Los ocho días libres de los Obama
El presidente de EE UU y su familia llegaron el fin de semana a la tradicional isla de Martha’s Vineyard, donde pasarán sus cortas vacaciones veraniegas
A Martha’s Vineyard, en Massachusetts, no lo llaman el lugar de recreo presidencial en vano. Desde que Ulysses S. Grant decidiera pasar allí tres días de descanso en 1874, muchos han sido los jefes de Estado estadounidenses que han escogido la tranquilidad de sus costas para pasar sus vacaciones estivales. El último, Barack Obama. Desde que accediera a la Casa Blanca, el presidente no ha dejado de acudir a la isla junto a su familia, con la excepción del año pasado, que pasó el verano de campaña electoral.
Fiel a esta tradición no escrita, Obama aterrizó allí el sábado pasado acompañado por su mujer, Michelle, para disfrutar de ocho días de descanso lejos del debate político de Washington adonde regresará el 18, un día antes de que sus hijas comiencen la temporada de deportes de invierno de su colegio. Bo, el perro familiar, se unió a los Obama el domingo, mientras el presidente jugaba al golf en el club Farm Neck, al que suele acudir cada vez que está en la isla.
La compra por parte del arquitecto Norman Foster de la mansión de más de 11 hectáreas en la que los Obama habían pasado sus últimos tres veranos ha obligado a la familia presidencial a alquilar por 5,7 millones de euros otra un poco más pequeña, de 465 metros cuadrados, con cuatro dormitorios, piscina, cancha de baloncesto, pista de tenis, un gimnasio y una joya geológica: una roca gigante, vestigio de un antiguo glaciar. Allí es donde el presidente pasará la mayor parte de su estancia —exactamente el 80% de las 583 horas que permanecerá en la isla— de acuerdo con un minucioso recuento que cada año lleva a cabo The Boston Globe.
A diferencia de los Clinton, a quienes les gustaba mezclarse y participar de la vida de la localidad —son famosas las sesiones de saxofón del expresidente—, los Obama son más proclives a quedarse en casa y disfrutar de largas conversaciones con amigos y otros políticos y famosos que también veranean en la isla, como el director de cine Spike Lee, el fiscal general Eric Holder o la principal asesora y amiga íntima de la pareja presidencial, Valerie Jarret, que veranea en la isla desde que era niña. En esta ocasión también estarán acompañados por Susan Rice, la nueva asesora de Seguridad Nacional del presidente, que lo mantendrá al tanto de la evolución de la amenaza terrorista en la península arábiga.
Pese a esta tendencia casera, los vecinos de Martha’s Vineyard se toparán con los Obama y su amplio séquito de agentes del servicio secreto —han alquilado 75 habitaciones en el Wesley Hotel— en las playas cercanas a Oyster Pond, en el bosque Manuel F. Correllus, donde el presidente hace un recorrido de 10 kilómetros en bicicleta, comprando libros en Bunch of Grapes o comiendo marisco en Nancy’s Seafood. “Suelen venir un par de veces, en ocasiones solo la familia y otras, con amigos”, cuenta en conversación telefónica Evan Ansara, uno de los gerentes del restaurante.
Los Obama suscitan curiosidad entre los vecinos de Martha’s Vineyard que, sin atosigarles, agradecen que se paseen por sus calles. “A la gente le hace mucha ilusión verlos y nos sentimos muy honrados de que hayan elegido veranear aquí”, señala Nancy Gardelle, de la Cámara de Comercio de la localidad. Aunque cada verano la isla acoge a una extraña mezcla de estrellas de Hollywood, políticos y eruditos de Harvard y Yale, Gardelle recuerda que la población que reside el resto del año en Martha’s Vineyard no es gente adinerada y por eso agradecen el escaparate al mundo que les brinda la estancia del presidente de EE UU. “Todo el mundo tiene un ojo puesto en esta pequeña isla y pueden comprobar su belleza”, reconoce.
Obviamente, la inyección económica que supone la presencia del personal que acompaña a los Obama y de la prensa que los persigue tampoco es desdeñable. Esa comitiva que rodea al presidente no es compatible, sin embargo, con las estrechas calles de Martha’s Vineyard. Cada vez que Obama sale a jugar al golf, y es algo que hace a menudo, los atascos son inevitables.
Sin embargo, para un presidente que se ha erigido en adalid de la clase media podría parecer una herejía escoger un lugar aparentemente tan exclusivo como destino para veranear, pero, como puntualiza Gardelle, “aquí viene gente de todas las extracciones sociales”, algo que ya comprobó Obama durante su primera visita a la isla en 2004, cuando todavía era senador estatal por Illinois. “Este es uno de esos lugares donde confluyen los caminos de mucha gente diversa y todos son aceptados”, dijo entonces el presidente.
Se podría decir que la fascinación que ejerce este refugio estival sobre Obama —de acuerdo con la contabilidad de un famoso periodista de la CBS, desde que accedió a la presidencia y sin contar la Casa Blanca y Camp David, allí es donde más noches ha pasado, por encima de Chicago— es instintiva. La isla ha sido desde hace mucho tiempo un feudo de la clase media afroamericana. Martin Luther King, Spike Lee o el profesor de Harvard Henry Louis Gates son un ejemplo de ilustres personalidades negras que se han sumergido en sus playas. Mildred Henderson, una anciana que recordaba ver a King en la isla en plena lucha por los derechos civiles comentó en 2009 a The Philadelphia Inquirer que la llegada de Obama a la isla le parecía “una bella conexión”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.