Es una leyenda viva de las luchas sociales en América Latina que denuncia la corrupción en Paraguay. Por Alberto Luna Pastore.
A paso lento desciende Francisco de Paula Oliva (de 85 años) del destartalado ómnibus, al borde del barranco que divide como un muro la ciudad de arriba de la de abajo. Viene de Radio Fe y Alegría, donde ha tenido su programa diario, Buenos días, Paraguay, espacio crítico en el que, dialogando con la gente, busca encender luces de esperanza. Todos lo conocen en el barrio de abajo, donde cae la basura de la ciudad. Los hijos de una pareja de recicladores de basura lo saludan como si fuera su abuelo. Para en una casa donde madres adolescentes solas son acompañadas para seguir sus estudios secundarios o universitarios. Como ellas, cientos de niños son becados por el programa Mil solidarios. En la capilla de San Roque González prepara el bautismo, pasa a una reunión de organizaciones vecinales con autoridades, y va a almorzar con sus compañeros jesuitas; con ellos ha dejado España para hacer otra América, con ellos ha padecido expulsiones y ha trillado mil caminos, con ellos irá esta noche a una manifestación de protesta ciudadana. De regreso a casa, escribirá la inquietante columna que saldrá mañana en el diario. Es tarde ahora, es hora de dormir, pero él no duerme, él sueña.
Alberto Luna Pastore es provincial de los Jesuitas de Paraguay.