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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El teatro del miedo

La estrategia de la derecha para no perder el Gobierno es sembrar el pánico con Podemos y el secesionismo catalán

Josep Ramoneda

Para las élites españolas todo son peligros: que quiebre el bipartidismo, que el Rey abdique, que se quiera votar sobre la república y la monarquía o sobre Cataluña, que Podemos crezca, que el consenso constitucional se rompa. En la sociedad de la información, los poderes se sienten más vulnerables que antes, pero también disponen de instrumentos más potentes para imponer su hegemonía. Llevamos 36 años de régimen constitucional en que la ciudadanía nunca ha puesto en riesgo la democracia. ¿Por qué tanto miedo a la gente? Los que han deteriorado el sistema institucional, hasta llevarlo a la situación de crisis política en que estamos, han sido los sectores económicos que hicieron y deshicieron sin control durante los años en que se impuso la idea de que todo era posible y de que no había límites; han sido los dirigentes políticos que miraron a otra parte, cuando no fueron cómplices del desastre, y que han ido cerrando cada vez más el espacio del poder; han sido los corruptos como expresión de la promiscuidad entre política y dinero, de la que las redes de conseguidores en el entorno de los partidos y la crisis de Bankia son verdaderos iconos; ha sido el PP con los recortes en derechos básicos que emprendió desde que regresó al poder, y han sido los gobernantes que han pretendido hacer de la impotencia virtud al justificar su incapacidad para resolver los problemas con un desmoralizante discurso de claudicación: “No hay alternativa”.

El Rey ha dejado paso. El PSOE ha puesto en marcha la renovación. Sólo el PP permanece impasible,como si su descalabro electoral fuera irrelevante. Si el Gobierno piensa que con el cambio en la Corona basta para calmar a la sociedad, se equivoca. Dejen al Rey en su papel y emprendan la reforma de un régimen muy gastado. Para ello, es imprescindible perder el miedo a la ciudadanía y no responder con pánico o desdén a cualquier movimiento o propuesta que venga de fuera del recinto del poder. Son vicios de la vieja política que conjugan mal con la sociedad actual.

En realidad, el miedo de las élites denota que no están dispuestas a ceder ni un milímetro. Con lo cual, las promesas de cambio suenan a vacío. No hay reforma sin redistribución real del poder. De hecho, el miedo es la estrategia escogida por la derecha para no perder el Gobierno en 2015: sembrar pánico en las clases medias, con Podemos y el secesionismo catalán como ogros, para recuperar el voto perdido.

El teatro del miedo tiene un riesgo para el que lo practica: que, de tanto repetirlo, la gente no se lo crea y opte por otros. En la medida en que se aleja a los ciudadanos de la política y su palabra sólo cuenta a la hora de ir a votar, es lógico que el voto se radicalice. Es la única manera de hacerse oír.

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