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Columna
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Erotismo

El deseo de independencia de un pueblo es un erotismo político muy difícil de controlar cuando se ha puesto en marcha

Manuel Vicent

Independencia es una palabra muy cálida que enciende el corazón de los jóvenes. Más o menos eso dice John Wayne sentado con las piernas extendidas en lo alto de la muralla del fuerte del Álamo mientras fuma un cigarro ante una puesta de sol que dora su frente. Una vez pronunciada esa palabra fervientemente por la multitud ya es muy difícil detenerse. Ya no tiene propietarios. Nadie podrá bajarla del aire o recogerla del suelo para devolverla a los libros. Sucede lo mismo con la pasión amorosa. Si la mujer a la que has declarado abiertamente tu deseo de poseerla y ella comienza a desabrocharte con estudiada lentitud la camisa mirándote a los ojos en silencio, ¿qué amante enamorado será capaz de pedirle que se detenga? Puesto que estoy hablando de sexo y política, conviene tener clara la diferencia que existe entre erotismo y pornografía. Erotismo es todo lo que se hace antes de llegar a la cama. Pornografía es aquello que se realiza ya sobre el colchón. El deseo de independencia de un pueblo es un erotismo político muy difícil de controlar cuando se ha puesto en marcha. Ningún patriota encendido analiza con frialdad los peligros, las ventajas e inconvenientes. Hacer números y cuentas en una libreta de mercader va directamente contra el romanticismo. Cualquier análisis serio baja la libido. Ante una maravillosa puesta de sol en una tarde de domingo ningún amante, que no fuera un idiota, trataría de detener la desbocada pasión de su novia recordándole el dificultoso permiso de los padres para casarse, cual de las dos familias va a pagar el banquete de boda, a qué banco pedieran la hipoteca del piso, a qué colegio llevarán a los niños. Nada, vamos a fundirnos sin pensar qué será de nosotros mañana. Cataluña se halla ahora en esta fase de erotismo político. Es excitante su deriva hacia la independencia. Primero fue una corriente suave. Solo tres botones desabrochados. Hoy es una tormenta romántica. Pero si la independencia se produce y Cataluña se convierte en Estado, deberá subir a la cama y en ese momento comenzará la pornografía. Deberá tener un ejército, comprar bombas, misiles y aviones, ya no habrá nacionalistas sino nacionales. Ya lo decía John Wayne en El Alamo. Independencia es una palabra que enciende el corazón de los jóvenes.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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