Nuevos riesgos
Sin crecimiento, las dudas sobre la deuda pública afectarán a la privada y la crisis se hará crónica
El Fondo Monetario Internacional (FMI) es la institución que con más acierto está diagnosticando las consecuencias de la crisis, de la recesión y de las políticas adoptadas en Europa para combatirlas. Su Informe de estabilidad financiera subraya efectos perniciosos evidentes de las recetas ortodoxas, como por ejemplo la contradicción insalvable (sobre todo para Gobiernos poco diestros) entre ajustes económicos y crecimiento. La declaración de Christine Lagarde, directora gerente del Fondo, es de una lógica aplastante: “España necesita más tiempo para ejecutar la consolidación fiscal”. Con una tasa de desempleo que llegará este año al 27% y una contracción del PIB del 1,6%, cualquier ajuste adicional causaría una prolongación de la situación recesiva incluso más allá de 2014.
No es fácil precisar el grado de influencia de estos mensajes en las instituciones europeas. Pero sí parece que la Comisión, más allá de las felicitaciones de rigor, empieza a temer por la debilidad financiera de la economía española. Es probable que se permita un objetivo de déficit este año superior al previsto en el programa de estabilidad inicial. El grado de temor de Bruselas podrá medirse por el objetivo que finalmente fijen para este año: bajo, si imponen el 5,5% (más coherente con el notable incumplimiento fiscal del Gobierno) y alto, si finalmente aceptan el 6%.
Editoriales anteriores
Optimismo inconsciente (08/04/2013)
Deuda inquietante (18/02/2013)
El FMI llama la atención, de forma acertada, sobre otros dos grandes problemas de la economía europea que, no debe olvidarse, es hoy el gran obstáculo de la economía mundial por la resistencia en el área euro a adoptar medidas drásticas de relajación monetaria y el empecinamiento en sostener la austeridad como única política viable para el sur de Europa. El primer riesgo que aparece el horizonte es que la crisis financiera se convierta en crónica; el efecto principal sería la falta sostenida de crédito para la economía productiva. Los bancos se defienden argumentando que no hay proyectos solventes; pero si no hay crédito no se saldrá de la recesión y sin crecimiento, la crisis financiera puede prolongarse gravemente.
El segundo problema viene de lejos. La deuda pública en el mundo, a la que tanta atención se presta, es muy inferior a la privada. Si no se mitigan las políticas restrictivas, la recesión duradera trasladará la falta de credibilidad de algunas deudas públicas a las privadas (empresas y particulares) y la economía europea en su conjunto se precipitará a un callejón sin salida.
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