El textil despega en Lima
Desde la producción hasta el diseño, esta industria despunta en Perú Certificamos su auge a través del relato de algunos de los actores que han puesto el mecanismo en marcha durante los últimos tiempos
Una calurosa mañana limeña, la diseñadora Ani Álvarez Calderón (Lima, 1967) está sentada con unas gafas de sol puestas en una cafetería de una de las zonas más exclusivas del centro moderno de la ciudad. Lleva un vestido con los hombros descubiertos y unos zapatos rojos de tacón alto. Álvarez Calderón lleva casi 20 años vistiendo a la alta sociedad limeña. Su nombre es un referente obligado cuando se habla de moda en Perú, y su firma se ha convertido en sinónimo de lujo. Comenzó con unas cuantas clientas en 1994, cuando allí apenas se hablaba de moda. Se acababa de graduar en la Escuela de Diseño de Rhode Island (Estados Unidos). “Durante siete años estuve confeccionando ropa a medida”, recuerda. “Había decidido estudiar diseño de moda a los 17 años porque, como no tenía dinero para comprarme toda la ropa que veía en las tiendas, decidí hacérmela yo misma. Era eso o casarme con un millonario”, agrega con un deje de ironía.
Sus prendas se subieron por primera vez a una pasarela en el año 2000. Improvisó una colección en la que tuvo que pedirles prestados los vestidos a sus amigas clientas. Al año siguiente participó en la Semana de la Moda de Miami con una colección que llamó 13 Ángeles. “Recuerdo que, por aquellos años, todos llevaban a la pasarela temas electrónicos, yo puse música de Emma Shapplin”. Fue un éxito. La gente la ovacionó y ella se emocionó hasta las lágrimas.
Sus claves son el uso de materiales como alpaca, algodón y seda, trabajando al máximo los detalles: bordados, plisados y pliegues. Un imaginario que consiste en rescatar temas vinculados con la cultura de Perú, como la historia de los incas o el tradicional baile de la Marinera. En 2003 presentó en París una colección inspirada en la vida de la sufrida santa Rosa de Lima, patrona de los limeños. “Aquel desfile fue mi prueba de fuego. Si no me hubiera ido bien, ahora estaría haciendo galletas”, bromea.
Al igual que Ani Álvarez Calderón, Sitka Semsch estudió diseño de moda en la escuela de Rhode Island. De hecho, ambas compartieron piso en aquella época de estudiantes. “Sitka era mucho más organizada que yo”, recuerda Álvarez Calderón. “Ella se iba a dormir a las nueve de la noche, a la hora en que yo empezaba mi horario de trabajo”.
Semsch es una mujer menuda y etérea, como sus diseños. A su lado, el tiempo parece correr de otra manera. “Al volver de Rhode Island usé una mesa de pimpón para crear mis primeras prendas. Vendí esos diseños a amigas y conocidas”, cuenta Sitka, sentada en su boutique en el céntrico barrio de San Isidro. En 2003, tras participar en la Semana de la Moda de Miami, la llamaron para ir a la de Moscú, donde desfiló durante tres años. Su estilo relajado, el uso de colores neutros y materiales como el lino, el algodón y baby alpaca causaron sensación en Rusia. “La mujer que viste mis prendas es alguien que llama la atención por su elegancia, pero no le gusta ser ostentosa”.
En septiembre de 2011 fue elegida como representante de la Marca Perú, país que cerró el año 2012 con un crecimiento económico del 6%. “Es una especie de reconocimiento, y es halagador que el Gobierno de tu propio país te respalde así”.
Para la gente de Prom Perú, entidad gubernamental encargada de proyectar la imagen de Perú en el exterior, el negocio textil representa casi 2.000 millones de dólares en exportaciones, aproximadamente un 12% de los productos llamados no tradicionales. “Lo interesante”, según Igor Rojas, coordinador de la Industria para la vestimenta de Prom Perú, “es que el 80% de esa cifra son productos terminados”. De ahí el énfasis del Gobierno en apoyar el auge de los creadores locales. “Hay dos tipos de diseñadores”, agrega Igor, “aquellos que se centran en el mercado local y los que buscan una presencia en el exterior”.
Sergio Dávila (Lima, 1972) está, como Semsch, dentro de ese segundo grupo. El día en que le pidieron que hiciera unos pantalones en la Escuela de Arte de San Francisco (Estados Unidos) tuvo que apelar al ingenio para que la confección no le costara mucho dinero. Corría el año 1998, y visitó una tienda que vendía artículos de guerra de segunda mano para comprar una bolsa hecha a base de lona que le costó 25 dólares. Con ella elaboró un pantalón ‘cargo’. Lo presentó al resto de los alumnos llevándolo puesto a clase. Por el camino se le acercó un tipo y le preguntó dónde los había comprado. Dávila comentó que los hacía él y costarían 380 dólares. El profesor de la asignatura no solo quedó encantado con el trabajo, sino que, sin quererlo, le ayudó a concebir su marca. “Los pantalones estuvieron expuestos durante un buen tiempo en la escuela”, recuerda. Su estilo desenfadado y su representación del hombre americano —que ha ido desde el gaucho argentino hasta el american boy, pasando por el virrey— le han reportado buenas críticas. “Lo que yo quiero crear es un estilo de vida. Una especie de tribu, que la gente me siga”, dice. “Para mí, personas como Ralph Lauren son una inspiración. Cuando estudiaba en San Francisco leí su biografía y me fascinó. Él viste a América, es el diseñador de Estados Unidos, y si hay un punto de referencia en ese país es él. Lo que me gustaría conseguir es ser el diseñador que viste y une a las tres Américas (norte, centro y sur)”, añade.
La primera latinoamericana en pisar una pasarela en la Semana de la Moda de Hong Kong fue la peruana Sumy Kujón (Selva de Huánuco, 1971). Un año antes de recibir la invitación, Kujón había quedado impactada por un reportaje aparecido en la revista Cometa en el que se hablaba de un grupo de familias amazónicas no contactadas por la cultura occidental, que en ese momento luchaban contra el impacto ambiental del proyecto del gas de Camisea. Esa historia fue el germen de Nómade, colección con la que debutó en pasarelas orientales en 2012 y que le facilitó la apertura del mercado asiático.
Kujón proyecta seguridad y determinación. Su padre es de origen chino, y el día que su hija le dijo que quería dejar los estudios de diseño gráfico para dedicarse a la moda no se enfadó. En vez de eso, la llevó al país de sus ancestros y le compró una serie de materiales para que comenzara a confeccionar ropa. Su madre nació en la localidad de San Martín, en la selva peruana. De ahí la riqueza estética que Sumy parece plasmar en sus diseños de corte limpio, cuellos altos, mangas ovaladas y escotes. No es su única influencia, también se inspira en la danza contemporánea, actividad que practicó durante 10 años. “Es posible ver cómo la noción del cuerpo sobre el espacio se traslada a la ropa sobre el cuerpo. La línea de esta manga acompaña al hombro, como envolviéndolo”, dice mostrando uno de los vestidos de su taller.
Una mujer que tiene más de 27 años, moderna, sofisticada, cosmopolita y sensible. Esta sería la descripción de su clienta ideal. Está comenzando a diseñar para hombres. “Cuando salgo con mi esposo, a veces, lleva ropa mía. El panorama de Perú es distinto a cuando yo empecé”, agrega. “Cuando comencé no había escuelas en Lima. Ahora, incluso, las universidades están comenzando a tener facultades de diseño. Definitivamente está comenzando a haber un auge de la moda en Lima”.
Uno de los impulsores de este pequeño boom es Efraín Salas, creador de Lima Fashion Week. “Me di cuenta de que la gente había comenzado a comprar ropa por gusto, ya no solo para cubrirse del frío”, explica Salas, que también había detectado que los diseñadores ya no solo hacían ropa a medida, sino que comenzaban a hacer colecciones frente al público y a puertas abiertas. “Queremos redescubrir la moda para los peruanos, y la moda peruana para el mundo. Perú es un país milenariamente textil, y solo falta darle ese pequeño empujón y mostrar todo esto con los estándares internacionales”. El primer Lima Fashion Week se presentó en 2011 y contó con inversión privada y apoyo de Prom Perú. “Lo que pretendemos es crear una consciencia de moda en Perú”, afirma Salas.
Lorena Salmón no se ha perdido una edición desde que se inaugurase. Su blog Fashionjolik se ha convertido en una referencia obligada para los amantes de la moda en Lima. Todo comenzó cuando en 2008, Lorena, de 31 años, le propuso a un diario empezar un blog: “En realidad, yo quería escribir sobre la experiencia de ser mamá, porque acababa de tener un bebé, pero me dijeron que lo mejor era hacer algo relacionado con la moda”. En tan solo dos años, las visitas mensuales ascendían a 70.000. Hoy en día, Lorena tiene su propio programa de televisión, gestiona dos blogs de marcas, se ha independizado del diario y su página tiene 200.000 visitas al mes. “Es la única que se ha atrevido a criticar en un país donde la crítica está mal vista”, dice el diseñador Edward Venero. “A veces, la gente no recibe bien mis opiniones”, dice Lorena, que en 2012 tuvo una acalorada discusión en las redes sociales con un diseñador que se enfadó con uno de sus comentarios.
Ana María Guiulfo (Lima, 1960) asegura soñar en colores. “Casi siempre estoy pintando”, dice. Ir a su taller es como entrar en un pequeño universo donde prácticamente todo está impregnado de su toque personal: cuadros, bolsos o colecciones de vajilla. Los diseños, frescos, divertidos y coloridos, que desarrolla desde 2004 le valieron el apelativo de La Reina del Color. “Hay un vacío en el concepto del lujo en Perú, pero eso está cambiando. Lo que me interesa es afianzarme en ese circuito sin tener que llegar a precios exorbitantes”, explica.
Para el profesor universitario Edward Venero (Cuzco, 1986) su carrera como diseñador comenzó más como un proyecto de investigación que estaba vinculado a los temas de identidad nacional, que como una manera de ganarse la vida. “Lo que me interesa es buscar cómo se pueden modificar o descontextualizar elementos que nos representen como peruanos, y trasladarlos a productos que puedan posicionarse de manera internacional. Todo ello sin caer en el cliché, sin que se vea como algo artesanal ni souvenir”. En colaboración con una universidad (que pronto abrirá una Facultad de Diseño de Moda) y con una empresa textil lanzó un par de colecciones en las que rescataba muchos elementos de la cultura popular peruana.
Venero considera que a raíz del boom gastronómico está sucediendo un hecho interesante en el país. “Perú ha vivido un fenómeno muy complejo, a nivel social, político y, sobre todo, económico, en el que la gran mayoría no pensaba en lo que comía, sino en que necesitaba comer, y punto”, dice. Algo similar está ocurriendo con la moda, que, según Venero, debería, también, “rescatar la mezcla y la riqueza de las diferentes culturas de las que estamos compuestos”.
Según Venero, el diseñador peruano tiene que tener un compromiso social y debe tratar de rescatar la milenaria tradición textil de los ancestros, “ya no de manera folclórica o iconográfica, sino, por ejemplo, practicando las sofisticadas técnicas de tejido que las culturas precolombinas del norte utilizaban”.
Andrea Llosa (Lima, 1979) dejó atónitos a los espectadores limeños en 2012, cuando presentó una colección inspirada en diversas tribus urbanas alrededor del mundo. Por un momento, la gente creyó estar en Londres o en París. “Es una de las más coherentes en su propuesta, ya que se preocupa por todos los elementos de la presentación”, describe Venero. Llosa llegó a Barcelona en 2003 para visitar a su hermana Claudia, que en aquel entonces estaba sumergida en alguno de los guiones cinematográficos que luego le valdrían un Oscar. La idea era quedarse tres meses y luego viajar a Londres, donde estudiaría un máster en Marketing de Moda. Pero la ciudad le encantó, y decidió quedarse y matricularse en la Escuela de Moda Felicidad Duce. En 2007, la Generalitat le concedió una beca para lanzar su marca. Así nació Iris Rojo, su primera colección, inspirada en el cóndor peruano. Recordaba al mundo andino, “pero llevado a la urbe, nada artesanal ni folclórico”, dice Andrea. “De alguna forma, cuando estás en el extranjero encuentras un vínculo con tu país, y en ese caso llegó a través del color”.
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