_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuncta fessa

Aumenta por doquier la nostalgia del autoritarismo; la gente quiere respuestas simplificadoras y traquilizadoras, la gente quiere seguridad al precio que sea y todo eso fomenta el populismo

Rosa Montero

No sé si han visto la terrible foto de Darius, el gitano de dieciséis años apaleado hasta el coma en un suburbio de París y abandonado como un fardo de carne rota en un carrito de supermercado. EL PAÍS denunciaba ayer los riesgos del sensacionalismo; la familia de la víctima no deseaba que se publicara la foto y eso es prioritario, desde luego, pero, por otro lado, ¡es una imagen tan reveladora de la brutalidad racista, fascista e intolerante que está creciendo como la espuma por todas partes! A lo largo de mi vida he deseado en varias ocasiones, por pura desesperación, irme de España; ahora deseo irme de esta Europa que revienta a palos a los Darius. Aumenta por doquier la nostalgia del autoritarismo; la gente quiere respuestas simplificadoras y tranquilizadoras, la gente quiere seguridad al precio que sea y todo eso fomenta el populismo. Ya hemos vivido esto en Europa, pero el desconocimiento del pasado puede obligarnos a repetirlo. He oído decir a personas de 40 años que ahora hay en España menos libertades que en época de Franco, una afirmación tan ignorante que incluso da miedo (verán, en una dictadura no puedes expresar tus ideas en una cafetería, por si te oyen, y a veces ni te atreves a hablar en voz alta en tu casa, por los vecinos). El primer emperador romano, Octavio Augusto, consiguió sus inmensos y abusivos poderes porque la República se los otorgó de buen grado. ¿Y por qué hizo semejante barbaridad la República romana, por qué se suicidó? Cuncta fessa, explicó Tácito: “Todo el mundo está cansado”. Sí, estaban cansados de la inseguridad política y social y no creían en las instituciones. Así perdió Roma sus derechos y libertades durante siglos. A veces los pueblos se suicidan.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_