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Columna
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Dar la mano

El ministro al que los estudantes quisieron dejar en evidencia al no darle la mano está tratando muy mal todo lo que a ellos les atañe

Juan Cruz

La mano no se le niega a nadie. Eso decía mi madre. La mano es la metáfora del ánimo, se lanza hacia el otro, sin guante ni pinchos. Se da la mano para que el otro compruebe que no llevas un arma. Es una convención social, un artilugio que permite discurrir con discreción antes de que se produzcan los primeros mandobles en una conversación complicada. En México el apretón de manos es el comienzo de un largo abrazo que termina siendo un galimatías, pues no sabes cuándo va a acabar. Hay cortesías exageradas. Como las que propician los protocolos obsesivos que te llevan a preguntarte si has de bajar la cabeza o doblar la rodilla cuando estás delante de una persona a la que normalmente lo lógico es ofrecerle tu mano sin pinchos ni guantes. Das la mano y se acabó; no hace falta reincidir en las metáforas.

Así que dar la mano es una convención, significa el principio de algo, y no necesariamente el adelanto de la mano supone otra cosa que cortesía. No presupone, pero prepara; no señala sino que muestra un camino: nos hemos saludado, ahora podemos empezar a hablar. Después de darnos la mano. Dar es un buen verbo. Y si el otro te da, la conjugación empieza a ser perfecta. Dar para que te den. Aunque sea la palabra. Dar la palabra, casi nada.

Viene esto a cuento de un asunto que estos días ha crecido y se ha convertido primero en una polémica política y enseguida en una diatriba sobre la conveniencia (o no) de esa cortesía. Fue porque unos estudiantes que han hecho una carrera espléndida se juntaron en un acto que reunía también al ministro de Educación. Cuando tuvieron que cruzarse con el representante del Estado le negaron el saludo. Vaya por Dios. Negar el saludo es un esfuerzo, una violencia, como dijo uno de los estudiantes que no se sumó a la protesta. Pues sí, es violento, para los que no saludan, para los no saludados y para los que contemplan este episodio. Creo que era Josep Pla quien decía que había amigos, conocidos y saludados. Saludas y no estás diciendo nada con ello; das la mano y te vas, no hace falta que al otro le dejes el ánimo colgando. Pero esta vez los estudiantes creyeron oportuno que el disgusto que sienten por el ministro fuera escenificado de esa manera.

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Una vez superado el impacto de la noticia misma, pues no es habitual que se le niegue el saludo a alguien en un acto tan protocolario, lo primero que pasó fue que los estudiantes respondieron a las críticas sobre su aparente descortesía explicando que el señor Wert es más maleducado que ellos. Porque, de acuerdo con este criterio estudiantil, el ministro al que ellos quisieron dejar en evidencia está tratando muy mal todo lo que a ellos les atañe.

Es evidente que la educación fue mal y va mal, y es la raíz de la mayor parte de los problemas que padece este país. Y es también obvio el descontento, expresado desde rectores a maestros, a padres de alumnos y a los propios estudiantes, que se vive en este país al respecto. Desde mi punto de vista, dejar al ministro con la mano en el aire no es la mejor forma de decirle, con la cortesía debida, que no estás de acuerdo con él. La mano no se le niega a nadie. Seré un antiguo, pero en eso yo a mi madre no la contradigo.

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