Clima extremo, precios alimentarios extremos
El agricultor Moussa Dja en el huerto familiar de la comunidad de Kagnadé (Mauritania). Foto: Pablo Tosco, Oxfam.
Hemos llegado a aceptar con naturalidad predicciones climáticas fúnebres que dibujan incrementos de 2 y 3 grados centígrados en la temperatura media del planeta a lo largo de este siglo. En medio de este sofoco veraniego, nos parecen un precio razonable a cambio de mantener nuestro confort. Pero eso que denominamos calentamiento global -la consecuencia de un volumen de emisiones de gases de efecto invernadero que pulveriza su récord cada año- se traduce también en manifestaciones climáticas extremas que nos recuerdan de forma más cruda las consecuencias de un modelo sencillamente insostenible. Las inundaciones, los incendios, las tormentas tropicales y, naturalmente, las sequías destruyen cada año las vidas y los medios de vida de millones de personas, especialmente en las regiones más vulnerables del planeta. En ocasiones lo hacen de manera directa y en otras sus efectos se dejan sentir de un modo más sordo pero igualmente devastador: es el caso de las consecuencias que acarrean en el mercado alimentario global.
Como demostraron las crisis de precios de 2008 y 2011, una sequía prolongada en alguna de las regiones-granero del planeta desencadena un efecto dominó del que no escapa ningún rincón del globo. Solo en 2008, la escalada de precios incrementó el número global de hambrientos en 250 millones, superando por primera vez en la historia los 1.000 millones de seres humanos. Algo similar podría ocurrir este mismo año, en el que la dura sequía de EEUU y el verano anormalmente cálido de Rusia y Ucrania han provocado ya incrementos del 25% en el maíz y la soja, y del 17% en el trigo. Estos números han sido suficientes para que el Banco Mundial y la FAO declarasen el riesgo de crisis alimentaria global.
La pregunta fundamental es si en los próximos años debemos esperar un incremento en el número y la intensidad de este tipo de fenómenos. Y la respuesta -de acuerdo con el informe Clima al límite, precios al límite,presentado esta semana por la ONG Oxfam- es alarmante: a menos que la comunidad internacional tome medidas urgentes y determinantes para frenar las emisiones de CO2, las manifestaciones más virulentas del clima forzarán incrementos sin precendentes de los precios. Lo que es igualmente importante, agravarán la vulnerabilidad alimentaria de aquellas regiones en las que ahora se concentra el riesgo (como África subsahariana, América Central, los países andinos o el sur de Asia) y la dependencia global de un pequeño grupo de países exportadores. En un escenario para 2030, en el que sequías como la que hoy padecen los EEUU podrían ser frecuentes, el estudio predice incrementos adicionales del 50% en el precio del maíz que se consume en regiones como el Cuerno de África o el Sahel, donde las crisis alimentarias se han convertido en un infierno crónico.
Si creen que este un problema de pueblos lejanos y exóticos, miren otra vez. España sufre en este momento una sequía con consecuencias tangibles como el incremento del 40% en el precio del aceite o la carbonización de 180.000 hectáreas en lo que va de año. Si existe un candidato europeo a padecer el incremento de fenómenos naturales extremos, ese somos nosotros.El Gobierno ya ha dejado claro que la lucha contra el cambio climático es uno de esos caprichos de los que se disfruta en tiempos de vacas gordas, y lo que toca ahora son otras cosas, como desmantelar las renovables. Una posición -jaleada por las hordas de tertulianos escépticos con el calentamiento global- que ignora una regla fundamental de este juego: en el deterioro de los recursos del planeta existen puntos de no retorno que, una vez cruzados, dificultan y encarecen la marcha atrás hasta hacerla imposible.
Como señala la analista de Oxfam Tracy Carty: "Tras la crisis financiera, los gobiernos sometieron a los bancos a un 'test de estrés'. Nuestro sistema alimentario global también es demasiado grande para caer y necesita test de estrés que nos permitan (...) considerar los peores escenarios e identificar la localización, intensidad y probabilidad de los focos de vulnerabilidad". No es ninguna exageración. Para millones de personas que se acostarán con hambre esta noche, el escenario de pesadilla ya es una realidad. Ninguna crisis justifica que esta situación se convierta en las próximas décadas en la realidad de otros muchos millones.
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