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Tribuna
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La discriminación daña a las personas y a las economías

Eliminar las diferencias por edad, raza, sexo u orientación sexual es esencial para un crecimiento sostenible, equilibrado e inclusivo

Creciendo como un asiático-americano en Iowa, a menudo era juzgado solo por mi apariencia. En las tiendas, los desconocidos me hacían gestos de kárate con sus manos, inspirados por la popular serie televisiva 'Kung Fu'. Cuando jugaba como capitán en el equipo de mi escuela secundaria, los contrarios me tiraban al suelo y proferían insultos racistas contra mí.

Estos incidentes me cohibían y me hacían sentir incómodo. Sin embargo, son ofensas insignificantes comparadas con la discriminación que sufren muchas personas en todo el mundo basándose únicamente en su sexo, edad, raza u orientación sexual.

Traigo esto a colación a raíz de la ley aprobada por Uganda esta semana, que establece penas de prisión perpetua a quienes sean condenados por homosexualidad, y del aumento de la violencia contra los homosexuales en Nigeria tras la entrada en vigor de una ley contra la homosexualidad a principios de año.

Estos países atraen en estos momentos la atención de los medios de comunicación, pero nuestro enfoque debería ser mucho más amplio: otros 81 países, en las Américas, Asia, África y Oriente Medio, han sancionado leyes que hacen que la homosexualidad sea considerada ilegal. En Estados Unidos, aunque el gobernador de Arizona vetó la semana pasada un proyecto de ley que hubiera permitido que las empresas negasen servicios a los homosexuales, nueve estados siguen teniendo leyes que imponen limitaciones a la manera en que los docentes de las escuelas públicas pueden hablar sobre la homosexualidad. En más de 100 países se discrimina a las mujeres, y en muchos más aún existen leyes discriminatorias sobre minorías.

La discriminación institucionalizada es mala para las personas y para las sociedades. Además es mala para las economías. Existen pruebas contundentes de que cuando las sociedades promulgan leyes que impiden la plena participación de personas productivas en la fuerza laboral, las economías se resienten.

La discriminación contra la mujer es un claro ejemplo de ello. Un estudio sobre 143 economías realizado el año pasado por el Banco Mundial realizado estableció que en 128 países todavía existe al menos una diferencia legal en el trato que reciben hombres y mujeres, lo que reduce las oportunidades económicas de la mujer. Estas diferencias incluyen leyes que imponen obstáculos insalvables para que una mujer obtenga por sí misma un documento de identidad; posea o utilice bienes inmuebles, tenga acceso al crédito o consiga un empleo. En 15 economías, los esposos pueden impedir que sus esposas trabajen, aunque en los últimos dos años, Costa de Marfil, Malí y Togo han reformado estas restricciones.

Las pérdidas económicas derivadas de las leyes y prácticas discriminatorias son elevadas. Un estudio del año pasado concluye que la baja participación de la mujer produce pérdidas de ingresos del orden del 27% en Oriente Medio y el Norte de África. El mismo estudio señala que un aumento del nivel de empleo y de espíritu empresarial femenino a niveles similares al de los hombres podría incrementar los ingresos medios en un 19% en Asia meridional y un 14% en América Latina.

La discriminación basada en otros factores como la edad , la raza o la orientación sexual, también produce resultados perjudiciales similares. Las leyes que limitan los derechos sexuales, por ejemplo, pueden menoscabar la competitividad de los países, ya que las empresas multinacionales podrían considerar que constituyen un obstáculo para invertir o establecerse en estas naciones.

Las recientes leyes contra la homosexualidad, y muchas otras que han estado vigentes durante muchos años, son sumamente irónicas. Hace solo 15 años, un pequeño grupo de hombres y mujeres homosexuales, principalmente de América pero también de Europa y algunos países de África, lucharon con toda su inteligencia, su energía y su creatividad para lograr que todas las personas con VIH/Sida tuviesen acceso a tratamiento. En el año 2000 , solo 50.000 personas del mundo en desarrollo recibían tratamiento contra el sida. Hoy, en gran medida gracias a la labor de los activistas homosexuales y de otras personas, más de 10 millones de seres humanos reciben tratamiento con medicamentos contra el Sida, la gran mayoría en África.

En el grupo del Banco Mundial llevaremos a cabo en los próximos meses un completo debate interno sobre la discriminación en general y sobre la manera en que esta incide en nuestros proyectos y en nuestro personal homosexual. En mi opinión, la lucha para eliminar toda discriminación institucionalizada es una tarea urgente.

Después de todo, la conclusión es clara: al eliminar la discriminación no solo estaremos haciendo lo correcto, sino que también habremos dado un paso esencial para garantizar un crecimiento económico sostenible, equilibrado e inclusivo de todas las sociedades, tanto en las naciones desarrolladas como en los países en desarrollo, en el Norte o en el Sur, en América o en África.

 Jim Yong Kim es el presidente del Banco Mundial. 'First published in the Washington Post'

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