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Una juez examinada al milímetro

La magistrada del ‘caso de los ERE ’, Mercedes Alaya, ha puesto en jaque a la Junta andaluza Perseverante, controvertida y enigmática, destila un misterio que fascina a los medios

Javier Martín-Arroyo
La juez Mercedes Alaya, fotografiada en Sevilla
La juez Mercedes Alaya, fotografiada en SevillaALEJANDRO RUESGA

La vida de mi marido y la mía están sometidas a examen”. La juez del caso de los ERE, Mercedes Alaya, sabe que se examina con lupa cada paso que da. Por eso su vida, más allá de los contundentes y a menudo polémicos autos que dicta, es tan reservada. En cuanto abandona los juzgados sevillanos, su relevancia mediática se esfuma y no se deja ver en los ambientes sociales de la capital andaluza. En cuanto monta en el taxi que la lleva a casa, la discreción es su regla de oro.

“Es legítimo que estas circunstancias de acoso personal provoquen cierta indignación, pues vivimos en un Estado de derecho”, lamentó en un informe cuando fue recusada porque su marido había auditado la empresa Mercasevilla, origen del escándalo de los ERE, y que ella examinaba. Alaya ha puesto en jaque a la Junta de Andalucía con su investigación, milimétrica y descomunal, que analiza la gestión de nada menos que cinco consejerías del Gobierno andaluz durante la última década.

“Siempre me ha preocupado el estado de ánimo, el cansancio o cualquier necesidad física que pueda tener cualquier imputado, que por el hecho de serlo y conocer la carga que eso conlleva merece toda mi comprensión y respeto”. ¿Una juez que justifica (en un auto) el buen trato que dispensa a sus acusados? Alaya escribió este insólito entrecomillado en uno de sus frecuentes enfrentamientos con diversos letrados. Es controvertida y de fuerte carácter. Tímida para algunos, temperamental para otros, incisiva para todos.

La continua atención mediática que ha supuesto este caso de corrupción no afecta a su vida social porque Alaya se mantiene tan alejada del meollo como antaño. Estos días, las imágenes de los acusados entrando esposados en el furgón policial tienen su contrapeso en los telediarios: el acceso en el pórtico de los juzgados sevillanos de esta juez que destila misterio y posee un estilo que fascina a los medios, y a la que ningún micro le ha arrancado una sola frase. ¿Quién es esta sevillana en el ojo del huracán político y judicial andaluz?

Fue madre con apenas 20 años y lo compatibilizó con unas duras oposiciones

La perseverancia define el carácter de esta magistrada de 48 años madre de cuatro hijos y casada con Jorge Castro, un repu­tado auditor sevillano. Mercedes Alaya fue madre muy joven, mientras cursaba sus estudios de Derecho, pero esto no impidió que aprobara las oposiciones de juez a la primera, poco después de licenciarse en 1986 con excelentes calificaciones. “Siempre fue un cerebrito”, recuerda uno de sus compañeros de promoción. Los letrados no olvidan su bautismo en la facultad: los veteranos de Derecho la eligieron “borrega” nada más comenzar su etapa universitaria por ser la más guapa del primer curso. De repente, recién aterrizada de la localidad vecina de Alcalá de Guadaíra, Alaya fue paseada por toda la facultad con enormes orejas de novata. Una anécdota que le sacó los colores a pesar de su claro tono de piel.

Tras estar destinada en los juzgados de Fuengirola (Málaga) dos años mientras su marido permanecía en Sevilla, y luego ser trasladada a Carmona, a las afueras de la capital andaluza, Alaya ejerció en un juzgado de primera instancia de Sevilla. Fue antes de convertirse en la titular del Juzgado de Instrucción número 6 de la misma ciudad en 1998.

Instructora implacable

"Ella se pone en plan juez porque, si no, los abogados piensan que se la pueden comer. Es cierto que tiene un punto de diva, pero tampoco excesivo", explica uno de ellos sobre los enfrentamientos que han derivado en quejas ante los colegios de abogados y el CGPJ. Cuando Alaya hace un tercer grado, suele ser implacable. A su lado, la juez inquisitiva que dibujó Urbizu en 'No habrá paz para los malvados' parece Bambi. En los últimos interrogatorios Alaya ha estado más suave que antaño. "Y parece que le está funcionando bien", explica este letrado, a tenor de las confesiones del ex director general de Trabajo Javier Guerrero y su exchófer, Juan Francisco Trujillo.

El incidente de recusación que sufrió y que apoyó la fiscalía en 2010 le afectó profundamente. La recusación, finalmente rechazada por

la Audiencia

de Sevilla, cuestionaba su independencia, objetividad y valía para instruir una causa tan compleja como Mercasevilla. “Me genera pudor hablar de mi vida privada, situación en la que creo que pocos jueces se han visto”, aclaró en su escrito. Alaya parece diferenciar de manera tajante su parcela familiar de la profesional: “La intimidad familiar la dedico a otros menesteres distintos al trabajo. No hablamos de trabajo [su marido y ella] aunque pueda parecer extraño, prácticamente nunca lo hemos hecho, pues la parcela personal es necesario mantenerla (…). ¿Piensa que tras acabar mi marido y yo nuestras respectivas jornadas a las diez de la noche tenemos el más mínimo interés en resolver cuestiones de índole jurídica y económica?”, inquirió en sus alegaciones.

Ser madre con apenas 20 años y compatibilizarlo con unas duras oposiciones y las exigentes carreras de ella y su marido moldeó su duro carácter. Y hoy Alaya ofrece dos caras bien distintas: si con su entorno es extremadamente correcta y afable, con abogados, fiscales y policías las formas en ocasiones le pueden. En su juzgado es muy querida, y numerosas voces destacan su precisión, un incisivo manejo de los interrogatorios y su enorme capacidad de trabajo. Además del caso de los ERE (16.000 folios de sumario, más otros 200.000 aportados por la Junta), Alaya instruye otros casos tan complejos como el que examina la anterior gestión del Betis del expresidente Manuel Ruiz de Lopera, al que acusa de apropiación indebida y un delito societario continuado.

Su labor despierta pasiones incluso en las redes sociales. Alaya cuenta en Facebook con un club con 1.363 fans y comentarios elogiosos. “Eres el azote de tantos chorizos”, comenta uno de ellos junto a un friso de fotos que despliega su fondo de armario.

En los días de declaraciones eternas apenas come y disimula “de maravilla” el cansancio acumulado, según los abogados que asisten a las comparecencias. “Cuando está todo el mundo deseando que hagamos un receso”, ilustra uno de ellos, “ella parece que se encuentra en el sofá de su casa”.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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