_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La nación necesaria

La idea de que Estados Unidos es la nación indispensable no es muy original, Lincoln ya lo aseguró hace 150 años cuando no era una potencia mundial

Lluís Bassets

Hasta hace bien poco, Estados Unidos se creía la nación imprescindible. Podía hacer lo que quería y nada se podía hacer si no quería. Su poder era necesario y suficiente. Sí, y solo sí Estados Unidos quería.

Muchos creían que esta actitud pertenecía a los tiempos de George W. Bush, bien distintos de los de su padre, el viejo Bush capaz de la mayor prudencia ante la caída del comunismo: nada de arrogancia y de celebración de la victoria; y de tejer el mayor consenso: en la primera guerra de Irak, hasta trazar la línea de puntos de un futuro nuevo orden internacional.

No es así. La idea de que Estados Unidos es la nación indispensable es de Madeleine Albright, secretaria de Estado de Bill Clinton. No es muy original, porque ya Lincoln aseguró hace 150 años, cuando no era una potencia mundial, que era “la última y mejor esperanza de la humanidad”. Todas las naciones tienen momentos de narcisismo como este, y no siempre justificados como es el caso de Estados Unidos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En el nuevo mapa multipolar que se ha levantado 20 años después del final de la guerra fría, Estados Unidos ya no es la nación indispensable. Vali Nasr, un alto asesor de Hillary Clinton, acaba de publicar un libro que se titula La nación prescindible.

Ahora Estados Unidos tiene que buscar consensos internacionales cuando quiere hacer algo en el mundo o enfrentarse a consensos negativos, como es la coalición entre Rusia, China, Cuba y Ecuador para apoyar la fuga del informático Edward Snowden, que denunció el espionaje secreto de la NSA (Agencia Nacional de Inteligencia).

A la pérdida de poder que le ha ocasionado su pésima política para Oriente Próximo —dos guerras equivocadas e incapacidad para resolver el conflicto entre israelíes y palestinos—, se suman ahora los desperfectos que le ocasionan en su prestigio sus métodos contra el terrorismo, los drones y el espionaje universal denunciado por Snowden.

Se frotan las manos, en Moscú o en La Habana, quienes convierten en ideología la hostilidad contra Estados Unidos. Pueden fingir que son protagonistas de una pieza teatral en que solo hacen de comparsas. Snowden y Bradley Manning son estadounidenses, lo son las compañías digitales implicadas en el espionaje, y los periodistas de The Guardian que han revelado el grueso del escándalo pertenecen a un país con una relación especial e inquebrantable con Washington.

Puede que Estados Unidos sea una nación prescindible, pero nada se mueve en el mundo sin que EE UU esté de por medio, sea el espionaje universal o el reconocimiento de los derechos de los homosexuales. En los mismos días en que su espionaje escandalizaba al mundo, dos sentencias del Tribunal Supremo han dado un impulso global irreversible al matrimonio gay. No es la nación imprescindible, pero es necesaria. Si no existiera habría que inventarla.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_