habitantes).
El 53,7% de la población vive por dejo del umbral de la pobreza. En las zonas rurales –el 44% del país– son 8 de cada diez personas son pobres.
Guatemala ocupa el puesto 133 de 187 a nivel mundial en el Índice de Desarrollo Humano.

Fuentes: Unicef/Banco Mundial/Programa Mundial de Alimentos

El cura enseña las fotos de los pequeños que, en los últimos nueve años, han pasado por la Ciudad de la Esperanza... Están niñas como Irma, que a pesar de las dificultades de ser pobre, indígena y mujer en una cultura machista, aprendió finalmente a escribir; o de Félix, quien aguanta el ayuno obligado al que le fuerza la miseria en la que vive y lucha por seguir estudiando porque quiere ser médico. Son historias de superación en un contexto que hace que, a veces, el esfuerzo no sea suficiente para tener un final feliz. En una de las imágenes aparecen tres niños, sonrientes. Fue tomada hace unos años. Y ya han pasado dos desde que uno de ellos muriera asesinato. “La madre se negó a escolarizarle porque era el mayor de sus hijos…Pero él poco a poco empezó a hacer su vida. Empezó a consumir y traficar droga”, recuerda el cura. Hasta que le mataron en lo que Godoy define como “procesos de limpieza social”. “Aunque no se reconozca oficialmente, esto pasa. Te deshaces de los indeseables, de los que crean problemas, de los que están asaltando por acá o consumiendo droga por allá, o los que en algún momento, y esto procede del narco, tenían que distribuir la droga y se quedaron con una deuda. Y si no hablamos de limpieza social hablamos del conflicto entre las dos maras que se enfrentan, la Salvatrucha y la 18”, explica. A la pregunta de si cuando habla de limpieza social también se refiere a alguna forma de condescendencia por parte de las autoridades, Godoy contesta: “A veces sí, hay que decirlo. Otras son grupos que simplemente están interesados en limpiar el vecindario y no se conoce su procedencia, pero se dedican a eso. Los vehículos son siempre similares. Llegan, se bajan del coche, disparan y desaparecen, como si nada hubiera ocurrido. Pero sí ocurrió”.

Es un círculo de violencia ciega en la que se puede morir simplemente por estar pasando por una zona donde los narcos se enfrentan en balacera. Así pasó con otro de los chicos de Ciudad de la Esperanza. “Bernardo estaba acabando el bachillerato. Y un día se encontró en el lugar equivocado cuando una bala le alcanzó. Era el sostén de su familia y la esperanza de sus hermanos menores. Y había crecido con nosotros en la casa hogar. Cuando los has tenido tan cerca se convierten en tu hermano, en tu hijo. Pero ocurrió en unos de esos episodios que suelen darse en Cobán”, cuenta Godoy.

Hay procesos de limpieza social. Aunque no se reconozca oficialmente, esto pasa

En la Ciudad de la Esperanza tampoco han faltado amenazas a algunos de su medio centenar de empleados, ni “visitas” de hombres armados, molestos con las labores de rescate social realizadas en el centro en lugares donde las necesidades extremas de la población –el 38% de los habitantes de Alta Verapaz vive en la pobreza extrema­– son el caldo de cultivo de mano de obra barata para el narco. Los grupos criminales temen a la única arma que se usa en el centro: la educación. “Nuestra herramienta es la educación integral”, suele decir Godoy cuando habla de lo que se hace en la Ciudad de la Esperanza. “Solo desde las aulas, con un trabajo hecho a conciencia y atendiendo todas las dimensiones que sea posibles cubrir, de la niñez y juventud en riesgo, se logrará despertar en los chicos un sueño esperanzador que les conduzca a tener un proyecto de vida que termine por incidir en la su familia y por revolucionar la sociedad entera”.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_