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LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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El 'blues del establishment'

La profunda crisis de gobernanza exige primarias realmente abiertas en los partidos para recuperar la confianza de los ciudadanos en la política y para que esta resulte atractiva a los mejores profesionales

Toni Roldán
RAQUEL MARÍN

Cualquiera que, desde España, haya observado el reciente proceso de primarias chileno habrá sentido envidia de nuestros primos andinos: unas elecciones primarias abiertas a la sociedad, muchos candidatos —hasta cuatro en la coalición de izquierdas—, con claras diferencias ideológicas y de programa y unos líderes con una formación mucho más alta, de media, que la de nuestros políticos ¿Lograremos los españoles algún día tener la misma suerte que los chilenos?

Hasta ahora, en España las primarias han sido siempre de tipo mixto, es decir, muy controladas por los aparatos y con participación limitada a militantes y simpatizantes, pero la profunda crisis de gobernanza que atraviesa España exige unas primarias realmente abiertas en los grandes partidos que permitan la entrada de candidatos autónomos y la participación de todos los ciudadanos.

Ese tipo de primarias, a la americana, serían positivas por cuatro razones. En primer lugar, como estrategia de reflote in extremis de los dos grandes partidos. En segundo lugar, como mecanismo imprescindible de recambio de las élites, en un contexto de urgentísima regeneración democrática. En tercer lugar, como arma para la lucha contra el cáncer de la corrupción en España. Y, finalmente, como reclamo necesario para que los mejores, the best and the brightest, vuelvan a sentirse atraídos por la política.

En las elecciones de 2008, aupados por el boom que ellos mismos habían generado, los dos grandes partidos, PP y PSOE, lograron de manera conjunta un récord de porcentaje de voto: el 84% del total. Las últimas encuestas no les dan más del 50%. Una parte de ese castigo está explicado por la crisis económica. Pero no todo. La ola democratizadora global y las exigencias de mayor transparencia son un elemento intrínseco e inevitable de la era de la información. Cuanto antes entiendan los grandes partidos en España esa realidad, antes recuperarán la confianza de los ciudadanos.

Es cierto que las primarias conllevan algunos riesgos importantes para el establishment, precisamente por su carácter genuinamente democratizador y aperturista. Existe el riesgo de que emerja un líder poderoso externo con capacidad para remodelar el aparato a su conveniencia. También aumentan los riesgos de división interna y las lealtades con la oligarquía política dominante se vuelven menos importantes.

Como explica el profesor Carles Boix, el resultado es que los partidos se convierten en partidos cesta, más plurales, más dinámicos y más sensibles a las demandas democráticas de los ciudadanos que los tradicionales partidos organización. Por eso a los dirigentes de los grandes partidos les cuesta tanto dar el paso. Algo comprensible. ¡Está en juego su trabajo!

El sistema electoral ha generado una clase dirigente de baja calidad, opaca y endogámica

El PSOE, que perdió cuatro millones de votos en las últimas elecciones y sigue muy débil en las encuestas, se ha comprometido a celebrar unas primarias abiertas en las próximas elecciones generales. Aunque podría haber aprovechado la oportunidad en Andalucía para mandar un mensaje claro a los ciudadanos de su compromiso con la renovación, es una buena noticia. Los riesgos del inmovilismo son mucho más grandes que los de la apertura.

Las primarias favorecen la renovación de nuestra élite política. La fórmula que ha existido en España desde la Transición —un sistema proporcional corregido con listas cerradas y sin primarias— tuvo su justificación histórica. Favoreció el establecimiento de unos partidos fuertes, con una sólida base social. La debilidad del proceso democratizador y la experiencia de la Segunda República justificaban ese sistema.

Pero, como defienden los 100 firmantes del Manifiesto para una reforma integral de la Ley de Partidos ese arreglo ha dejado de servir a los intereses del país porque ha generado una clase política de baja calidad, demasiado opaca y endogámica.

Las primarias permiten el acceso a líderes independientes, no adscritos a ningún partido. En Chile, por ejemplo, el profesor de Harvard y exministro de Finanzas Andrés Velasco, se presentó a las elecciones de manera independiente (sin financiación de ningún partido) y aunque perdió contra la popular Bachelet para liderar la Concertación, defendió una candidatura innovadora, de corte liberal y reformista y muy crítica con el establishment.

¿Cómo pueden contribuir las primarias a reducir la corrupción en España? Ampliar el abanico de opciones internas en los partidos podría compensar, en parte, la falta de mecanismos que nuestro sistema electoral ofrece para luchar contra la corrupción. Como ha señalado en estas páginas Víctor Lapuente, del Quality of Government Institute, los sistemas mayoritarios de listas abiertas, como el americano, permiten a los votantes castigar directamente a los candidatos corruptos.

En sistemas proporcionales (en los que se vota a partidos y no a individuos), como el nuestro, eso no es posible. En otros países con sistemas proporcionales las barreras de entrada al Parlamento suelen ser más bajas, lo que facilita la entrada de nuevos partidos, buena para la regeneración. Las primarias podrían compensar esos problemas y abrir la puerta a opciones realmente nuevas, sin ataduras a las redes de favores y obligaciones internas creadas.

Finalmente, las primarias podrían ser un mecanismo muy útil para atraer de nuevo a la política a jóvenes brillantes que, por las razones expuestas, han perdido el interés en los partidos. El sistema ha favorecido la reproducción de unas élites políticas en las que la fidelidad al partido ha resultado ser mas importante que los méritos profesionales o académicos adquiridos. De hecho, el nivel de formación de los consejos ministros en España ha empeorado de forma progresiva, de manera inversamente proporcional a las exigencias intelectuales del cargo.

¿Recuerdan el primer Gobierno de Felipe? Estaba plagado de gente brillante y bien preparada que había demostrado su valía fuera del mundo de la política: Maravall, Solana, Almunia, Boyer, Solchaga, Lluch, Serra, De la Quadra, Barón… Les sugiero que se paren un momento a compararlos con las alternativas que se vislumbran hoy dentro del PSOE o el PP.

Es evidente que esos líderes no estaban allí gracias a las primarias. La enorme ilusión generada por el cambio democrático era suficiente para atraer a los mejores. Ahora, el reto reformista es tan o más grande que entonces, pero las dinámicas de los partidos ya no ilusionan a los mejores. Por eso son necesarias las primarias.

En el gobierno chileno hay seis doctores de reputadas universidades; en el español, ninguno

De nuevo, la comparación con Chile es, cuando menos, preocupante. En el Gobierno de Piñera hay seis doctores por las mejores universidades del mundo. En España no hay ninguno. Eso no quiere decir que un equipo de PhD de Economía de MIT hubiera evitado la crisis en España. Pero sí pienso que un Consejo de Ministros con seis doctores estaría mejor preparado y sería más independiente que el que tenemos para decidir sobre las complejas reformas financieras, tributarias o constitucionales que necesita el país.

La historia de nuestra crisis nos demuestra que la politización excesiva de las instituciones no solo contribuyó a inflar la burbuja, sino también a posponer reformas que eran a todas luces necesarias. Los principales responsables económicos de los últimos Gobiernos del PSOE y PP (ministros relevantes y presidentes del Banco de España) no eran los mejor preparados y actuaron condicionados por sus ataduras políticas como refleja Íñigo de Barrón, en su reciente libro, El hundimiento de la banca.

España se enfrenta a un enorme reto histórico de reforma que requiere recuperar la confianza de los ciudadanos en la política y a los mejores políticos al frente para llevar adelante las reformas. Es un reto tan grande como el de la Transición. Las primarias no solucionarán todos nuestros problemas, pero ayudarán a regenerar nuestra élite política, a reducir la corrupción y, a base de mayor competencia, a estimular la calidad e independencia de nuestros políticos. Son un mecanismo necesario para que el cansino blues del establishment —expresión que tomo prestada de Rodríguez, el protagonista de Searching for suggar man— empiece pronto a cambiar.

Antonio Roldán Monés es doctorando en Economía Política en la London School of Economics.

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