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Columna
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Secuestro

Díganme si no es un aciago destino el del periodista que se ve obligado a vincular para siempre su talento literario o su pensamiento elaborado a la trayectoria de políticos mediocres

Manuel Vicent

En el periodismo español las mejores palabras, las más limpias, están secuestradas por la política. Es una maldición. Antes, el periodista que sintiera cierto amor por el oficio podía escribir el pormenor de un crimen o de un viaje, el análisis de un acometimiento internacional, una crónica parlamentaria al estilo del fino Azorín o del cáustico Josep Pla o relatar la minuciosa sangre que sigue a un bombardeo y las palabras discurrían libres, limpias, incontaminadas. Otras veces las palabras se detenían en torno a un pequeño suceso de la vida cotidiana, reflejo de una pasión que servía de ejemplo moral. Hoy la mayor parte del periodismo español está cautiva de la baja política, que fluye como un río contaminado y cuya corriente genera unos remolinos que se tragan las palabras más puras hasta el fondo del légamo. Díganme si no es una desgracia tener que escribir inevitablemente, un día tras otro, de un gobierno inútil, de una oposición inoperante, de un reiterado caso de corrupción, de una crisis económica que no cesa, de la prima de riesgo, del jodido rescate, de ese tornado de miles de millones de euros que todo el mundo espera y que, tal vez, ni siquiera existe. Díganme si no es una tortura verse condenado a ensalivar las tertulias comentando la idiotez que ha soltado un político inane recién salido de una reunión en Bruselas, reiterar el lugar común de la Europa invertebrada, de una Alemania que se comporta con los países del sur como un gorila en la cama. Es exactamente lo que estoy haciendo ahora mismo, escribir palabras inútiles, consabidas, previsibles, mil veces repetidas, con la certeza que no van a servir de nada. Díganme si no es un aciago destino el del periodista que, después de haber estudiado una carrera, se ve obligado a vincular para siempre su talento literario o su pensamiento elaborado, con verbos y predicados muy escogidos, a la trayectoria de políticos mediocres, que se irán por el sumidero y en breve pasarán al absoluto anonimato. He aquí el dilema. Si escribes de la política diaria las palabras más bellas que uses se llenarán de basura; si tratas de huir de esa miseria y te subes al puente sobre ese río contaminado algunos te insultarán con desprecio llamándote poeta.

 

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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