¿Traición en Malí?
Autora: Rose Skelton
Sentada en un sofocante restaurante libanés de comida rápida con las televisión atronando y emitiendo videoclips malienses desde una esquina de la habitación, mi amigo, al que llaman a Yaya, hunde sus hombros y mira furtivamente alrededor de la sala por si le oyen. "Cuando las personas se enfrentan a problemas, miran hacia su pasado", dice, preocupado de que en el restaurante alguien nos pueda escuchar. "Y la democracia", dice, "no esta allí".
En marzo, en Malí, un grupo de soldados derrocaron el Gobierno de Amadou Toumani Toure o ATT como es conocido, y un soldado relativamente desconocido, el capitán Amadou Sanogo, se proclamó jefe de Estado. ATT se estableció en el poder tras las elecciones de abril. Cuando me reuní con Yaya, hacia apenas una semana del golpe de Estado y la estación de TV estatal, ORTM, reproducía vídeos de música bambara incesantes y cada vez los militares aparecían haciendo una declaración, de una nueva Constitución, o propaganda, mostrando a diversos grupos de la sociedad civil apoyando el nuevo régimen.
Pero una vez que las tiendas abrieron nuevamente y las gasolineras volvieron a bombear gas sin la presión de los rifles de la policía en las colas de clientes, la vida más o menos volvió a la normalidad. Fue duro, una semana después del golpe de Estado, darse cuenta de que nada había cambiado mucho en realidad. Aunque algo sí.
El hecho de que el Gobierno hubiera caído en cuestión de horas tras una pelea que estalló en un cuartel entre soldados enojados y el ministro de Defensa, muestra lo frágil que es el marco social y político de Malí. El golpe de Estado trajo a la superficie grietas que habían sido hasta ahora bien enfoscadas.
En los días siguientes al golpe, mientras entrevistaba a trabajadores del Gobierno, vendedores de zapatos, músicos y estudiantes que, en su mayoría, me decían que eran felices, que la era ATT había pasado y tal vez los militares podrían hacer mejor trabajo, me esforcé por entender cómo las cosas en este país considerado 'modelo de Democracia", como tan casualmente escribió la prensa extranjera, había terminado de este modo. Porque hay muchas cosas que una outsider puede pasar por alto echando sólo un vistazo a la superficie.
Luego, las sanciones de la ECOWAS y la Unión Africana obligaron a los soldados a entregar a un Gobierno Provisional que organizara las elecciones en 40 días. Pero la insurgencia rebelde en el norte, donde los tuaregs luchan por su propia patria, Azawad, y las milicias islámicas que pelean por el control, dejaron el país efectivamente dividido en dos y los problemas profundamente arraigados que provocaron el golpe de Estado aún están donde estaban. Luego han sucedido otras cosas, pero hoy aquí no es el tema.
El poder en Malí cayó en manos de los soldados por su disgusto con la forma en que el Gobierno estaba tratando con la insurgencia rebelde en el norte. ATT fue quizás ingenuo en su manejo del mismo, la financiación de los grupos en un intento por evitar los conflictos. Pero lo más peligroso, los soldados malienses fueron enviados a los desiertos del norte, desarmados y desnutridos, mientras que la cúpula desviaba fondos y equipamiento para su propio beneficio. La corrupción y el nepotismo que se extendió a través del Ejército se repetía en los escalones más altos del Gobierno. Cuando Yaya y yo hablamos de la corrupción -de la que él sabe porque trabaja para una agencia gubernamental y lo ve todo de primera mano-, él se reía.
Contando con los dedos, me enumera todos los incidentes que conoce de donantes en que el dinero fue desviado por los altos funcionarios del Gobierno, y habla de los sobornos a empresarios obligados a pagar a los funcionarios gubernamentales con el fin de obtener contratos. Una práctica común. "La corrupción se ha extendido como una gangrena en todo nuestro Gobierno y en la sociedad civil, tanto como en el Ejército", dice. "La gente piensa que los políticos sólo aspiran al poder para enriquecerse, y cuando ATT llegó, sus ayudantes se hicieron de oro, incluso si no eran competentes. En una democracia, hay que respetar la competencia no, el nepotismo" (*).
Lo que me dice Yaya lo repiten como un eco sin fin una y otra vez aquellos con los que me encuentro. Sólo unas pocas personas afirmaron estar disgustados por el modo en que el Ejercito tomó el poder. La mayoría aseguran estar cansadas de luchar ante la falta de trabajo y de dinero, y de las pocas perspectivas de conseguirlos. Y de todos modos, opinan los más jóvenes, las elecciones, probablemente, fueron amañadas y ATT, probablemente, tenía ya alguien en segunda fila para ocupar el poder en su lugar. Nada iba a cambiar a través de las urnas, probablemente, aseguran.
Rápidamente se hizo evidente después del golpe la falta de apoyo de los malienses a los procesos democráticos ordinarios. Leyendo las noticias extranjeras, procedentes en gran medida del exterior del país (las fronteras fueron cerradas y tan sólo los periodistas que ya estaban dentro del país cuando ocurrió pudieron informar sobre el terreno) sin embargo, parecía que los ciudadanos se oponían profundamente. Pero no, casi todo el mundo con que hablaba parecía apoyarlo.
Debido a que ATT había sido elegido por la mayoría, la prensa extranjera y el mundo occidental, asumió automáticamente como un hecho que las cosas estaban sucediendo de tal modo. La rapidez del cambio de poder en marzo y el apoyo que tuvo, mostraron muy rápidamente cuán frágil puede ser una imagen preconcebida.
La música de Malí, interpretada por griots o cantantes consagrados como Oumou Sangare, Bassekou Kouyate y Bako Dagnon, narra la historia de figuras heroicas como Sundjata Keita que derrotó a los gobernantes despóticos y liberó al pueblo de los ejércitos invasores. "Hemos tenido un pasado glorioso", dice Yaya, "con muchos grandes imperios a través de nuestra historia. Los malienses son gente muy orgullosa".
Baja la voz y se inclina más cerca, para dejar caer uno de esos detalles que un outsider puede dejar pasar facilmente: "Así que... ¿un general que no puede garantizar la seguridad del país? Eso hizo sentir a la gente muy incómoda. Al final, se apoyó el golpe de Estado, porque ATT traicionó la memoria histórica de Malí".
(*) Vean el artículo 'El arte de las elecciones en África', de Hortense Yawa Djomeda, en el último Cuaderno Africano de Casa África que pueden descargarse aquí.
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