1914
El análisis del ayer turbulento es buena vacuna contra los nacionalismos xenófobos y anti-UE
El sentido de las efemérides estriba en revisar los acontecimientos del pasado para aprender de los errores cometidos y tomar pie en ellos a fin de no repetirlos. El resto, celebraciones protocolarias, fastos populares o reivindicaciones de anticuario, se acomoda al capítulo de la propaganda, el falso historicismo y la ucronía más que al de la Historia y su lectura provechosa desde las incitaciones de la actualidad.
La revisión, en su centenario, del periodo turbulento que al mismo tiempo culminó y se abrió en 1914 ofrece un amplio caudal de eventos y tendencias de las que, sobre todo los europeos, deben hacer balance para proyectarse al futuro.
La I Guerra Mundial, que en su inicio fue estrictamente europea, selló el éxtasis (y el inicio del cuestionamiento) del Estado-nación; afloró la competencia violenta entre sus variantes imperialistas, aunque bajo la hegemonía anglosajona, que pronto iniciaría su decadencia monetaria; se fraguó sobre los choques de la tercera revolución industrial y de los movimientos obreros de signo moderno; y su desenlace abrió paso a un mundo en el que Europa ya no era el mundo, sino que empezaba a ceder su antorcha a la excolonia del otro lado del Atlántico.
Editoriales anteriores
Todos esos fenómenos iban atravesados por un hilo conductor progresivamente problemático: el enervamiento de los nacionalismos. Si estos habían irrumpido como heraldos de las democracias nacionales, ahora declinaban por la senda descendente de la pugna egoísta y la lucha violenta elevada a destrucción masiva, por vez primera también de poblaciones civiles.
Cien años después —y tras la repetición de la historia en una aún más cruel conflagración mundial— se dan circunstancias disímiles, pero en algunos casos concomitantes: la cuarta revolución industrial es la digital; la nueva internacionalización es la global. Y en otros, peligrosamente parecidas. Por ejemplo, en el carácter xenófobo, populista y ultrarreaccionario de algunos movimientos nacionalistas antieuropeos.
A los 100 años de 1914, se celebran en la hoy Unión Europea unas elecciones continentales decisivas, en condiciones difíciles, pero nunca imaginadas por los más optimistas. Con un libreto ineluctable —consolidar la paz, ahuyentar la tentación de salidas autoritarias a la crisis, completar la unión económica en marcha con un mayor control democrático, recuperar la cohesión social y territorial medio desvanecidas— si es que queremos aprender de 1914.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.