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Tribuna
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Los desafíos del rescate

El castigo a la deuda española será mayor si el crédito europeo tiene prioridad sobre otros acreedores

El rescate de la parte de la banca con problemas mediante una línea de crédito a España pone sobre el tapete cómo la fragilidad del sistema financiero amenaza el proyecto del euro. En efecto, la ayuda contribuye a la estabilidad de la banca a costa de hacer más frágil al soberano puesto que el crédito aumentará de forma importante la deuda pública así como el déficit cuando haya que pagar intereses. El castigo a la deuda será mayor si el crédito europeo tiene prioridad sobre otros acreedores (así será con el nuevo Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE) que se aprobará en julio). El problema es que el vínculo entre el riesgo soberano y el riesgo bancario se profundiza. De hecho, las operaciones extraordinarias de liquidez del Banco Central Europeo (BCE) han contribuido en el mismo sentido puesto que la banca ha destinado en parte los fondos conseguidos a aumentar sus posiciones de deuda pública al tiempo que los inversores extranjeros se desprendían de ellas. Por otra parte, el soberano es el que garantiza en última instancia la estabilidad del sistema bancario, y el círculo se cierra. La crisis financiera, y las actuaciones públicas para salvar los sistemas bancarios en Irlanda, Bélgica, Holanda o el Reino Unido, han empujado a su renacionalización.

La evolución de la prima de riesgo de la deuda española después del anuncio del rescate ha reflejado el aumento de la fragilidad. Esta se ha contenido por el momento con una expectativa (o quizás mejor dicho esperanza) de compras por parte de los fondos de estabilidad europeos de deuda periférica así como el anuncio de que el BCE aceptaría garantías de peor calidad para los préstamos que hace a los bancos españoles. Sin embargo, estos diques de contención no solucionan el problema de fondo sino que solamente se gana (un poco de) tiempo. Máxime cuando el anuncio la semana pasada de los resultados agregados de las pruebas de estrés a la banca por parte de los dos consultores externos no despeja totalmente las incertidumbres hasta la conclusión definitiva del ejercicio en el próximo septiembre.

El avance hacia la unión bancaria es importante pero no será inmediato e implica un alto grado de cesión de soberanía

Una manera relativamente simple de romper el vínculo entre el riesgo soberano y el bancario es que el MEDE estableciera un vehículo de inversión para tomar posiciones directas en los bancos problemáticos. Sin embargo, Angela Merkel ha recordado en Roma la dificultad de esta inversión directa puesto que no puede haber ayuda sin control. A un gobierno se le pueden poner condiciones, pero ¿quién pone condiciones y controla a los bancos que han recibido inyecciones de capital? El problema es que no existe una autoridad europea de resolución bancaria.

La integración financiera europea se ha basado en una falsa premisa. A saber, que las instituciones reguladoras europeas se formarían cuando el mercado estuviera más integrado. Recordemos que esta era la versión oficial de las autoridades comunitarias. El problema es que el freno a una mayor integración era precisamente la falta de instituciones adecuadas en la UE. El establecimiento de la moneda única ha destapado de forma violenta la falsedad de la premisa con la amenaza de una crisis sistémica que se lleve por delante el proyecto del euro. Se plantea ahora la necesidad de avanzar hacia una unión bancaria que cuente con cuatro pilares: un supervisor único, un fondo de seguro de depósitos, una autoridad de resolución de crisis, y unas normas prudenciales homogéneas en la zona euro. Se puede discutir si la supervisión, el fondo de seguro y la autoridad de resolución deben abarcar a todas las entidades o solo a las sistémicas y a las que tienen operaciones transfronterizas importantes; si el supervisor centralizado debe ser el BCE o una entidad independiente; si la unión bancaria debe abarcar solo a los países de la eurozona o a la misma UE; y si el fondo de seguro de depósitos y la autoridad de resolución de crisis deben ser una misma institución como la FDIC en Estados Unidos o no. Lo que no se debería discutir es la necesidad de empezar con el proceso de unión bancaria ya.

Hay elementos en los que se podría avanzar rápidamente: el supervisor europeo para entidades sistémicas y transfronterizas (con preferencia el BCE), unas reglas prudenciales unificadas (para evitar, por ejemplo, el espectáculo de sucesivas pruebas de estrés que son rápidamente negadas por la realidad), y el establecimiento de una autoridad de resolución bancaria con fondos de los mecanismos de estabilidad europeos. Hay otros elementos, como el fondo de seguro de depósito europeo que solamente se puede postular a futuro puesto que este mecanismo debe ser establecido antes de la crisis y no una vez la crisis ha estallado. Al mismo tiempo, hay que reconocer que la unión bancaria en su plenitud requiere un grado de integración fiscal importante puesto que el capital necesario para resolver una crisis puede ser elevado (superando con creces la disponibilidad en los fondos de seguro de depósito), y debe ser acordado también entre los países antes del episodio crítico. En resumen, el avance hacia la unión bancaria puede ser un paso importante pero no será inmediato e implica un alto grado de cesión de soberanía.

 Xavier Vives es director del Centro Sector Público-Sector Privado de IESE.

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