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Columna
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Diwaniya

España entera espera con el aliento contenido una investigación urgente de esta brutalidad, un claro castigo

Rosa Montero

Una década después de aquella foto de las Azores hemos conseguido por fin estar a la misma altura que el Imperio americano en una cosa: en los angustiosos, aterradores vídeos del maltrato a prisioneros islámicos. Qué pena que no hayamos emulado algo mejor, como, por ejemplo, la apreciable meritocracia de Estados Unidos (sobre todo comparada con nuestro pegajoso amiguismo). Creo que España entera espera con el aliento contenido una investigación urgente de esta brutalidad, un claro castigo. Lo necesita el Ejército y lo necesitamos todos para limpiarnos de esa mugre, para apaciguar nuestro desasosiego.

Ya me he enterado de que los manuales del Estado Mayor español ordenaban un uso mínimo de la fuerza y prohibían la tortura: es un alivio saberlo. Y también sé que en todo colectivo puede haber matones y sádicos, sobre todo cuando el juego que se juega es el de la guerra, con la ruptura de límites y el empleo de violencia que conlleva. Aunque lo más inquietante para mí, ya ven, no son esas bestias que patean criminalmente a dos seres humanos. Me preocupan más, en primer lugar, los que se quedan en la puerta y no intervienen. Y especialmente el que filma la escena: está claro que entraron en la celda ya dispuestos a grabar, a patear. Pero lo peor es que esa grabación existe, que fue hecha en el año 2004 y no ha sido borrada, de lo que se deduce que probablemente ha estado dando vueltas por ahí, ese pequeño vídeo repugnante visto por unos y por otros, un material que se difunde con morbosa curiosidad de mano en mano, “¿has visto la burrada de Fulano en Diwaniya?”. Si mis sospechas son ciertas y el vídeo ha corrido, ¿nadie ha sido capaz de denunciarlo en estos nueve años? Y una pregunta más: pero entonces, ¿por qué y para qué ha aparecido ahora? Todo esto sí que inquieta, desde luego.

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