Cómo luchar contra la nueva pobreza
Cruz Roja celebra su 150º aniversario en España volcada en asistir a los golpeados por la crisis
Antonio, de 46 años, acude casi a diario a usar las duchas y la lavadora. En casa no tiene agua por impagos. Manuel, de 47, va, como cada semana, a recoger la comida gratuita que no puede comprar para alimentar a sus tres hijos. Encarna, también de 47, llega con un cáncer de hígado, una anorexia nerviosa reflejada en su escueto cuerpo y un ultimátum de la compañía eléctrica, que dejará sin luz a su familia si no abona las facturas. Raúl y Mayra, 44 y 34 años, piden ayuda para renegociar su hipoteca y que el banco no les desahucie. Llegaron allí en busca de asesoría a emprendedores para iniciar un negocio de bolsos artesanales que, esperan, les saque de esta. “¿Que estamos saliendo de la crisis? Sólo hay que venir aquí para ver que no es verdad”, suspira Fernando del Rosario, presidente de la Cruz Roja en la Comunidad Valenciana. Lo prueban 48 horas de recorrido por varias de las sedes de la ONG, que el 4 de julio cumple 150 años en España.
Recién duchado, con la bolsa de la ropa limpia bajo el brazo, Antonio habla “con orgullo”. No es frecuente encontrar a personas dispuestas a contar su vida a un periodista en semejante situación. Por eso, la mayoría de los nombres de este reportaje han sido cambiados; sus protagonistas preferían permanecer en el anonimato. No es el caso de Antonio: “No tengo nada que ocultar, tuve varios empleos, pero todos informales. Ahora carezco de ingresos y resido en una casa que heredé de mi familia. No es que viva al día, vivo al minuto”, confiesa en la asamblea local de la Cruz Roja en Villena (Alicante).
El recinto es ejemplo de un nuevo modelo de gestión, donde la sede deja de servir como mero lugar de estancia para los voluntarios; se convierte un espacio pensado para las personas más vulnerables, las que entierran sus vergüenzas y se deciden a entrar por la puerta en busca de ayuda. Por eso, en el mismo acceso hay una oficina de recepción donde los voluntarios y trabajadores evalúan la situación de cada persona y la emplazan a una cita con técnicos especializados que proporcionarán, en la medida de lo posible, aquello que necesiten: comida, ropa, pago de facturas, un curso de español, otro de orientación laboral, asesoría o una simple ducha.
Las necesidades en España han variado y lo mismo ha hecho la acción de la ONG. “Existe un nuevo tipo de pobreza. Antes se circunscribía a familias desestructuradas y a inmigrantes. Ahora cualquiera puede requerir de nuestros servicios”, explica Javier Gandía, coordinador local en Villena. Están prestando servicios que hace solo unos años eran residuales (como el reparto de comidas) y otros que no imaginaban (como la negociación hipotecaria con los bancos). Dentro de la propia organización existen sentimientos encontrados al respecto, ya que más que una labor asistencialista, su vocación es contribuir a la autonomía de las personas. “No dar el pesado, sino la caña”, insisten una y otra vez los miembros de Cruz Roja. Pero la situación española es de emergencia y como tal lo asumen trabajadores y voluntarios (en España hay 9.300 de los primeros y unos 200.000 de los segundos). No son peces lo que reparten, pero sí legumbres, arroz., pasta, aceite, leche, huevos, carnes y frutas en las sedes locales de Cruz Roja.
Los datos de una "emergencia social"
En 2012 Cruz Roja de España decidió emplear un recurso que solo usa para catástrofes como las de Haití o Filipinas: un llamamiento especial por lo que califican como "emergencia social" en el país. Con el lema Ahora + que nunca pidieron por primera vez en su historia dinero para los pobres españoles. Desde entonces, ha dado apoyo específico por la crisis a más de tres millones de personas gracias a sus 200.000 voluntarios, 1,1 millones de socios y 9.300 trabajadores.
- Mayores: 364.000. Especialmente vulnerables son las personas mayores. La organización atiende anualmente a 364.000 (más de la mitad en el umbral de la pobreza) con intervenciones para favorecer el envejecimiento en el propio hogar, con servicios como la teleasistencia domiciliara y móvil, el localizador de personas con deterioro cognitivo o las acciones de proximidad.
- Mujeres: 28.060. Otro foco que está reforzando Cruz Roja en la crisis es el apoyo a las mujeres en dificultad en su inserción laboral y social. El año pasado, 28.060 participaron programas de la organización destinados a ellas. Además, más de 10.000 mujeres son usuarias del servicio telefónico de atención y protección para víctimas de la violencia de género, que sirve tanto para prestar ayuda psicológica como para llamadas de auxilio en caso de emergencia, ya que cuentan con un localizador GPS.
- Menores: más de 100.000. Dentro del programa Ahora + que nunca, la organización también ha reforzado la intervención familiar con infancia en riesgo, tratando de ofrecer un soporte al desarrollo y educación de los menores de edad. Más de 100.000 menores y jóvenes a través de distintos programas, como la promoción del éxito escolar con el apoyo de los equipos de voluntariado que realizan el acompañamiento educativo en los centros infantiles.
- Inmigrantes: 170.000. El trabajo con inmigrantes, que ya era una de las tareas importante de Cruz Roja, se ha vuelto más complejo durante la crisis, según la organización. Sigue prestando asistencia humanitaria básica al llegar a España (albergue, atención sociosanitaria, psicosocial, asesoramiento legal, etc) y fomenta su inclusión en el mercado laboral. Más de 170.000 personas inmigrantes son atendidas cada año por la ONG.
En la de Mislata, un pueblo que de tan cercano a Valencia parece más bien uno de sus barrios, está Manuel con su carrito para recoger la comida de la semana. Le tiene que durar algo más: acude tres veces al mes a por ella. Los voluntarios de esta agrupación abren todos los días del año. Cada uno de ellos acuden unas 20 familias (250 en total, unas 700 personas) cuyo sustento depende de la enorme despensa que hay montada en un local adquirido poco más de un año para este fin. El de la asamblea se les quedó pequeño. Manuel cuenta que ya lleva dos años recurriendo periódicamente al reparto de alimentos para dar de comer a sus cinco hijos. En su casa ingresa los 426 euros de la renta básica de inserción. Pero no es suficiente. “Pagar con eso la hipoteca, suministros, ropa, y comida para siete personas sería imposible”, lamenta. Su historia suena muy familiar la crisis que golpea a España desde hace seis años: trabajó durante años como albañil, le despidieron cuando la burbuja inmobiliaria estalló y se quedó con una hipoteca por pagar. Agotó el paro y ahora su situación es desesperada. "Me cortaron la luz. Hice un empalme y la eléctrica nos ha pillado. Nos multarán, pero yo no tengo para pagar", relata.
Hay miles de casos diferentes, cada uno con una historia detrás. Son más de tres millones de personas las atendidas por la Cruz Roja desde que en 2012 lanzó el llamamiento Ahora + que nunca para dar respuesta a la emergencia social en España. Con una muestra de 34.796, el informe ejecutivo de la organización para 2013 traza el perfil de la persona vulnerable: una mujer (59,5% de los casos) española (65,5%) de 57 años de media, con hijos a su cargo (85%), estudios secundarios (43%), desempleada (67,2%) y en riesgo económico (68%).
Encarna, salvo algunos matices, responde con bastante precisión a este perfil. En los servicios sociales del Ayuntamiento de Valencia le recomendaron que acudiera a la sede local a pedir ayuda. Es su segunda cita, aunque todavía está bastante desorientada. Desconoce sus derechos y en qué le pueden ayudar. La voluntaria le solicita los papeles que la compañera que le atendió en su primera consulta ya le había requerido. Pero aún le faltan, por ejemplo, las cartas de las compañías que prestan suministro de agua y electricidad en las que le advierten de que dejarán de hacerlo en solo unos días si no paga las facturas. Es lo más urgente.
Verónica Hermoso, coordinadora de acción social de Cruz Roja en la asamblea local valenciana, explica que en el caso del agua, la empresa municipal suele atender a razones si les explican que el pago se va a realizar pronto. “Iberdrola y Gas Natural no te dan ni un día de más. Cuando toca, te cortan la energía. Hay veces que las familias convencen a los trabajadores que van a su casa para que digan que no había nadie y den unos días de margen, pero dependen de su buena voluntad”, cuenta. Así que, lo primero es pagar esas facturas para evitar que le corten la luz. En total, Encarna no adeuda más de 150 euros, así que la cantidad es asumible para la organización, que siempre trata de retrasar todo lo posible los cortes de suministro y aprovechar el margen de tiempo para ayudar a la persona que lo necesita a encontrar un empleo mediante sus cursos y su orientación.
Los esfuerzos han pasado de la atención a la inmigración a la pobreza nacional
El caso de Encarna es especialmente complicado. El pasado octubre le diagnosticaron un cáncer de hígado. Además, padece hipertiroidismo y una anorexia nerviosa que la mantiene desnutrida, con lo que tiene que esperar a recuperarse para poder ser operada. El primer día que acudió a la sede de la ONG en Valencia le dieron unos batidos, que es lo único que puede ingerir sin devolver (y no siempre). Su hijo de 11 años tiene un déficit de atención que le dificulta los estudios y el de 21 lleva seis sin estudiar ni trabajar. “Es un ni-ni”, reconoce. De los padres de sus niños nada sabe. Y tiene techo gracias a un piso de su familia que sus hermanos le ceden a cambio de pagar las facturas. El objetivo ante un caso así, por parte de la Cruz Roja, es ayudarle a la gestión de una pensión de invalidez y tratar de cubrir sus necesidades básicas hasta entonces. Aunque el proceso puede ser largo.
Encarna no está en condiciones de atender a uno de los cursos de formación laboral u orientación para emprendedores que Cruz Roja ofrece en la sede provincial. Juan Miralles, profesor del primero, es un hombre enérgico y persuasivo. Cuenta que la primera sesión del taller de 16 horas que imparte se basa en que los alumnos se relajen, ganen confianza en sí mismos y ganas de trabajar, porque normalmente llegan en una situación anímica “muy, muy mala”. Más adelante llegan los patrones para hacer un currículum o afrontar una entrevista. “¡Que nadie me diga que quiere trabajar en lo que sea!. ¿Habéis visto alguna vez una oferta de empleo para lo que sea?”, grita enérgico a una docena de alumnos (mujeres en su mayoría). “Yo no doy una clase, hago una performance”, cuenta, “hago coaching, aunque aquí no empleo esa palabra, no hace falta”. De hecho, su profesión es asesorar a empresas y directivos, así que su voluntariado en Cruz Roja consiste, según sus palabras, en “democratizar el conocimiento, llevarlo a aquellos que no se lo pueden pagar”.
Lo cierto es que, si bien para el pago de facturas o el reparto de comida se cercioran de que la persona que recibe los beneficios carece de recursos, a los cursos de orientación laboral puede ir cualquiera. Igual que a los de asesoría empresarial, que imparte Victoria García, trabajadora de la ONG, ayudada por dos voluntarios, Francisco Aparicio y Antonio Martínez, exempleados de banca prejubilados. Lo primero que hacen es cerciorarse de que quienes acuden tienen realmente aptitudes y recursos para emprender. “No hace falta un gran capital, pero hay veces que si careces de dinero y de ideas claras es mejor que lo guardes para sobrevivir en lugar de que te endeudes más”, asegura García. Tras esto, estudian los proyectos y crean un plan de viabilidad para, en caso positivo, acudir a bancos en busca de financiación. “El tipo de negocio ha cambiado radicalmente en unos años. Antes lo más frecuente eran peluquerías, bares… Ahora casi todo el que viene hace trabajos manuales y quiere regularizar esta dedicación”, cuenta Aparicio.
Pago de recibos, reparto de alimentos, una ducha de agua caliente... Las sedes se adaptan a las nuevas necesidades
Tras quedarse en paro, Raúl y Mayra, matrimonio de origen ecuatoriano, comenzaron a reciclar retales de cuero de tiendas de muebles para fabricar bolsos, pulseras, sandalias. De momento no ganan dinero, pero al menos tampoco lo pierden. El objetivo es comenzar a obtener beneficios y poder pasar de la economía sumergida a la regular. Pero hoy por hoy no pueden pagar su hipoteca, cosa que dejaron de hacer hace tres meses. Empar López, abogada que hasta hace no mucho centraba casi todos sus esfuerzos dentro de Cruz Roja en la asesoría a inmigrantes indocumentados, se ha hecho ahora una experta en negociar con los bancos las condiciones de los préstamos.
En el caso de Raúl y Mayra ya tienen el compromiso verbal de su entidad de que se acogeran al las medidas urgentes de protección de deudores hipotecarios sin recursos, aprobada en 2012, con lo cual tendrán cinco años en los que solo deberán pagar los intereses. Pero, según López, los requisitos para acceder a esta situación son tan complicados (además de depender de la voluntad de los bancos), que casi nadie lo logra, con lo cual tienen que luchar por mejoras no tan sustanciales en las condiciones del préstamo. Eso si consiguen algo, porque muchas veces, todos los medios que ponen son insuficientes para frenar el desahucio.
¿Qué ocurre entonces? Que quienes vivían en esa casa suelen recurrir a familiares, o en el peor de los casos, acabar en la calle, donde, con suerte, encontrarán a los voluntarios de la Cruz Roja con sus unidades móviles para darles una bebida caliente, mantas o una simple conversación. Y siempre podrán contar con sus asambleas para encontrar atención, comida o una ducha.
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