_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Entre todos

Una televisión pública no debería convertir en lacrimógeno lo que es dramático y hacer espectáculo de la caridad

Elvira Lindo

Los impulsos caritativos fueron engullidos hace tiempo por la acción solidaria. Se trató de un acto de justicia social. La palabra “caridad” en sí no tenía culpa, ni tan siquiera en su acepción de virtud teológica, dado que define el auxilio que una persona le presta a otra; pero las palabras se acaban definiendo por su uso, y la caridad tiene hoy la innegable connotación de ser un parche a los derechos humanos, nunca la solución a la desigualdad. Eso no quiere decir que la generosidad con el necesitado no sea admirable. Los españoles están dando en estos tiempos prueba de ello, incluso ha habido un aumento del dinero, según datos de la European Anti Poverty Network, que destina el ciudadano a fines sociales en la declaración de la renta.

La cuestión es que cualquier acto movido por la voluntad de ayudar a quien más lo necesita tendría que ser discreto, y quien airea su generosidad es el que espera adornarse con ella. Pero, sobre todo, hay que preservar la dignidad del necesitado, que aun estando en una situación lamentable jamás debería convertirse en carne de show televisivo. Eso es algo incontrolable en la televisión privada pero esperamos una actitud diferente de la pública. Muchos de ustedes saben de lo que hablo. El programa de creciente popularidad Entre todos, dedicado a convertir en lacrimógeno lo que es dramático y a hacer espectáculo de la caridad, es una muestra de cómo vulnerar las reglas de respeto hacia el necesitado (para colmo, a veces es un menor), ignorando la idea de justicia social para volver a aplaudir el impulso caritativo de la España de Ustedes son formidables. Con esto, repito, no critico los actos individuales de ayuda al otro. Si no fuera por ellos no sobreviviríamos. Pero los pobres tienen dignidad. Que se lo pregunten si no a quien más sabe de esto, los trabajadores sociales.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_