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Tribuna
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La Innovación y la cultura: ejes del nuevo liderazgo iberoamericano

La clave pasa por extraer ventajas competitivas derivadas de su unidad lingüística

Hace 10 años nadie supo, ni probablemente pudo, predecir la tremenda crisis financiera que está sacudiendo los mercados internacionales. Tampoco nadie se atrevió a augurar un ascenso tan rotundo como el que están protagonizando las empresas multilatinas y también sus start-up,que ya influyen decisivamente en el curso de la económica global. Además de ello, las circunstancias históricas han determinado que la nueva generación de líderes iberoamericanos provenga de una región en donde países como Brasil, México, Chile o Colombia poseen una proyección política, económica y cultural formidable. Muchos son los factores que arrojan luz sobre la presencia global latina, pero hay dos que considero esenciales: la innovación y la cultura, elementos que se ensamblan a través de la creatividad.

Ligada al fomento de la I+D, la innovación es también y cada vez más, un proceso social, de difusión de ideas y prácticas novedosas, relacionado con la predisposición a apostar por fórmulas inéditas y a aprovechar oportunidades en entornos adversos. En este sentido, innovar y emprender son términos sinónimos que caracterizan el arrojo de los pioneros que se aventuran en terrenos inexplorados. Este es precisamente uno de los rasgos del liderazgo en el siglo XXI, en tanto que un líder se define por su audacia, versatilidad e intuición a la hora de tomar decisiones —a menudo arriesgadas— así como por el uso que hace de la inteligencia emocional.

Los llamados “managers con sabor latino” encarnan dicho liderazgo, suministrando al sistema empresarial global un nuevo perfil directivo y un capital humano que en el ámbito multinacional cotiza al alza. En la esfera política también encontramos naciones que están reactivando su pulsión innovadora y competitiva, convirtiéndose en lo que se llama “naciones start-up”. En ellas es asimismo necesario contar con líderes ágiles y que —como afirma el profesor Joseph Nye— sumen a las clásicas virtudes de la fortaleza del león y la astucia del zorro, la capacidad de adaptación del camaleón.

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Para el caso iberoamericano, la clave de la innovación pasa por extraer ventajas competitivas derivadas de su unidad lingüística y cultural. En la cultura se halla el sedimento del que brota la energía creativa de las empresas y las naciones pero, más allá de lo importante que resulta compartir los mismos valores, conviene fijarse en las transformaciones que se están produciendo en la geopolítica de la cultura. El auge de los países emergentes ha reconfigurado el mapa de las industrias creativas y de contenidos, propiciando la apertura de nuevas redes de intercambio y acogiendo a capitales artísticas nacientes —en México, Río de Janeiro o Miami— que generan sus propios productos audiovisuales y literarios, compitiendo a escala mundial con Londres, Hong Kong o Mumbai.

Además, habida cuenta de la revolución digital de Internet, si existe un sector en el que la innovación es un imperativo de supervivencia este es el cultural. Muchos gobiernos lo han entendido y apoyan decididamente tales industrias, sabedores de que en la promoción de sus sistemas simbólicos se juega la batalla estratégica de la imagen. En este punto, las naciones iberoamericanas están en disposición de sacar extraordinarios réditos, ganando posiciones tanto a nivel interno como global y seduciendo a los estadounidenses —como por cierto, ya están haciendo—, a los asiáticos y a los europeos.

Por fin, en el centro de gravedad de la innovación se encuentra ese elemento tan misterioso al que denominamos creatividad, frecuentemente asociada a la actividad artística y a esos fogonazos geniales que conocemos por inspiración. Sin embargo, al aludir a la creatividad en el contexto de la innovación, resulta más adecuado acudir a aquella aproximación que la entiende como una facultad para resolver de forma original problemas que surgen en el curso de un proyecto. Creatividad, trabajo y cultura del esfuerzo van de la mano. Como decía Thomas Alva Edison: “El genio consiste en un 1% de inspiración y un 99% de transpiración”.

La anterior definición nos ayuda a comprender lo próximos que se encuentran los mundos de la cultura y de la empresa y la necesidad constante que ambos ámbitos tienen de avanzar, renovarse e innovar. De emprender. Coincidiendo con la celebración del II Encuentro de Jóvenes Líderes Iberoamericanos en Salvador de Bahía, entre hoy y el 22 de septiembre, creo que la construcción de una conciencia generacional de la élite emergente de Iberoamérica contribuirá sin duda a afianzar este espíritu de futuro.

Jesús Andreu es director de la Fundación Carolina.

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