Qué difícil es encontrar entusiasmo en las aulas

Lo admito, no seré el alumno con más brillante de la clase, pero, por simple empatía, me doy cuenta de lo que sufren los docentes en este aspecto. No sé si será la crisis, que nuestro equipo ya no va a ganar la Liga, la reforma educativa o que tenemos el WhatsApp caducado, pero estamos pidiendo a gritos sangre en las venas.

Muchos hemos olvidado qué era eso de hacer deberes, leer un libro o mancharse las manos de barro por gusto. Nadie sabe nada, tampoco es que interese. Cuanto menos, mejor. Estamos deseando salir de clase. Deseando escupir todo en el examen, limpiarnos las manos y olvidar este curso ya para odiar el siguiente.

Quisiera pensar que parte de la culpa no es nuestra, que la educación no está bien montada y que todo lo que se enseña no sirve para nada. Dejadme poner esto en duda. Es cierto que la ley de gravitación universal es un peñazo y que como futuro vetetúasaberqué te dé exactamente igual. Cierto. ¿Pero recuerdas aquel profesor que tiró con demasiada fuerza sus gafas del pupitre quedándose el pobre con un solo cristal solo para contártelo? Cómo aprendimos la dichosa ley, lo que nos reímos aquel día y la de gente que se prestó a dejarle pegamento... ahora lloraría por su intento infructuoso.

Estudiantes que estudian por estudiar y profesores a los que no les queda otra que enseñar por enseñar en un sistema educativo caótico. El pilar de la sociedad del mañana ya no enseña valores, ni siquiera a pensar y aquello por lo que tanto lucharon en su tiempo poco parece que nos importe. Nuestra sociedad actual ya no piensa en ello. ¿Lo habéis entendido, chicos? Yo no, profesor.— Salvador Isaac Caro.