Encrucijada socialista
El PSOE debe optar entre tener un papel subalterno de la derecha o construir una alternativa
Los militantes del PSOE dan hoy el primer paso en el proceso de renovación socialista. Con su voto escogerán al candidato que el congreso del partido deberá elegir dentro de 15 días. Una votación masiva, además de dar impulso a la decaída moral socialista, sería una llamada a los demás partidos para que sigan el ejemplo de las primarias. Una participación baja aumentaría las dudas sobre una fórmula que nunca ha gustado a las burocracias políticas.
Pero más allá de los procedimientos está la encrucijada en que se encuentra el partido, devastado electoralmente por su gestión de la crisis, incapaz de capitalizar la pérdida imparable de legitimidad de ejercicio por parte del Gobierno del PP, agotado ideológicamente y con necesidad urgente de reconstruir un perfil propio como alternativa a la derecha. Las elecciones europeas han servido para confirmar la debacle socialista y han forzado un cambio demorado más allá de lo razonable. Pero también han demostrado que las campanas no doblan sólo por los socialistas. No es la suerte de un partido lo que está en juego, sino la evolución del régimen político.
El PSOE tiene que optar: o se resigna a un papel subalterno de acompañamiento de la derecha, o construye una alternativa diferenciada
La renovación socialista genera expectativas diversas e incluso contradictorias. Algunos sectores más conservadores, dentro y fuera del partido, esperan que el PSOE vuelva a ser el sólido pilar del bipartidismo, garantía de la estabilidad que tanto obsesiona. Otros, buena parte de los millones de votantes que le han abandonado, desean que sea capaz de construir un proyecto de izquierdas para arrebatar el poder al PP. Muchos de estos votantes, sin los cuales el PSOE no volverá a tener el poder que tuvo, optaron por Podemos, que se ha convertido en voto de protesta de un electorado nada radical (las encuestas lo sitúan a la derecha de Izquierda Unida), que sólo quiere salvar la dignidad perdida en estos tiempos de austeridad expansiva.
El PSOE tiene que optar: o se resigna a un papel subalterno de acompañamiento de la derecha, que a medio plazo le cerrará cualquier vía de acceso al poder que no sea la gran coalición; o construye una alternativa claramente diferenciada, con respuestas propias para las grandes cuestiones que en el debate entre candidatos ni siquiera se olieron: Europa, la crisis social, la conversión del trabajo en bien escaso, el modelo de sociedad, y también Cataluña y el modelo de Estado. La reaccionaria política del PP en materia de libertades y derechos hace fácil la diferenciación en este campo. Pero no basta. La nueva etapa socialista pasa por la negación del principio no hay alternativa y por la renovación de la cultura política. No se trata de acomplejarse ante Podemos. Se trata de preguntarse por qué tanta gente se fue y cómo volver a conectar con ella. Y eso requiere perder el temor reverencial a los poderes establecidos y hacer incursiones fuera del redil bipartidista en que el PSOE ha quedado atrapado y se ha ido encogiendo.
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